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Fútbol

'Si no juego, me vuelvo loco': El fútbol, afición al alza y escape contra el estrés en Cuba

'Esto es de lo poco que nos va quedando, jugar un rato por las tardes y olvidar tantos líos que uno tiene', dice un joven en la Ciudad Deportiva de La Habana.

La Habana
Adolescentes cubanos jugando al fútbol en la Ciudad Deportiva, La Habana.
Adolescentes cubanos jugando al fútbol en la Ciudad Deportiva, La Habana. Diario de Cuba

"Si no juego al fútbol, me vuelvo loco", me comenta Adrián Suárez, vestido con la camiseta del Chelsea, bajo los árboles de almendras que rodean las gradas en la Ciudad Deportiva. En pocas palabras, resume un fenómeno que sorprende a no pocos cuando pasan cerca de las canchas: decenas de cubanos corretean sobre la yerba y la tierra detrás de un balón, mientras otros miles repletan las guaguas que pasan por las calles de alrededor.

Para los de las canchas, el fútbol representa un paliativo a los problemas. En horas de la tarde-noche exprimen su físico para llegar a casa exhaustos, comer lo que haya y casi quedar listos para descansar hasta el día siguiente. Las tardes se van así, entre fintas y goles.

Una cualidad funge como factor común entre los futbolistas aficionados que gastan su tiempo en canchas deterioradas por el tiempo y la falta de mantenimiento: prefieren no meterse en problemas.

"Mira, yo vengo para acá todas las tardes. Apenas llego a la casa del trabajo, me cambio de ropa, agarro los tacos y salgo en bicicleta para aprovechar al máximo posible la luz del sol. Esto me distrae muchísimo del estrés. Es como si corriera yo delante del balón y huyendo del estrés", dice Suárez, nacido el año en que Francia se coronaba campeona del mundo por vez primera (1998).

"¿Tú crees que si no me distrajera vendría para acá con un pedazo de pan en el estómago a gastar las pocas energías que me quedan? Esto es de lo poco que nos va quedando, jugar un rato por las tardes y olvidar tantos líos que uno tiene", añade Suárez aludiendo a otro problema: la falta de opciones recreativas y para el tiempo libre en todo el país. Pero, "al paso que vamos, hay que ver en un futuro si el terreno nos deja, porque cada día lo veo peor", avisa.

La yerba que debería poblar la superficie de tierra deja cada vez más espacio al polvo y al suelo árido que arranca pieles. Quien cae, puede sufrir graves quemaduras por rozamiento. Aquí muchos han terminado ya en cuerpos de guardia o curándose las heridas en casa. Han pasado días recuperándose y sin asistir a su cita habitual con la Ciudad Deportiva, aunque al final la lealtad y el deseo se imponen y vuelven.

Cuba afronta una crisis abrumadora que ha calado en la psicología de sus habitantes. El estrés y la ansiedad son sentimientos habituales. El fútbol parece una de las pocas medicinas asequibles, y no es necesario encontrarlo en una de las desnudas farmacias del país.

Una vía de escape

Un grupo de jóvenes de Pinar del Río, graduados de carreras universitarias, decidió emprender hace aproximadamente cuatro o cinco años la aventura de reunirse todos los fines de semana a jugar al fútbol.

Sus integrantes asumieron la idea con enorme ilusión. Compraron un balón original, ponina mediante, soldaron pedazos de cabilla para formar dos porterías y a estas les amarraron un pedazo de red de pescadores para que se parecieran a las de los estadios. Varios de los amigos apilaron billetes durante días para conseguirse un par de tacos, al menos de segunda mano y, cuando tuvieron todo listo, se lanzaron a la cancha de la Universidad Hermanos Saiz, en Pinar del Río.

Religiosamente, asistieron sábados y domingos a aquel pedazo de terreno, también descuidado, y cuando el balón se ponchaba, o bien lograban remendar los huecos o debían hacer un esfuerzo para comprar uno nuevo. Y así enfrentaron períodos durísimos como el de la pandemia, desafiaron a la Policía en ocasiones por no quedarse en casa, y a otros grupos de jugadores, pues la cantidad de gente que iba por las tardes al lugar obligaba a llegar temprano para "marcar terreno".

Y así fue hasta que empezó la fuga masiva de cubanos hacia Estados Unidos por la llamada "ruta de los volcanes", recuerda Adrián Abel Rodríguez, uno de fundadores de la liga que él mismo nombró "El Futbazo", y que mantiene la comunicación entre sus miembros mediante un grupo de WhatsApp.

"Comenzaron a irse poco a poco algunos de los amigos con los que habitualmente nos uníamos en las tardes de los fines de semana para jugar. Te levantabas una mañana y te enterabas de que Fulano o Mengano estaba en la ruta por Nicaragua. A veces te avisaban antes, otras cuando ya estaban en Estados Unidos, con las famosas fotos con globos, banderas, etc.", explica.

En resumen, de los que aparecen en una fotografía del primer día que fueron a jugar al fútbol años atrás, dos permanecen en Cuba y siete viven ahora en Estados Unidos. La tendencia ha continuado incluso con los que se incorporaron luego, y la liga del Futbazo sigue sufriendo bajas, actualmente a través del parole humanitario implementado por el Gobierno de Joe Biden.

"Ahora resulta más fácil conseguir balones, los amigos que viven allá nos los envían. Y ni siquiera tenemos que llegar tan temprano para ocupar una parte del terreno, pues el lugar en ocasiones se ve hasta desolado, ya no va tanta gente. Es como si lo que nos ha sucedido en la liga haya sucedido en general, como si se hubieran ido todos. La situación ha cambiado, y el fútbol también", comenta Rodríguez.

El reflejo de un país

Semanas atrás concluyó la participación de la selección nacional cubana en la Copa Oro, y la popularidad que ha ganado el fútbol entre el público de la Isla obligó al canal estatal Tele Rebelde, que ofrecía una cartelera colmada de Juegos Centroamericanos y del Caribe, a llevar a la pantalla los partidos por vía streaming, a través de la señal HD.

La participación de los Leones del Caribe en la lid fue un fracaso, pues Cuba cayó en los tres partidos de su grupo clasificatorio ante Guatemala, Guadalupe y Canadá, y padeció, además, el abandono de cinco jugadores que decidieron quedarse en suelo estadounidense, así como del médico del equipo. Una vez más, la incursión de la Isla en la Copa Oro generó más revuelo por las fugas que por el buen juego.

Sin embargo, de cara a septiembre la selección nacional afrontará nuevos retos con la Liga de Naciones y las expectativas crecen con el paso de los días. Casi nunca en el pasado existió en el país tanto interés hacia un deporte con escasos resultados, muestra de ellos son los grupos de animación surgidos, como la Manada, que cuenta con miles de miembros en Facebook, Instagram y Twitter.

El fútbol llegó a Cuba para quedarse, como vía de escape —en las pantallas o en los terrenos destruidos— a una crisis social, política y económica tan profunda que ya no tiene parangón.

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