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Crítica

¿De dónde son los culpables?

Ahmel Echevarría incluye en una novela el encuentro de un escritor homosexual y un agente de Seguridad del Estado, cartas apócrifas de Julio Cortázar y 'deslices envenenados' contra Carlos Franqui, Guillermo Cabrera Infante y Jesús Díaz.

La Habana

Esta novela, a la que su autor prefiere llamar "máquina narrativa", cuyo título La noria solo a primera vista parece inapropiado, despliega en cada una de sus 190 páginas un oficio literario envidiable, preñado siempre de segundas y hasta terceras intenciones, fruto de un talento cultivado con rigurosa disciplina. La ringlera de premios literarios alcanzados por Ahmel Echevarría (La Habana,1974) son merecidísimos.

Empecemos por el título, que alude inicialmente, a las rutinas vitales de su protagonista. Sin embargo, luego de leer los bellos versos de Rosalía de Castro elegidos por el autor como exordio, se percibe la advertencia implícita: "los malos tiempos pueden repetirse".

Aunque no recuerdo su nombre entre los participantes de la llamada"guerrita de los e-mails" desencadenada a fines del 2006 como reacción inmediata de un grupo de intelectuales cubanos ante la aparente resurrección mediática del teniente Luis Pavón, cabeza visible de la espantosa campaña anticultural de los años 70, creo que este texto obedece a una motivación similar: exorcizar al fantasma del miedo, omnipresente,

"Redacto estas cuartillas y a ratos miro a la puerta", se lee al comienzo del epílogo, cuando ya la narración principal está terminada. Desgraciadamente, casi todos los escritores cubanos posteriores a 1959 hemos experimentado ese horror, la sensación nunca desmentida de estar siendo sometido a un sistema de vigilancia y chequeo.

La novela consta de tres partes diferenciadas. La central es una doble narración, que toma casi simultáneamente al viejo escritor homosexual (El Maestro) como objeto y sujeto. Se nos narra en tercera persona, con mucha cercanía, como el protagonista ha comenzado, después de 14 años de esterilidad creativa, a escribir un texto de ficción. A su vez, disponemos del proceso de creación de dicho texto, narrado directamente, en primera persona por El Maestro. Este desarrollo se desenvuelve con precisión y fluidez, características de la teoría del iceberg formulada por Hemingway, sin embargo hay mucho más, y esa demasía es muy importante.

Resulta que el viejo escritor cuenta con un amante puntual, que lo ha visitado sin falta cada lunes al mediodía, desde hace ya catorce años. La historia de esta relación está expuesta con precisión, desde el momento en que se conocieron ambos, durante un recital de poesía en 1987: "Fue un largo y agotador recital de poemas y canciones de amor. En aquel 14 de febrero se reunieron escritores, artistas, funcionarios y un público variopinto que no podías definir con certeza donde empezaba la afición y el deseo por la literatura y la música, el deber y la orden de escuchar, y la obligación de entender y descifrar, también la locura".

A propósito de estas lecturas de poesía, asiduamente frecuentadas en Cuba por la policía política, quienes cumplían allí el deber y la orden de escuchar, etc, recuerdo una situación ocurrida nada menos que en la culta ciudad de Matanzas, precisamente por aquellos años perestroikos. La entonces muy joven poetisa Teresa Melo ofrecía un recital al que asistía como invitada de honor la poetisa Carilda Oliver Labra. En un momento dado, los compañeros vigilantes entendieron a su torcida manera las metáforas, y acabaron aquello a golpes y patadas, de las que no escapó la Oliver, quien tuvo que ser incluso atendida en un hospital habanero. Aquello provocó destituciones, tanto entre los combatientes como entre los funcionarios de Cultura.

Pues bien, Ahmel decide, más de 20 años después, narrarnos el encuentro entre uno de estos anónimos y omnipresentes camaradas, fácilmente reconocibles por su complexión atlética y su relativa elegancia, nada menos que homoerótico,con el escritor, quien se convierte así objeto de su pesquisa y de sus deseos.

Esta doble identidad de David-Daniel va revelándosele al lector gradualmente, hasta culminar en la página 170, cuando el autor lo incluye entre las personas a quienes agradece por la información aportada, con este guiño cómplice: "(ninguno de los dos es el nombre estampado en su partida de nacimiento, pero me confesó que tales heterónimos los utilizaba cuando todavía estaba activo—sonrió el muy pícaro cuando le pregunté si era cierto que se había jubilado). Cabe que también estuviese refiriéndose a su doble vida sexual".

Esta osada narración se alterna con las epístolas apócrifas de Julio Cortázar, uno de los pocos intelectuales firmantes de la carta en defensa del poeta Heberto Padilla que mantuvo su vínculo con el régimen cubano después de 1971. Logradas como ejercicio literario, no aportan ninguna novedad para quienes seguimos atentamente aquel proceso,ni siquiera funcionan dentro de la novela, aunque estén dirigidas a uno de los escritores de ficción propuestos por Ahmel, Alfonso Fernández de la Riva, invenciones varias, al parecer destinadas a potenciar venideras "máquinas narrativas".

La sección final, titulada "La Caja de las Maravillas", es la menos feliz, tanto por sus omisiones como por sus deslices envenenados, dirigidos precisamente contra Carlos Franqui, Guillermo Cabrera Infante y Jesús Díaz, escritores todos casualmente desagradables para el régimen imperante en Cuba. Citando oportunamente al siempre fiel Ambrosio Fornet, experto en calumnias discretas, Ahmel Echevarría al parecer se hace perdonar por los culpables de tan dañinas como ridículas vigilancias, sus anteriores aciertos.

No obstante, al menos sus lectores cubanos conocemos bien, por desgracia, esta tan desdichada como real historia nuestra. Queden advertidos sus lectores foráneos. Por frases como la siguiente, en la página 81: "¿Acaso es cierto que la debacle económica de un país puede estar encerrada en la imposibilidad de pagarse una comida gallega?",  el autor de La noria merece pleno reconocimiento.


Ahmel Echevarría, La noria (Unión, La Habana, 2013).

Laura V. Sández entrevista a Ahmel Echevarría: "En cada libro cambio de rostro".

Walfrido Dorta conversa con Ahmel Echevarría y otros autores: "Conversa en Benefit Street (sobre literatura cubana reciente)".

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