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Sociedad

Nueva moda en Cuba: vídeos truculentos grabados con móviles

Incluyen sexo en la calle o a 'protagonistas' que reciben dinero por comerse una rana, una lagartija o un gato vivos.

La Habana

Cuba está experimentando una oleada de vídeos que ponen en duda la responsabilidad moral de sus ciudadanos. Lejos de narrar historias de vida o mostrar la realidad social del país, evidencian una devaluación de principios y valores.

El discurso oficial que pregona una altura moral de los cubanos y se esfuerza por señalar la decadencia de la sociedad capitalista está siendo desmentido. El instrumento principal son teléfonos celulares y otros dispositivos móviles.

Registrar lo cotidiano, como ejercicio de la memoria, ha sido siempre una actitud saludable que hoy las tecnologías de la comunicación facilitan. Pero un asunto distinto es patrocinar y forzar eventos, con el único propósito de convertirlos en "divertimentos" dudosos, que denigran tanto al sujeto que lo protagoniza como al que lo registra y luego difunde.

Un vídeo de un hombre y una mujer teniendo sexo a plena luz del día en el Boulevard de San Rafael, en La Habana, y siendo grabados y animados por espectadores, escandalizó a las redes sociales en los últimos días.

Lamentablemente, no es el único. DIARIO DE CUBA ha podido ver grabaciones cuyos protagonistas han recibido dinero para comerse viva una rana, una lagartija o despedazar a un gato (también vivo) con los dientes. En muchos casos, se trata de ancianos, mendigos o individuos con padecimientos mentales.

Otras grabaciones recogen peleas entre adolescentes o mujeres —los más demandados porque con frecuencia terminan en desnudez femenina—, e incluso entre ancianos.

Algunos de esos vídeos pueden encontrarse aún en las redes sociales. No publicaremos el resto porque sería contribuir a una acción denigratoria.

Pero esta es una realidad que se vive en la Isla. Se promueve y circula con naturalidad a través de redes como Zapya y ante la permisividad de la sociedad, que es una manera de participar en esas prácticas cuestionables.

Lo que alarma no es solo la ocurrencia de estos hechos censurables, sino la manifiesta intención de quienes están detrás de los dispositivos que registran los sucesos.

El fenómeno de Zapya no es privativo de Cuba. Datos consultados reflejan que aproximadamente 300 millones de usuarios en todo el mundo la utilizan. La aplicación permite transferir archivos entre dispositivos móviles sin el uso de conexión a internet.

En el caso cubano, se pueden considerar antecedentes de estos shot videos dos grabaciones que cambiaron la vida a dos ciudadanos: Pánfilo pidiendo "jama" para el pueblo y el señor al que sorprendieron, en el patio de su casa, mientras practicaba la zoofilia con gallinas.

Aunque existieron otros, estos fueron relevantes por las consecuencias que desencadenaron. Pánfilo (Juan Carlos González Marco) fue condenado a dos años de cárcel por "desvinculación laboral" y "peligrosidad social predelictiva", aunque el rechazo de la opinión pública internacional obligó al régimen a cambiar la pena por reclusión en un hospital psiquiátrico. El zoófilo no tuvo tanta suerte: optó por el suicidio.

¿De quién es la responsabilidad?

Resulta increíble y triste admitir que estos dos vídeos, en cuanto a contenidos, son casi insignificantes frente a los que actualmente se almacenan en ordenadores, laptops, tablets, teléfonos, o se comparten y cuelgan lo mismo en YouTube que en Facebook.

Es indiscutible que la web está plagada de vídeos de esta naturaleza, publicados bajo la categoría de "peleas callejeras" a los llamados "reality shows caseros". Ahora bien, ¿este dato debería justificar asumir una actitud pasiva porque el fenómeno se ha masificado a nivel mundial, en naciones tanto del primer como del tercer mundo?

En ese caso valdría la pena arriesgar la pregunta correcta: ¿queremos nosotros los cubanos, junto a una nación democrática, respetuosa de los derechos humanos y las libertades civiles, participar y convivir con estos fenómenos?

Pensar a Cuba libre del régimen y restablecida su sociedad civil, también implica, en lo individual, repensar valores y comportamientos que nos van a definir como nación libre.

Ver a nuestros hijos adolescentes implicados, o como observadores, en riñas espontáneas o incitadas por otros, debería bastar como alerta. Pero lamentablemente el fenómeno alcanza también a los adultos, atraviesa todo el tejido social.

Cualquier suceso es registrado sin el más mínimo escrúpulo o distinción. Se incluyen accidentes de tránsito, derrumbes de edificaciones o hechos violentos que llegan a mostrar víctimas fatales.

El Paquete —sistema de distribución de contenido digital en el mercado negro—, que brinda un servicio semanal de acceso a un menú variado de películas, series, programas de televisión, curiosidades, eventos deportivos y archivos de portales digitales, también ha incluido en los últimos tiempos este tipo de reality shows caseros.

"El cliente demanda, nosotros ofertamos", expresaba un distribuidor del Paquete.

Muchos de estos difusores de contenidos temen incluir entre sus ofertas materiales, publicaciones o boletines informativos de medios de prensa independientes como DIARIO DE CUBA, Cubanet, 14ymedio o Hablemos Press. Sin embargo no tienen objeciones para comercializar estos contenidos que son moralmente cuestionables. Es decir, rehúyen "buscarse problemas ideológicos y políticos", pero incurren, en cambio, en una irresponsabilidad que dice mucho sobre nuestra salud cívica.

Ante este fenómeno, donde todos los ciudadanos cubanos representamos un papel, el régimen tiene la responsabilidad de haber propiciado vacíos legales, que permiten que determinadas actitudes sean asumidas por los ciudadanos como "naturales".

Pero ello no significa que la solución a esta problemática —donde nadie es capaz de imaginar quiénes serán protagonistas del próximo shot video— dependa de la voluntad política del régimen. Eso sería un error costoso.

Ojalá y a través de Zapya comience a circular la canción Toxicity, del rapero cubano Bárbaro "El Urbano" Vargas. El tema encierra un mensaje que la sociedad civil cubana debería escuchar: "Las armas no se disparan solas, nosotros ordenamos al cañón", dice.

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