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Crítica

Once poetas cubanos para jugar balompié

Esta antología compilada por Oscar Cruz es presentada, desde el título, como la selección por antonomasia del fútbol poético insular.

College Station

The Cuban Team: los once poetas cubanos es presentada, desde el título, como la selección por antonomasia del fútbol poético insular. Aunque Cuba nunca ha sobresalido mucho en el fútbol a escala internacional, pues ha sido más bien cultivadora de miles y miles de aficionados y devotos de equipos de otros países: Brasil, Argentina, España… Pero el volumen persigue presentar el equipo definitivo de la lírica cubana.

El uso de los artículos determinados (the y los) en el título evidencia la pretendida exclusividad del ejemplar en cuestión. Contrasta con ello, por ejemplo, la seria y profunda antología editada por Milena Rodríguez titulada Otra Cuba secreta (Verbum, Madrid, 2011) sobre poesía femenina, para la cual Rodríguez se resistió a llamarla La otra Cuba secreta, por modestia y sobre todo por no dejar como definitivo y determinado un panorama que puede ser y es mucho más variado y complejo. Dentro de todas las Cubas secretas posibles, Rodríguez presenta otra; mientras que el editor guantanamero Oscar Cruz (compilador de The Cuban Team…) pretende presentar el equipo de la liga nacional, los once elegidos.

Hay otro elemento que contrasta entre ambos volúmenes: Milena Rodríguez se resistió a autoincluirse en su selección; por su parte, Oscar Cruz se autoincluye dentro del team con plena consciencia de ser parte de lo que él llama "coalición"  que "se distingue por sus propios valores del resto indivisible que la rodea". Puede interpretarse, a partir de los paralelos en el título, que Oscar Cruz es hoy a la poesía cubana lo que Leo Messi al Barça.

(Imagino que la frase "diez poetas", que leemos en la página 9 sea una errata, pues efectivamente, Oscar Cruz dice en la página 11: "convoqué a cinco del 80 y a seis degenerados", y cinco más seis sigue siendo once, por muy trasgresora que quiera ser una antología. La errata me recuerda, sin embargo, esa otra compilación ya clásica titulada Diez poetas cubanos en la que también Cintio Vitier tuvo el tino, como Rodríguez, de no utilizar el artículo que podría parecer arrogante y elitoide. Por otra parte, en la misma, Vitier se autoincluye, como Cruz en The Cuban Team…)

Desde mi punto de vista, llamar a una antología de 11 autores The Cuban Team: los once poetas cubanos puede parecer un buen ejercicio de marketing (con inglés incluido), pero es más bien un gesto que carece de rigor y seriedad, algo que, sin embargo, el propio Cruz exige a los grandes catálogos de poesía cubana que incluyen a los autores sin ningún criterio de selección (véase su apartado "La maldita circunstancia de los bodrios por todas partes", p. 10).

A pesar de lo categórico y seguro que parece Oscar Cruz en sus páginas de presentación, no todo lo que dice está tan claro y determinado. La división entre los seleccionados por él mismo y el "resto indivisible" (p. 9) es, como mínimo, un procedimiento simplista y poco atendible. Al referirse al cúmulo de antologías poéticas cubanas de cualquier temática que incluye a los autores sin criterio de selección alguno, Cruz dice, por ejemplo, que "la mayoría de estos engendros adolece de lo mismo: no presentan un aparato crítico que haga factible su existencia" (p. 10); creo que lo mismo se podría decir de su selección al juzgar por su prólogo, así que cae en ese mismo error que cuestiona y señala adecuadamente sobre otras antologías. Por otra parte, sobre las mismas selecciones cubanas asegura Cruz que "la calidad de los textos deja mucho que desear" (p. 10), sin tener en cuenta que ya es un lugar común de la teoría literaria (desde antes de Terry Eagleton que lo subraya), que los conceptos de "gusto" y "calidad literaria" son epocales, subjetivos, variables. Por ello mismo, a veces, gestos discursivos semejantes al de Oscar Cruz parecen más bien ademanes vanguardistas trasnochados. Quiera el prologuista o no, detrás de esa división facilista y pseudomesiánica de "los once" por un lado y el "resto" por otro, de lo "real" por una parte y de los "sentimentales" por otra, hay una serie de poéticas y de formas líricas de autores que viven ahora mismo en Cuba que merecen ser tenidas en cuenta, sean más o menos tradicionales, más o menos guerreras, más o menos cuestionables.

Cuando leí en el prólogo que Oscar Cruz habla (al referirse del "resto") de "Escritura-Melaza" (p. 10), de "poetines y princesas" (p. 9), el uso del diminutivo despectivo y el femenino me recordó un artículo sobre la obra del propio Cruz titulado "Un duro de matar" y publicado en Oncuba donde el periodista Carlos M. Álvarez dice que "todavía crecen, como marabú de librerías, decenas de lezamianitos disciplinados, tan délficos ellos, tan órficos, tan tóxicos, tan peróxidos, tan peluches" y considera que Oscar Cruz es "generoso con los suyos, con los de su plante, que no es otro que el de la escritura real". Considerar que existe una "escritura real" opuesta a autores lezamanianos, délficos u órficos recuerda demasiado ciertas rivalidades estériles de los años 70 en Cuba. Criterios sectarios semejantes fueron los que desde la oficialidad y la intelectualidad militante echaron a un lado a autores como Delfín Prats o Lina de Feria. Cuando, para defender una poética, hay que ofender y ningunear al otro, o hay que echar por tierra otros estilos y otras formas de lo literario, es que de algo se carece. Algo falla. Si no pueden convivir "guapos" y "órficos", si la poesía es una guerra en que hay que anular al otro, ¿qué diferencia a estos tiempos del coloquialismo militante y excluyente de los años 70? Intolerancias como estas reproducen viejas y absurdas dicotomías, los mismos rezagos del totalitarismo que solemos cuestionar. Me resisto a resumir lo poético a un mero asunto de guapería. Valdría la pena preguntarse, frente a semejantes simplismos divisorios, si no se puede ser valiente y a la vez órfico o ser cobarde y escribir buenos poemas.

Dentro de las antologías de poesía cubana de cambio de siglo hay dos tendencias principales: (1) las selecciones interminables en que los compiladores no llevan a cabo prácticamente ninguna labor de selección a partir de criterios declarados y (2) aquellas en las que, como la realizada por Oscar Cruz, la selección es mucho más pequeña en número, pero en la que sigue faltando una justificación exegética coherente y rigurosa. De ambas tendencias he hablado en otros artículos que he publicado sobre poesía cubana de cambio de siglo. Los ejercicios más serios de compiladores como Jesús J. Barquet, Jorge Luis Arcos y Milena Rodríguez son más bien excepciones en la actualidad.

Oscar Cruz diferencia su "coalición" del "resto indivisible que la rodea" (p. 9), de los demás autores cubanos que al parecer confunde en una gran masa indistinguible y que denomina "un charangón de poetines y princesas" (p. 9), "Escrituras-Melaza. Escrituras de Leche. Boberías", "país de Melancolía" (p. 10). La suya dice ser "una coalición contra la abulia y el gran aburrimiento, contra las formas precocidas de representación" (p. 9).

Ante esta simplificación tan estéril, me gustaría oponer, por ejemplo, la opinión de la ensayista Yanelys Encinosa tomada de su artículo "¿Generación 0? La generación des(re)generada", publicado en La letra del escriba: "Si unos nombres destacan más que otros en la vida literaria por su constancia, o lo polémico de una propuesta o conducta atrevida, o los beneficios de los circuitos de promoción del sistema de premios y publicaciones, no son estas razones las que me atraen a acercarme a su escritura para el disfrute o la contrariedad, y a moverme con ellas; ni son esas tampoco razones para apartarme de otras lecturas y otros nombres, que pasan quizás más silenciosos, sin estridencias, con propuestas también interesantes […] La existencia cada vez más generalizada de lo transgenérico [y lo digital, agregaría yo], no anula sin embargo, las búsquedas de quienes trabajan aún con las formas clásicas, la métrica tradicional, los que indagan en lo lírico y lo establecido como poético: puede degustarse una atrevida décima, una glosa, un soneto, metros antiguos revitalizados, que también exhiben lozanía y que amén de los embistes del verso blanco, por fortuna, se resisten a morir".

Como suele suceder con estas antologías que pretenden ser hiperselectivas, el problema no radica en la selección en sí, en los autores compilados, que suelen ser de mucho interés y en general suelen tener poéticas atendibles. El error, en mi opinión, suele estar en el texto que las presenta, en este caso en el prólogo titulado "La coalición/ algunas ideas" (pp.9-14) y firmado por el propio antologador. La única justificación que me parece creíble, después de leer estas páginas de inicio, es que estamos en presencia de una selección personal de los 11 autores que más sobresalen hoy mismo en la poesía cubana según el gusto del seleccionador, lo cual me parece válido y positivo. Pero hacer del resto de los autores vivos que hoy mismo escriben poesía y viven en la Isla una masa indivisible y descalificarlos con frases irónicas y ofensivas no es solo un error, sino también un acto totalitario, que margina innecesariamente otras poéticas y otras formas del discurso lírico insular. Para hacer resaltar el valor de unos no es necesario cuestionar al resto de manera incompetente y tan generalizadora, sin siquiera proponer ejemplos de lo que se critica o cuestiona. No tiene sentido alguno, al menos para mí, ir de incendiario cuando no se explica y se ejemplifica hasta las últimas consecuencias. En ese sentido, este tipo de antologías (por su justificación y sus prólogos) termina siendo un insustancial golpe totalitario del mismo tipo que pretenden huir y denunciar.

Oscar Cruz parece perseguir, sin embargo (y a pesar de ciertos amagos excluyentes en contra del "resto indivisible", p. 9), una convivencia (al menos) entre (los) autores (seleccionados) de distintas generaciones, algo que me parece positivo porque se aleja de ciertos conceptos generacionales cada vez menos operantes. Cruz no se limita a "la mal llamada 'Generación 0'" (p. 10), según sus propias palabras, sino que su propuesta trata de poéticas ahora mismo vivas y en proceso de desarrollo en la Isla, sin importar el año de nacimiento de los autores. El antologador prioriza la sincronía. Su proceso de selección, aunque no queda expresamente dicho, se guía más por la calidad y el interés que pueden despertar las poéticas por sí mismas en tanto forman, según su visión personal, "una zona de resistencia e intervención" (p. 9). La exigencia de que sean autores de dentro de Cuba (p. 9) es cada vez más absurda y poco funcional, en tanto hay autores que viven en o fuera de Cuba, mantienen su residencia cubana y viajan largas temporadas a la Isla o al exterior, según vaya tocando.

Entre los autores seleccionados hay, sin dudas, algunos poetas muy interesantes. Entre ellos está Reina María Rodríguez, una autora lamentablemente estudiada y analizada más fuera que dentro de Cuba; Jamila Medina Ríos, "plena de referencias mitológicas, científicas, culturales. Escritura-río, fragmentaria, que hereda los aportes de las vanguardias y del neobarroco latinoamericano" (p. 13), según el propio Cruz. Destacan, además, Juan Carlos Flores, Carlos Augusto Alfonso, la gran polítropa y onírica Soleida Ríos, así como Omar Pérez; todos ellos, sin duda, voces atendibles y algunas de ellas ya reconocidas y muy visibles en el panorama cultural cubano. Los demás antologados son José Ramón Sánchez, Marcelo Morales, Javier L. Mora, Legna Rodríguez Iglesias y el propio Oscar Cruz.


Oscar Cruz (antologador), The Cuban team: los once poetas cubanos (Hypermedia, Madrid, 2015).

Este texto apareció en el blog El Jardín de Academos. Se reproduce con autorización del autor.

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