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inflación

El castrismo llora mucho por la inflación, pero la factura mejor que Shakira

Al régimen le interesa gobernar un país de viejos mantenidos desde Miami y la inflación es una herramienta para conseguirlo.

La Habana
Interior del refrigerador de una familia cubana.
Interior del refrigerador de una familia cubana. Diario de Cuba

Reconocía Díaz-Canel el pasado abril, antes de las "elecciones" parlamentarias, que la inflación es el problema "más planteado por la población" cubana en los encuentros con los candidatos a la Asamblea Nacional de Poder Popular.

De entonces acá nada ha mejorado, al contrario, la inflación interanual en mayo fue del 45,48%, frente al 26,16% del mismo mes de 2022 y al 45,36% de abril último, y esto con datos oficiales que no registran ese mercado negro en el que los cubanos gastan una inmensa parte de sus ingresos.

Tan mal va el asunto que, según el experto Steven Hanke, de Johns Hopkins University, el peso cubano ha estado entre las diez peores monedas del mundo los últimos dos años, ocupando el país, ocasionalmente, el segundo lugar en este terrorífico ranking ,solo detrás del históricamente desastroso Zimbabue y algunas otras dictaduras que, imprimiendo billetes, intentan enmascarar la miseria que su supresión de libertades genera.

Lo peor es que se acumulan frecuentes declaraciones de la plana mayor castrista afirmando que la inflación es un fenómeno externo a la economía cubana, principalmente debido a las disrupciones en el comercio mundial causadas por la pandemia de Covid-19 y la guerra en Europa y, por lo tanto, algo que no está en manos del Gobierno resolver… pero la historia real es bien distinta.

Aunque tanto la pandemia como la invasión rusa a Ucrania —vilmente apoyada por el Gobierno cubano— movieron al alza los precios internacionales, muchos comodities, incluyendo los energéticos, han estado remitiendo desde hace ya varios trimestres, lo que, junto a las medidas contractivas de los principales bancos centrales, ha logrado controlar la inflación en casi todas partes, excepto en aquellos países como Cuba, Venezuela, Turquía, Argentina o Zimbabue, que la generan endógenamente por malas (malvadas) políticas monetarias.

Que el patrón de la inflación cubana sea inverso al mundial —aquí aún se acelera mientras allá remite— es evidencia definitiva de que esta es made in Cuba.

Incluso esa inflación importada que tanto menciona el ministro de Economía, Alejandro Gil, refiriéndose al aumento del precio de importaciones que encarecen las producciones cubanas, no puede entenderse como un evento fortuito, sino como consecuencia de una estructura productiva demasiado dependiente de productos intermedios importados, debido al proceso de desindustrialización que sufre la nación desde que el castrismo decidió apostar todo al turismo.

Tampoco es una desgracia imprevista la incapacidad del país para aumentar el valor de sus exportaciones al ritmo en que aumenta el valor de sus importaciones, o la imposibilidad de reajustar sus cadenas productivas cuando el mercado cambia, todo ello es consecuencias de 60 años de políticas económicas erradas que apuntan más a mantener el control político que a generar prosperidad.

No hay que ir lejos para encontrar el origen de la inflación que sufren los cubanos, esta nació con la Tarea Ordenamiento y las políticas monetarias que lanzó el Gobierno pretendiendo querer dinamizar la productividad vía aumento del salario real, pero con el objetivo encubierto —ahora nítido— de abaratar la mano de obra para sacar de pérdidas a las empresas estatales y fomentar una ola migratoria que convirtiera a más cubanos en cajeros automáticos del régimen.

Al sistema político cubano le sobran personas, especialmente jóvenes cada vez más dispuestos a protestar, que no encuentran como ser productivos dentro de un país donde consumen más de lo que aportan. Al castrismo le interesa gobernar un país de viejos mantenidos desde Miami.

Si solo la mitad de los aproximadamente 400.000 cubanos que emigraron desde el inicio de la Tarea Ordenamiento dedicaran a Cuba, entre trámites, turismo y remesas, 1.500 dólares anuales, esa ola migratoria seria, hoy por hoy y por amplio margen, la mercancía exportada que más ganancias aporta al Gobierno, por encima del azúcar, el tabaco, las bebidas alcohólicas, la biotecnología o el níquel. Así que, de momento, la inflación está dejando suculentos dividendos al castrismo.
 
Por ello suena tan cínico el ministro Gil afirmando que "subir más los salarios sería contraproducente, ya que los precios se devorarían el crecimiento salarial a corto plazo", cuando después de la Tarea Ordenamiento casi 500 empresas gubernamentales recibieron beneficios superiores al 150%, o cuando, en el último año, las utilidades de las empresas estatales que tuvieron ganancias aumentaron un 52%, mucho más de lo que aumentó el salario estatal medio en ese periodo. Congelar salarios y pensiones tras dos años y medios de precios al alza no está siendo antiinflacionario, sino dolorosamente inhumano.

Si el Gobierno quisiese realmente controlar la inflación, cambiaría los componentes de la inversión agregada, capitalizando todo lo relacionado con la producción de alimentos, algo para lo que Cuba tiene claras ventajas comparativas por las bondades de su geografía y naturaleza, subutilizadas hoy por estar el capital dilapidándose en hoteles semivacíos.

Otra manera de atajar con seriedad la inflación sería eliminar trabas a la inversión —extranjera y nacional— luego de, por supuesto, una reforma política creíble que garantizara derechos de propiedad y un sistema legal y contractual imparcial y justo, es decir, que el país pasara de finca a Estado de Derecho.

Pero lejos de hacer algo, el castrismo se limita a lloriquear, mientras los cubanos son cada vez más pobres, aun cuando desde que comenzó la Tarea Ordenamiento el Gobierno ha reducido de 500 a 278 sus empresas en perdidas, lo que habla a las claras de que la inflación en Cuba tiene un claro ganador… y 11 millones de perdedores.
 
Eso sí, el castrismo está dispuesto a hacer todo lo posible para controlar los precios de los otros: hay que "acabar con el abuso, la especulación, y el aprovechamiento de la situación por parte de un grupo de personas que actúan sin conciencia, sin compromiso hacia la población", afirmó Díaz-Canel en un reciente Consejo de Ministros, algo que ha repercutido en que se vuelvan a poner de moda los topes de precios en el país, aunque, claro, solo para el sector privado, porque ni las tiendas MLC, ni las tiendas tipo Katapulk, ni las MIPYMES importadoras "privadas" tienen controles de precio.

Queda claro entonces que la inflación cubana no la causó el Covid, ni Washington ni Moscú, sino décadas de políticas económicas erradas sobre las que se han insertado políticas monetarias intencionadas para generar millones de "mandaremesas" y que el Gobierno, pudiera reflotar un sector estatal que se hundía. El castrismo llora mucho porque "sufre" la inflación, pero la factura mejor que Shakira.

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2 comentarios

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El régimen hace mucho que se ha dado cuenta que la „continuidad“ del régimen reside en las remesas de Miami. Todo lo demás son fuegos artificiales, „guindas al pavo“ para entretener al personal que ya no se cree nada de los gordos de GAESA.

"Al régimen le interesa gobernar un país de viejos mantenidos desde Miami y la inflación es una herramienta para conseguirlo." <= ahi esta la nueva estrategia economica. Muy bueno, como siempre!