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Análisis

Cuba y el potencial de cambio de una sociedad totalitaria a una democrática

Un análisis sobre la erosión de los pilares que han dado estabilidad al régimen.

Ciudad de México
Busto de Martí en una esquina habanera.
Busto de Martí en una esquina habanera. DIARIO DE CUBA

En las sociedades contemporáneas han existido dos elementos básicos en la conformación de sus devenires políticos: el primero es el poder, con sus instituciones y su estructura; mientras el segundo está formado por los gobernados/ciudadanos, que junto a todo el marco institucional que los envuelve y encuadra, se les permite su participación o no en los procesos de toma de decisiones y de control.

En sociedades democráticas los gobernantes ejercen la función de gobierno y los gobernados controlan su gestión. Ambos elementos de la relación política en términos ideales deben complementarse en mayor o menor medida. Una variable fundamental en este enlace que sirve de complemento entre el poder y sus gobernados es la oposición. Esta no es otra cosa que todos aquellos sectores reales dentro de una sociedad que representan intereses legítimos y genuinos, que pueden ser diferentes o no de aquellos que controlan el poder estatal. Por ello las democracias han puesto énfasis en un proceso vital que garantiza la participación legal de estos intereses distintos: la institucionalización de las oposiciones. Este proceso abre un cauce de integración efectivo al régimen a todas estas fuerzas reales, estableciendo las bases que harían posible su continuación y accionar. La legitimidad del sistema se da por este desarrollo institucional de reconocimiento de oposiciones que garantiza la continuidad de la democracia.

En sociedades totalitarias el proceso es radicalmente diferente. La vida política desaparece al romperse el nexo complementario entre poder y ciudadanía. Se disminuyen al mínimo las capacidades de negociación social y política entre el Estado y sus ciudadanos, imponiéndose por iniciativa del poder medidas de coacción, violencia y control social formales e informales, que mantienen o justifican la legitimidad de un sistema de gobierno no participativo y sus instituciones anexas. Es la anulación total de la vida política.

En estos sistemas la violencia y la represión ejercida por el poder hacia cualquier interés legítimo diferente al promulgado por el Estado se convierten en los ejes que sostienen la institucionalidad totalitaria. Esta institucionalidad no reconoce opositores, y ante amenazas de irrupción de reconocimiento a la autoridad o deslegitimación de órdenes y desobediencia, se responde con violencia, lo que ofrece poca o ninguna oportunidad a los que cuestionan el desenvolvimiento estatal para realizar acciones colectivas o individuales dentro de un marco de legalidad.

Este último es el caso de Cuba, un país que durante mas de 60 años ha operado bajo un sistema de gobierno totalitario, que cumpliendo a cabalidad la definición de Hannah Arendt en la que los dominados quedan bajo el arbitrio absoluto de quien ejerce el mando, que se enmarca en un esquema en el que ni siquiera se ve al Estado como principal detentor del poder, sino más bien  un Partido, el Comunista, que provisto de una concepción del mundo muy particular ha buscado legitimar su dominación con una gran narrativa ideológica vinculada a la "sociedad sin clases". Esta narrativa ideológica, junto a otros factores, han brindado estabilidad y resiliencia al sistema político totalitario cubano.

Los factores de la estabilidad del régimen

La pregunta a hacer en el caso cubano es: ¿Cómo explicamos todos los factores que han otorgado estabilidad al régimen cubano por un periodo de tiempo tan prolongado? ¿Cómo éste ha logrado controlar tan efectivamente a la sociedad, pese a no basar su estabilidad en la participación real y efectiva de sus ciudadanos en los procesos de toma de decisiones y control? Para el politólogo alemán Wolfgang Merkel, la dominación de regímenes dictatoriales bajo dominación partidaria se ha apoyado históricamente sobre tres principios: la legitimación, la represión y la cooptación, que en el caso cubano yo agregaría dos variables no menos importantes, el liderazgo mesiánico/carismático y el monopolio comunicacional.

La legitimación

La legitimación en estos totalitarismos se nutre de dos fuentes: una vinculada a lo normativo-ideológico y otra relacionada con los resultados. En el caso cubano, promesas de justicia social, llamados al antiimperialismo o al nacionalismo frente a un enemigo poderoso, y también una visión marxista tipo leninista que promete un futuro promisorio e igualitario, han logrado que los dominados se adhieran, al menos en un marco temporal amplio, a las normas propuestas. De todos modos, el llamado a la construcción de un mana comunista, nacionalista y antiimperialista han perdido gradualmente su capacidad de persuasión para muchos cubanos, demasiados.

Debido a este auto deterioro en lo normativo-ideológico, los regímenes dictatoriales como el cubano dependen particularmente de un balance en materia de resultados en los ramos de la economía, la educación, salud, seguridad y orden. El primero ha resultado alusivo para el régimen cubano, con un manejo ineficaz de la economía desde los inicios del régimen, dependiendo en gran medida de ayudas y subsidios externos de países aliados, pero matizado por un embargo económico efectivo por parte de la principal potencia mundial. Los otros ramos siempre han sido mostrados como contrastes positivos frente a un contexto externo inseguro e inestable, sin embargo, el continuo deterioro —a partir de la caída de los subsidios externos después de 1991 y a pesar de la tabla de salvación temporal ofrecida por Venezuela— de todos los indicadores en dichos sectores ha influido en este balance de manera significativamente negativa y en detrimento de la legitimidad del poder totalitario.

La represión

La represión, el segundo pilar de estabilidad autocrática, adopta generalmente diferentes formas e intensidades, ya sea "blanda" o "dura"; la primera apuntando a restringir los derechos políticos como la libertad de reunión, de expresión, de prensa o de ejercicio de profesiones; la segunda enfocada fundamentalmente al núcleo de los derechos humanos, como el derecho a la vida, la integridad física y la libertad individual.

En el caso de Cuba, la evidencia ha mostrado que ante amenazas que se consideran nocivas al control del régimen, las elites dominantes suelen reaccionar con una mayor represión, tipo "dura", que siempre tenido un beneficio y un costo: el aplastamiento de amenazas, aumentando el poder de intimidación, pero con el costo de la pérdida de legitimidad y con ello la aprobación del pueblo. La represión dura, aunque ha logrado imponer un mecanismo de temor efectivo que ha generado insolidaridad social, siempre ha resultado costosa y ha socavado a largo plazo los fundamentos de la dominación política del partido en el poder.

La cooptación

El tercer pilar de la dominación dictatorial es la cooptación, a través de la cual las elites autocráticas logran que actores y grupos influyentes situados por fuera del propio núcleo de poder se comprometan con la dictadura.

En Cuba, por lo general, esos actores estratégicos provienen de sectores económicos, artísticos, científicos, del aparato de seguridad y de la esfera militar. A cambio de su lealtad, suelen recibir cargos, privilegios políticos, recursos y concesiones económicas. Los instrumentos utilizados en estos casos son la corrupción, el clientelismo y las redes patrimoniales. Sin embargo, los recursos disponibles en un país siempre dependiente de ayuda externa y con un sistema económico eternamente colapsado siempre han limitado la duración y el grado de colaboración comprometida que exhiben amplios grupos hacia el régimen.

El liderazgo mesiánico y carismático

La cuarta columna, el liderazgo mesiánico y carismático en sociedades totalitarias se caracteriza casi siempre por ser personalista, autoritario, centralizador, populista, hegemónico, efusivo en su comunicación y reiterado en sus ansias de poder. Líderes de este tipo no se retiran, no crean espacios y canales a la continuidad y sus visiones del poder y la política se ejercen desde la óptica del líder y mentor.

En el caso cubano, el caudillismo de estas características ha dominado la historia política nacional desde los inicios de la construcción de la nación, pero ha sido bajo Fidel Castro cuando alcanzó niveles inusitados, donde su liderazgo, muy admirado por amplias capas de la ciudadanía, se convirtió en sinónimo y sostén primario del sistema totalitario. Su muerte, y su sucesión basada en el linaje patrimonial al ser sucedido por su hermano, dejó un vació importante que no ha podido ser llenado ni por sucesor ni por los líderes seleccionados por este para suplirlo.

Los canales de comunicación

Un último elemento, y no menos importante, en la estabilidad de sistemas totalitarios ha sido el control absoluto de los canales de comunicación por parte del poder, privándose a los ciudadanos de su capacidad de acceder al conocimiento de todo lo que afecta a la cosa pública.

El conocimiento en Cuba ha estado monopolizado por el binomio Partido/Estado por ser precisamente un recurso estratégico y transformador de la sociedad. Este control efectivo ha rendido frutos, y a mantenido por muchos años a la ciudadanía en una oscuridad informativa e impedido la canalización de legítimas demandas al poder político.

Con la llegada de la telefonía celular y el internet a la Isla este férreo control estatal de los canales de comunicación se ha roto, por lo que el poder ahora carece de la capacidad única de comunicar, mientras los gobernados ahora poseen la habilidad de criticar, demandar, y sobre todo movilizarse.

Cuba, ¿país democrático?

Habiendo analizado estas cinco variables principales, aunque no únicas, que han contribuido a la estabilidad temporal del sistema totalitario cubano, surgiría una nueva interrogante: ¿Existe un potencial revolucionario actualmente en Cuba que ponga fin a la ruptura del nexo complementario entre poder y ciudadanía?

Dado el debilitamiento o desaparición de los pilares que garantizan un funcionamiento estable del sistema antidemocrático en Cuba, se podría conjeturar que este potencial revolucionario existe al perder el régimen su capacidad de legitimación normativa ideológica basada en resultados.

La carencia de un liderazgo efectivo, admirado, respetado y eficiente contribuye también a esta perdida de legitimidad. La represión, aunque latente y omnipresente, comienza a ser inefectiva, rompiéndose la barrera del miedo y la insolidaridad al considerar amplios sectores de la población que tienen poco que perder al enfrentar al binomio Partido/Estado totalitario. Esto se manifiesta también en la ruptura o en la adopción de posiciones críticas o medianamente críticas por parte de sectores anteriormente bajo la cooptación del poder.

Y por último, la perdida del monopolio comunicacional del Estado, que aunque aún controla el acceso a la red celular y de internet, no puede ni tiene la capacidad tecnológica para bloquearlos permanentemente. Esta capacidad de la ciudadanía para informarse, demandar derechos y movilizarse constituye el principal factor en una probable transformación de Cuba de un país con carencia de vida política a uno democrático. Lo probable puede ser posible.

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1 comentario

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Profile picture for user Ricardo E. Trelles

// Gran análisis minucioso //
Con detalles, fundamentos teóricos, sus fortalezas y debilidades ahora crecientes de... que el réginen castrista que padecemos es maaaalo, muuuy malo.
Pero SOLO CON ESO TODO SEGUIRÁ MUY MAL.
¡El castrismo se estableció, fortaleció y persiste porque NO HEMOS TENIDO EL PEQUEÑO SECTOR DE LA NACIÓN QUE PIENSE, INYECTE Y DESARROLLE LA ALTERNATIVA SOCIAL Y DE GOBIERNO QUE NECESITAMOS!
Ni siquiera tenemos buenos medios, TAN POSIBLES, para estimular y facilitar la discusión sobre ese y otros temas nacionales, que ese sector inicial se forme y que haga lo que tiene que y puede hacer!