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Arquitectura

El edificio que perdió Cuba y ganó México

El presidente de la compañía ronera Bacardí encargó a uno de los más grandes arquitectos del mundo un edificio que nunca llegó a construirse en Santiago de Cuba.

Madrid
Proyecto de Mies van der Rohe para edificio de Bacardí en Santiago de Cuba.
Proyecto de Mies van der Rohe para edificio de Bacardí en Santiago de Cuba. Arquine

El ron Bacardí nació en Santiago de Cuba en 1862. Desde entonces marcó un camino de ascenso, colocándose como la tercera industria cubana no azucarera más importante del país al finalizar la década de 1950. En su expansión, Bacardí hizo construir cuatro nuevas fábricas de ron en México (en 1929 y en 1957) y en Puerto Rico (en 1936 y en 1946). También fue propietaria de las fábricas de cerveza Hatuey de Santiago de Cuba, La Habana y Las Villas. Desde esos años tuvo oficinas comerciales en las principales ciudades del mundo. Muy conocida es la de La Habana, que ocupó el más despampanante edificio art déco de la capital.

Inaugurado en 1930, ese edificio fue obra del arquitecto cubano Esteban Rodríguez Castell, en colaboración con el arquitecto Rafael Fernández Ruenes y el ingeniero José Menéndez Menéndez, quienes concibieron para la compañía uno de los más imponentes símbolos modernos de la arquitectura habanera y uno de sus primeros rascacielos, sobre el que se eleva el murciélago de bronce, distintivo de la firma ronera. Este estandarte arquitectónico de la Bacardí se alzó durante un tiempo sobre el perfil de La Habana como una de sus torres más altas, y aún es considerado el mejor exponente del art déco cubano.

Realizado durante los años de mayor desarrollo de este estilo, destaca tanto por la belleza de su diseño como por el lujo de los materiales empleados. Mármoles y granitos provenientes de Alemania, Suecia, Noruega, Italia, Francia, Bélgica y Hungría visten parte de la fachada y los interiores, donde se mezclan para combinar colores y tonalidades en elegantes diseños geométricos. Igualmente relevantes son las molduras, las lámparas y la herrería donde en ocasiones se repite el motivo del murciélago, así como los paneles de terracota de la fachada principal, realizados por el artista norteamericano Maxfield Parrish.

En 1957, el entonces presidente de la compañía Bacardí, José María  Bosch, tenía en mente la construcción de otro ícono arquitectónico, en este caso para sus oficinas de Santiago de Cuba. Encantado con la estética racionalista del recién inaugurado Crown Hall (1950-1956) del Instituto de Tecnología de Chicago, encargó a su arquitecto Mies van der Rohe la nueva sede santiaguera.

Como se sabe Mies van der Rohe era uno de los grandes maestros de la arquitectura moderna alemana, y último director de la escuela de diseño más influyente de la historia: la Bauhaus. Después de que los nazis la cerraran en 1933, se exilió en EEUU donde construyó extensamente. A este arquitecto debe Norteamérica varias de sus joyas, como la Casa Farnsworth (1946-1951) en Illionis, el edificio Seagram (1954-1958) en Nueva York, o la propia sede de la Facultad de Arquitectura de Chicago que a Bosch había fascinado.  

Su obra se caracterizaba por la concepción de formas elementales, donde la estructura se convertía en uno de los elementos más expresivos del diseño a la par que no interfería en la concepción de espacios abiertos y adaptables, que permitían una transparencia entre las estancias, así como entre el interior y el exterior del inmueble.

Al contratarle, Bosch pretendía, como se había hecho en 1930 con la sede de La Habana, expresar el poder económico de su industria, pero a través de un lenguaje nuevo. Su ideal de oficina era aquella donde no había tabiques, "donde todos, tanto jefes como empleados, se ven unos a otros"; lo cual concordaba a la perfección con el tipo de edificios que hacía este arquitecto.

Para el lote de una de las esquinas que conforman en Santiago de Cuba la calle Segunda y la Carretera Central o Avenida de los Libertadores, diseñó en 1957 Mies van der Rohe un inmueble de planta cuadrada donde destacaba una gran cubierta plana de estructura modular dividida en casetones (18x18 unidades) y sostenida solo por ocho columnas, dos en cada lado. Ubicadas al borde de la cubierta no limitaban el cierre del edificio, que se encontraba retranqueado y, por tanto, protegido por un amplio alero en todo su perímetro.

Gracias al empleo mínimo de pilares y al cerramiento con paredes de vidrio, el edificio era de una limpieza y claridad formal hilarante. Sobre él se ha dicho que fue un punto de inflexión que precedió e inspiró el diseño de la Nueva Galería Nacional en Berlín (1965-1968). Este museo, obra maestra que resume los postulados de la obra de Van der Rohe, tiene una deuda indiscutible con la oficina de la Bacardí de Santiago de Cuba que con el proceso revolucionario no llegó a construirse y de la que pocos conocen el proyecto. Sin embargo, puede entenderse que sirvió como modelo para la construcción a mayor escala de la famosa galería de arte alemana.

Entre 1958 y 1961, Mies van der Rohe construyó en cambio, otro edificio de oficinas para la compañía Bacardí en la ciudad de México D.F. Su diseño es diferente del cubano pero sigue la línea estética del maestro alemán. Considerado hoy un clásico de la arquitectura, fue el único que este autor llegó a realizar en el contexto latinoamericano.

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Tanto daño hecho a Cuba no parece obra de la inexperiencia de sus gobernantes, sino obra de la mala intención. El HP en jefe quiso destruir a Cuba y lo planeó todo con mucho acierto. La pregunta del millón: ¿qué lo motivó a tal satánica destrucción?

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