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Crítica

Tempestades solares

La novela de Grettel J. Singer es excepcional por la manera en que describe el descubrimiento del mundo erótico de su protagonista, una mujer deseable.

Nueva York

Empezando por el título que hace referencia a uno de mis favoritos cantautores de nuestro siglo, Caetano Veloso, Tempestades solares captó mi atención, pero al leer la novela a la hora de reseñarla, me di cuenta de unas de las tantas razones por las cuales tenemos que valorarla.

En Tempestades solares, encontramos un bildungsroman clásico, es decir una novela de formación, que se pudiera comparar con otros de este género escritos por autoras latinas como Esmeralda Santiago, Julia Álvarez, Cristina García y Achy Obejas. Pero, en contraste con estas novelas escritas en los 90 situadas en los Estados Unidos, Singer se atreve a escribir una novela "americana" en español, en un tono coloquial pero también poético que tiene como motivo principal la salida de su familia de Cuba hacia Venezuela y luego Miami. 

De hecho es el efecto del dolor causado por la  emigración en la protagonista Amalia y en sus familiares, lo que permite que ella sea capaz de tolerar parte de la violencia sicológica que sus padres ejercen sobre ella. La necesidad que desde muy joven siente la protagonista de aportar su ayuda económica para contribuir al bienestar de su familia en un país desconocido es algo que moldea su personalidad.  En muy raras instancias Singer sitúa la política en primer plano, aunque sabemos que la familia de su protagonista se mantiene al día con las noticias de la Isla y que Amalia, incluso, siendo tan joven está consciente de las peculiaridades políticas de Cuba y de Miami.

La novela de Singer también puede ser leída dentro del contexto cubano al lado de otras novelas escritas por autoras de su misma generación. Me refiero a novelas como Silencios de Karla Suárez, Todos se van de Wendy Guerra y Ánima fatua de Anna Lidia Vega Serova, cuyas autoras han sido traducidas a diferentes idiomas y reconocidas no solo por su valor literario sino por su valor histórico, es decir por lo que nos cuentan de Cuba de los 70, los 80 y los 90.

Los personajes de cada una de estas novelas buscan "desnudarse" a través de su expresión individual, y toman distancia de cierta retórica nacional y masculina. Las protagonistas suelen ser fuertes pero no necesariamente heroicas; buscan de algún modo ser individuos que no dependen del pensamiento colectivo. A través del "episodio", estas novelas demuestran que hay y/o existen muchos caminos para llegar a ser una adulta. 

En vez de explicarnos de manera detallada problemas como la obligación de conformarse a los valores de una sociedad socialista o crear en nosotros una sensación de compasión o lástima debido a las carencias materiales en Cuba (especialmente después de la desintegración de la URSS), Tempestades solares asume, o da por sentado, que sus lectores están lo suficientemente familiarizados con el panorama, y solo nos ofrece algunas referencias sobre la situación histórica y política. Sin embargo, la fragilidad económica en Cuba y la suya en EEUU sí es motivo de muchas de las acciones que realizan sus personajes, lo que hace que la novela dialogue fácilmente con muchas otras novelas sobre la emigración en EEUU.

La novela también hace unas referencias sutiles a la manera en que la economía está relacionada con la historia y la política. Por ejemplo: "la primera y única vez que comió manzanas en La Habana; eran verdes y tenían un intenso olor a 'yuma'". Y luego nos habla de "la cola infame" para conseguirlas.

Singer toma como punto de partida el dolor de la salida de su país natal, narrado por una hija muy particular que trata de hacer todo lo posible para satisfacer a sus padres. Sus padres, insatisfechos desde antes del exilio, culpan el exilio por su propia infelicidad, de la misma manera que algunos personajes en las otras novelas ya mencionadas culpan a la revolución.

No tenemos muchos detalles sobre la existencia de Amalia y su familia en Cuba (Amalia tenía 12 años cuando salieron), pero Amalia sí regresa a la Habana como un topos deseado durante varios momentos de la historia. Uno de los más frustrantes es cuando se da cuenta que esta idea ya no puede servir para apaciguarla. En este sentido, la irresolución es un tema persistente en la novela desde sus relaciones con su familia y con sus amantes —ya sean hombres o mujeres— a sus relaciones con los lugares. Sin duda, la protagonista nos hace creer al final que su vínculo con Cuba ha cambiado, pero no me sorprendería nada que escribiera una secuela de esta primera novela donde otras de sus preocupaciones sean llevadas a una resolución.

Y por último, Tempestades solares es también excepcional en la manera en que nos describe el descubrimiento del mundo erótico de su protagonista, una mujer que sabemos que es deseable, a pesar de que la autora no hace demasiado énfasis en sus atributos físicos. Solo al principio revela que tiene "rasgos finos", y luego nos los recuerda al compararlos con los de uno de sus primeros novios, que se comenta, podría ser "un Pedro Navaja cualquiera". Pero es la honestidad con que Singer confiesa sus deseos lo que nos los hace igual de apetecibles, incluso cuando sospechamos de antemano que no van a terminar con un amor duradero sino que van a intensificar esta turbulencia que es la "tempestad solar".


Grettel J. Singer, Tempestades solares (Sudaquia, Nueva York, 2014).

Un fragmento de la novela: Tempestades solares.

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