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Venezuela

Maduro: '¿Elecciones para qué?'

Las autoridades venezolanas quieren imponer una constitución como la de Cuba, que es una constitución copiada de la extinta URSS.

Los Ángeles

La convocatoria de Nicolás Maduro de una Asamblea Constituyente para redactar una nueva Constitución similar a la de La Habana tiene, entre otros propósitos, oficializar el sueño de Fidel CastroHugo Chávez de extender a Venezuela el modelo castrista y oficializar la unión de Venezuela y Cuba como un solo país "revolucionario".

Y digo oficializar porque esa unión ya existe. Cubazuela, o más bien Venecuba, pues Venezuela es un país mucho más grande y con el triple de habitantes, funciona hace rato en forma encubierta. La salvaje represión contra los manifestantes venezolanos es dirigida desde La Habana, incluso con la participación in situ de fuerzas especiales del MININT vestidas de civil o con el uniforme de la Guardia Nacional Bolivariana.

En Venezuela hay cubanos en los puestos claves del Estado, el Gobierno, las fuerzas militares y represivas, y en la inteligencia y contrainteligencia del régimen, incluyendo la seguridad personal de Maduro.

El dictador chavista quiere saltarse las elecciones presidenciales de 2018, desmantelar la Asamblea Nacional y las instituciones del Estado y gobernar igual que Raúl Castro. Es más cómodo y no hay que hacer teatro para aparentar ser lo que no se es.

Con la Constituyente los chavistas echan abajo la fachada democrático-occidental que hasta ahora vendían al mundo y se disponen armar un sistema político de "poder popular" de "democracia directa" o "participativa". Así le llaman los marxistas a las dictaduras comunistas pese a que son, precisamente, los sistemas políticos más excluyentes y menos participativos del mundo.

Tomemos el caso cubano. No hay votación directa de los ciudadanos para elegir al jefe de Estado y de Gobierno. Las circunscripciones comunitarias en Cuba, parecidas a los Consejos Comunales en Venezuela, están controladas por el Partido Comunista (PCC), que es constitucionalmente la máxima instancia de poder político, por encima del Estado y del Gobierno. Pero la cúpula partidista y su líder nacional (el jefe de jefes de la nación) no son elegidos por el pueblo, y la membresía total del PCC no llega ni al 10% de la población del país.

Cuba tiene 11,2 millones de habitantes y de ellos 8,2 millones son adultos. Sin embargo, el PCC tiene solo 720.000 militantes. O sea, el 92,1% de la población adulta cubana no es comunista. El otro 7,9% de los cubanos militantes es el que puede ocupar los cargos públicos del Estado, las Fuerzas Armadas, el dizque Parlamento y todas las instituciones de la nación hasta el nivel de departamento y de sección. No hay jefe de mediana importancia en Cuba que no sea miembro del PCC.

En China hay 1.382 millones de habitantes (en 2016) y el Partido Comunista cuenta con 88 millones de miembros. Es decir, el 93,6% de la población china no es comunista. En Vietnam hay cuatro millones de militantes comunistas en una población de 91 millones de habitantes. En la URSS en sus mejores tiempos apenas el 6,5% de la población pertenecía al Partido Comunista.

En Venezuela no sería diferente, las últimas encuestas revelan que el apoyo al Gobierno chavista no llega al 20% de los ciudadanos. Ya es sabido que los delegados a la Constituyente serán escogidos a dedo por el Gobierno en los sindicatos y las comunas, controlados por el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). En Cuba la actual Constitución la redactó una pequeña comisión escogida a dedo por Fidel Castro. ¿Coincidencia?

Los "soviets" castrochavistas

Vale aclarar que la Constitución cubana fue copiada al carbón de la vigente en la Unión Soviética. Fue así que surgió en las Américas la figura del Presidente del Consejo de Estado y de Ministros, en vez de Presidente de la República. Todo importado de Moscú. Ese Consejo de Estado, que en la URSS se llamaba Soviet Supremo, en Cuba es "elegido" por los diputados, todos miembros del PCC, que sin chistar deben aprobar para Presidente al jerarca designado previamente por el dictador (Primer Secretario del PCC).

Todo esto es una versión nostálgica del "congreso de los soviets" que dio paso al primer país comunista en la historia, hace 100 años. A Maduro solo le faltó lanzar la consigna de Lenin en 1917: "¡Todo el poder a…" las comunas (soviets en ruso) chavistas!

O también pudo reeditar la consigna de Fidel en 1959: "¿Elecciones para qué?", luego de haber prometido elecciones generales desde la Sierra Maestra.

Como la sobrevivencia del castrismo depende de que el régimen chavista siga en el poder, La Habana insiste a Maduro y su cohorte de criminales que no pueden entregar el poder, porque irán a la cárcel. Que no se rindan aunque haya que masacrar a los venezolanos, cosa que en buena medida ya se hace.

Lo que pasa es que esta maniobra llega muy tarde. No solo porque el general Castro se retira como presidente dentro de nueve meses, sino porque tratar de imponer a estas alturas el modelo castrista no es viable por tres factores:

  1. el rechazo del pueblo, que ya es casi una insurrección nacional
  2. la devastadora crisis económica, social y humanitaria, la peor de Venezuela en 206 años, solo tiene solución con el fin del chavismo
  3. el fracaso absoluto del castrismo, el modelo a copiar, que convirtió a Cuba en puras ruinas y una cárcel gigante

Además, el régimen de Caracas no es una dictadura tradicional como tantas ha habido en Latinoamérica, ni un régimen estalinista clásico bajo la máscara de una utopía paradisíaca (como la describe el himno La Internacional). Se trata de una pandilla de vulgares delincuentes, criminales, ladrones, y narcotraficantes buscados por la justicia internacionalmente. El de Venezuela es un narcoestado.

Con Fidel sepultado en Santa Ifigenia, Hugo Chávez en su tumba del Cuartel de la Montaña (Caracas) y Raúl Castro con 86 años (el mes próximo), cansado y al frente del PCC sin muchas energías, el pretendido modelo social castrochavista está muerto. El discurso hipnotizador tipo Mussolini con el que Fidel Castro engañó a muchos cubanos, a la izquierda mundial y a tanta gente en el planeta, es historia antigua. El populismo de Hugo Chávez, también. Lo que queda es la tiranía químicamente pura, a golpe limpio, tiros, hambre, miseria. Y rebelión popular permanente.

La revolución "de los humildes, por los humildes y para los humildes" que vendió el Castro mayor, y que le compró Chávez bien caro, fue otra "Gran Estafa" como la narrada por Eudocio Ravines a mediados del siglo pasado.

Por eso es inadmisible el silencio que guarda la mayoría de los gobiernos del mundo, y muchos de América Latina, ante la salvaje represión de las manifestaciones y la violación de los derechos humanos en Venezuela. En la OEA no se acaban de alcanzar votos suficientes para aplicar la Carta Democrática al régimen chavista, o para acordar el rompimiento masivo de relaciones diplomáticas con Caracas, cosa que solo ha hecho el Gobierno de Perú.

El Gobierno de EEUU hasta ahora no ha hecho nada en apoyo al pueblo venezolano. Maduro y sus esbirros deben sentir presión internacional y sanciones efectivas. Sus crímenes deben ser denunciados en el Consejo de Seguridad de la ONU, en la OEA, en todos los foros internacionales. La injerencia castrista en Venezuela debe ser duramente denunciada.

Y choca sobremanera la posición del presidente español Mariano Rajoy, quien se apresta a realizar una amistosa visita al dictador Raúl Castro, artífice de la tragedia venezolana.

En cuanto a la Constituyente madurista la moraleja es clara: copiar la Constitución de otro país no es aconsejable, sobre todo si la original no sirve.

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