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Cine

La actriz Ana Gloria Buduen suplica al Gobierno una casa en La Habana

'Me da pena, sí deberían de darme una', dice esta humilde santiaguera cuya carrera ha despegado en los últimos años.

Santiago de Cuba
Ana Gloria Buduen (c) junto a Tomás Cao y Hector Noas.
Ana Gloria Buduen (c) junto a Tomás Cao y Hector Noas. IPS

La actriz santiaguera Ana Gloria Buduen, cuya carrera despegó en 2012 con su participación en ocho películas, tres telenovelas y otros espectáculos televisivos, ha suplicado al Gobierno una casa en La Habana.

En una entrevista con el espacio Altercine, de Inter Press Service (IPS Cuba), Buduen ha lamentado que pierde muchas oportunidades de trabajo y que los continuos viajes a la capital de la Isla la "afectan mucho".

La actriz, de 64 años, reside en un pequeño apartamento en la Avenida Trocha de la ciudad de Santiago de Cuba. Cuida y sostiene a su madre, su hijo, su nieta y a todos los que aterrizan en su morada.

"Mi madre está enferma y tengo que cuidarla, por eso tengo que regresar siempre, pero pierdo mucho trabajo. Si tuviera una casa en La Habana, me ayudaría mucho", señaló.

A la pregunta de si se ha acercado a algún político o a algún ministro para formularle tal solicitud, contestó: "Me da pena, sí deberían de darme una. Tantas casas que hay por ahí vacías, ¿eh? Pero me da pena, no, nunca se lo he pedido a nadie. Sé que hay otros artistas e intelectuales que están pasando mucho trabajo en La Habana. Pero bueno, hay que seguir luchando".

En su época de juventud, allá en los años 70, solía interpretar en la TV santiaguera a esclavas, reinas, duquesas, taínas.

Las producciones en Tele Rebelde murieron a finales de esa década. Santiago perdió el privilegio y el ICRT y sus producciones dramáticas se quedaron en La Habana. Ana Gloria tomó los derroteros de la radio y el teatro durante toda la década de los 80.

Entonces, como la Cenicienta, debutó en el cine por la puerta ancha, de la mano de Fernando Pérez en Hello Hemingway (1990), donde interpretó a la madre de la protagonista.

Los inicios de la década de los 90 fueron devastadores para todos los cubanos. Las producciones televisivas y cinematográficas menguaron considerablemente y a Ana se le escapó la posibilidad de seguir en el séptimo arte, recordó IPS.

A la actriz solo le quedó la radio. Entró en un tormento personal y, como muchos de sus colegas de escena, se refugió en el alcoholismo para enajenarse de los apagones eléctricos, la escasez, la desidia.

En 2012, Guille de la Rosa, realizador y actor santiaguero, regresó de España de tomar parte en una maestría en Meditación: La Ascensión de los Ishayas. Y en el primer curso que impartió en Santiago, Ana se convirtió y regresó entonces a la acción.

En lo adelante, intervino en Desvarío, de Alejandro Gil; La pared de las palabras, de Fernando Pérez; Melaza, de Carlos Lechuga; Un traductor, de Rodrigo y Sebastián Barriuso; Sergio y Serguei, de Ernesto Daranas; Últimos días en La Habana, de nuevo con Fernando Pérez.

Todos fueron papeles secundarios y episódicos, hasta que el realizador francés Eduard Salier le confió el personaje protagónico en la película Cabeza madre, una comedia gore disparatada. Ana Gloria imprimió una fuerza descomunal a todas sus escenas, y su físico duro cubierto de sangre no le impidió exorcizar sus demonios y gozar de júbilo durante toma y toma, así como bromear con los jóvenes.

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