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Política

Ecuador, ¿la hora de la izquierda democrática?

La lucha entre Moreno y Correa, lejos de ceñirse a cuestiones de personalidad o rencillas de poder, tiene verdaderas aristas políticas.

Madrid

Apabullante ha sido la victoria de Lenín Moreno –o la derrota de Rafael Correa, según se mire– en la consulta popular convocada el domingo pasado en Ecuador. No solo los ecuatorianos votaron sí a todas las propuestas presentadas, tal como defendía el actual mandatario, sino que en cada punto el respaldo al sí superó el 60% de los votos.

Esto incluye, por supuesto, dos temas vitales para el futuro inmediato del correísmo: la reestructuración del Consejo de Participación Ciudadana (64,75%) y la eliminación de la reelección indefinida de los cargos electos por sufragio popular (63,57%).

El veto a la reelección indefinida deja a Correa sin posibilidades de postularse por cuarta vez a la Presidencia en 2021. Mientras que la recomposición del Consejo de Participación Ciudadana, cuyos miembros designan a los responsables de algunas de las instituciones más importantes del país, le permitirá al Gobierno poner coto en esta instancia a los integrantes afines al correísmo.

Por el momento, esta votación viene a zanjar, a favor de Lenín Moreno, la pugna con su antecesor, que ha marcado la vida política ecuatoriana en los últimos meses.

Una lucha que, lejos de ceñirse a cuestiones de personalidad o puras rencillas de poder, tiene verdaderas aristas políticas: métodos de manejo del poder, políticas económicas y medioambientales, vías para enfrentar la corrupción.

Si bien el arco que respaldaba al sí comprendía una pluralidad de fuerzas, no menos cierto es que el principal vencedor de esta consulta ha sido el presidente ecuatoriano, quien se ha agenciado un doble éxito: arrinconar a su principal adversario, Rafael Correa, y afincar la legitimidad de su Gobierno.

Razones del resultado

Por lo visto, el énfasis en el diálogo y el consenso, que ha caracterizado los primeros tiempos de la nueva Presidencia, le han granjeado un amplio respaldo al jefe de Estado ecuatoriano. También la determinación mostrada en luchar contra la corrupción, así fuera en detrimento de integrantes del propio partido oficialista, Alianza País (AP).

A Rafael Correa, en cambio, tal vez le haya pasado factura el desgaste natural que supone una década en el poder y, sobre todo, la excesiva personalización de su campaña.

Como bien plantea el politólogo ecuatoriano y columnista en la revista Plan V Gabriel Hidalgo Andrade, contactado por DIARIO DE CUBA, "los procesos sociales son colectivos, no personales. Lo que se ha llamado 'revolución ciudadana' puede seguir en ausencia de su principal caudillo y eso quedó claramente expresado en los resultados de la consulta popular".

La gestión de Rafael Correa, como presidente de la nación andina, comporta aciertos indiscutibles: incremento de las infraestructuras, disminución de la tasa de pobreza, desarrollo de la sanidad y la instrucción públicas.

Pero ese legado no es propiedad exclusiva de Correa, sino de las distintas fuerzas y movimientos sociales y políticos que han obrado en ello. El exmandatario ha errado al presentarse como el único baluarte, y por lo tanto indispensable, en la defensa de la redistribución de las riquezas y la justicia social. Un mesianismo que no ha sido avalado por la ciudadanía este último domingo.

Además, su estrategia de descalificación de Lenín Moreno (al tratarlo en repetidas ocasiones de traidor, impostor, embustero, etc.) le ha significado una pérdida de capital político, puesto que su contendiente ha logrado hasta el momento granjearse la benevolencia de amplios sectores de la sociedad con un discurso inclusivo y abierto al diálogo.

Por si fuera poco, su defensa a ultranza del exvicepresidente Jorge Glas, condenado recientemente a seis años de prisión por participar en la trama de corrupción de Odebrecht, lo ha dejado en una postura delicada. O bien se trata de un respaldo incondicional a los suyos, lo cual confinaría al corporativismo político, o sencillamente de una campaña preventiva de desprestigio ante posibles acusaciones de corrupción en el porvenir.

Perspectivas

Es probable que Rafael Correa y sus seguidores, aglutinados en Revolución Ciudadana, una plataforma recién creada, se vean condenados en un primer tiempo a una travesía del desierto, en la que tendrán que tejer nuevas redes de inserción popular e institucional y a la vez articular un discurso que responda a la nueva realidad política.

No obstante a ello, Correa aún dispone de un apoyo popular no desdeñable. Y nada le prohíbe postularse a otro cargo electo. Además, en la Asamblea Nacional los correístas cuentan con una treintena de diputados, constituyendo así la primera fuerza de oposición.

Pero la mayor amenaza que pesa sobre el antiguo presidente es de orden judicial, debido a los numerosos casos de corrupción que se han destapado desde que dejara el poder. Según Hidalgo Andrade, este "podría ser objeto de investigación y acusación penal como política" y, de ser condenado, ver enterradas sus aspiraciones políticas. Por lo tanto, "el futuro político de Correa, sin ninguna prohibición, es incierto".

A su vez, dada la correlación de fuerzas en la Asamblea Nacional, Lenín Moreno se verá impelido a profundizar su estrategia de diálogo y concertación para poder sacar adelante y con estabilidad sus planes de reformas.

Cabe por último señalar un dato notable: aunque esta consulta popular implicara al conjunto de la sociedad ecuatoriana, lo cierto es que ha servido para dirimir fuertes contenciosos en el seno de la izquierda que ha gobernado el país por más de una década.

A diferencia de la vía dictatorial emprendida por el chavismo en Venezuela, quizás el pequeño país andino esté adentrándose en una senda en que la búsqueda de la justicia social y la equidad se compagine con los mecanismos democráticos. De darse el caso, sería una excelente noticia para toda la región.

 

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