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Opinión

Editorial: Rosa María Payá y el miedo del castrismo

Rosa María Payá ha contribuido a romper el excepcionalismo con que muchos tratan el tema cubano en la región.

Madrid
Rosa María Payá.
Rosa María Payá. O. L. PARDO LAZO

Rosa María Payá, presidenta de la Red Latinoamericana de Jóvenes por la Democracia, iba a entregar en La Habana el premio Oswaldo Payá Libertad y Vida a Luis Almagro, secretario general de la OEA, y una mención de honor al fallecido presidente chileno Patricio Aylwin, que recogería su hija, la exministra y exdiputada Mariana Aylwin.

En 2002, Oswaldo Payá fue capaz de presentar 11.020 firmas ante la Asamblea Nacional cubana y 14.000 firmas adicionales en 2004 reclamando la libertad de asociación, la libertad de expresión y de prensa, elecciones libres y la amnistía de los presos políticos. Conseguir la adhesión de un número tan grande de personas en circunstancias como la cubana supuso un complejo trabajo de movilización por parte del líder del Proyecto Varela, el mayor efectuado por la oposición democrática en la Isla.

La respuesta de la Asamblea Nacional a esta petición se tradujo en un cambio de la Constitución que calificó de "irreversible" al socialismo en Cuba.

Oswaldo Payá falleció el 22 de julio de 2012 en una carretera en las cercanías de Bayamo. Su familia denunció que el auto en que viajaba fue embestido por otro de la Seguridad del Estado. Las circunstancias de su muerte quedaron sin aclarar, el régimen no ha permitido nunca un peritaje internacional e intentó cerrar el caso con un farsesco proceso judicial.

A partir de entonces, junto a la reivindicación de la figura de su padre, Rosa María Payá ha continuado la lucha por la democratización de Cuba, enmarcándola en un contexto continental. Con ello ha contribuido a romper el excepcionalismo cubano con que muchos tratan el tema en la región. Payá se ha mostrado solidaria con las causas y los retos de jóvenes y activistas de otros países, y ha podido obtener lo mismo a cambio.

Fruto de ello es la ola de denuncia y solidaridad de personalidades como la exsecretaria de Estado de EEUU Madeleine Albright, y los expresidentes Sebastián Piñera (Chile) y Felipe Calderón (México), ante los obstáculos puestos por el régimen contra la ceremonia de premiación a celebrarse en La Habana. Una vez más el castrismo demuestra que es, irreversiblemente, una dictadura. Negarle la entrada al secretario general de la OEA y a otros invitados internacionales no hace más que evidenciar su desesperación y su miedo.

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