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Crítica

'Mariel', concerto grosso

La novela de José Prats Sariol 'es un viaje a la noche de la Revolución, que resultó a su vez la oscuridad existencial de toda una nación'.

College Station

La novela Mariel, del narrador y ensayista cubano José Prats Sariol, bien podría leerse (escucharse) como si de un concerto grosso se tratara. Forma instrumental representativa del Barroco, el concerto grosso es la conjugación armónica a partir de la contraposición entre la mayoría orquestal y algunos solistas. Esta estructura musical la encontramos en piezas de Stradella, de Vivaldi y del mismísimo Bach. Y Mariel (intuyo, me aventuro a decir) está compuesta desde esos fundamentos musicales. La edición definitiva de esta novela, publicada por la Editorial Verbum en este 2014, ha venido a ratificarme la idea anterior. Veamos por qué.

Mariel es tanto lo que sucede en el tejido argumental de la novela (las vidas de los cinco José: el tarjador, el abogado, el periodista, el historiador y el novelista), como lo que acontece y se oye en el trasfondo histórico, esto es, en el "afuera" de lo literario, de las vidas "ficcionales" de los personajes. Novela polifónica, donde argumento y background no-ficcional justamente se conjugan, como las dos partes de un concerto grosso, ya que ambos niveles van articulando el devenir de las historias que componen la narración. Ya Álvaro Mutis en las lúcidas palabras de contratapa advirtió de ese "mundo [novelístico] que llega a confundirse con la sustancia misma de nuestro cotidiano vivir".

En esta edición definitiva de Mariel —la primera es de 1997, publicada por la editorial mexicana Aldus y finalista del Premio Rómulo Gallegos—, la imagen de portada es un fotograma del famoso documental PM (1961), de Sabá Cabrera Infante y Orlando Jiménez Leal. En dicho fotograma dos hombres conversan en la barra del popular bar habanero Two Brothers. La elección de esta foto de cubierta no es casual, ya que deviene un componente paratextual esencial a la hora de adentrarnos en el mundo que la novela propone. ¿De qué manera?

PM fue la primera obra de arte censurada por el gobierno "revolucionario" de Fidel Castro. Censura desprendida no tanto de lo que muestra el documental como de lo que deja de mostrar. Censura generada, al decir de Guillermo Cabrera Infante, "no por el contenido político contrarrevolucionario, sino porque la misma obra de arte era contrarrevolucionaria".

PM representó el principio de una genealogía cubana del desastre. Y justo Mariel inicia (se entronca) en el espacio de ese bar Dos Hermanos —"Una barra es una resistencia, un disentimiento. Hay otros sitios heroicos, pero este despide una luminosidad parecida a la de esos peces de la últimas profundidades", leemos en la primeras páginas— que PM perpetuó desde el lente cinematográfico. Así, el enroque de realidad histórica y ficción, esto es, el contrapunto orquestal en Mariel, ya está dado desde la fotografía de la portada.

Inmediatamente después que empezamos la lectura, estamos situados de lleno en la oscuridad etílica del Dos Hermanos: "¿Le puedo ayudar? Por favor, usted no conoce el Dos Hermanos. Le cambiaron el nombre. Antes se llamaba Two Brothers, pero la misma barra frente a la bahía, el mismo alcatraz de barman, digo, de cantinero. Hace más de cuatro años que no falto ni una sola noche, desde que lo descubrí a los pocos días de mudarme para Mariel".

Si Tres tristes tigres de Guillermo Cabrera Infante es un elogio de las dionisíacas noches habaneras anteriores a 1959, Mariel es un viaje a la noche de la Revolución, que resultó a su vez la oscuridad existencial de toda una nación.

Sin lugar a dudas, el título de la novela que nos ocupa refiere en primer lugar los acontecimientos relacionados con el éxodo masivo de cubanos hacia los Estados Unidos por ese puerto en 1980; pueblo portuario que desde entonces "dejó de pertenecer a los pueblos anónimos". Sin embargo, las verdaderas connotaciones (semánticas y alegóricas) que dicha palabra tiene en la novela deviene reverso, vuelta de tuercas: Mariel más que una novela del exilio, es un fresco narrativo de aquellos que se quedaron, de aquellos que descendieron a los ínferos del insilio en la Cuba revolucionaria.

Aquí no encontraremos vidas ejemplares a imagen y semejanza del "hombre nuevo" guevarista, pero sí los agridulces destinos de unos seres condenados a lidiar con el implacable peso histórico de un país que siguió el rumbo del totalitarismo y la obscenidad ideológica. Seres humanos cuyos principales medios de sobrevivencia son el humor, la mordacidad, el sexo, la broma. Mariel resulta "una broma colosal", como le hubiera gustado a Virgilio Piñera, una metáfora de la mordacidad existencial como contraparte de los imponderables del destino histórico.       

Ahora bien, más allá la lectura dependiente del contexto histórico que podamos hacer (y que existe), Mariel es una novela que posee intrínsecos valores literarios. "Esta obra de Prats Sariol es uno de esos libros exigentes por el rigor de su construcción y por la profundidad ejemplar de las vidas que allí respiran por su propio peso y virtud convincente", nos dice también Mutis en su palabras de contratapa.

Y sí, Prats con Mariel además de dialogar tanto estructural como temáticamente con la gran tradición de la novela occidental, desde Cervantes (el último capítulo, "Coda", es desde el punto de vista del narrador un homenaje a la segunda parte de Don Quijote: la auto-ficción y la auto-referencialidad) hasta Thomas Mann y Alejo Carpentier —hay también algo de Lezama Lima, sobre todo en los diálogos y en los monólogos de disquisiciones librescas y filosóficas—, corre novedosos riesgos compositivos en la escritura de su novela.

Por poner un ejemplo de lo dicho en el párrafo anterior, en los capítulos primero y quinto el narrador en primera persona siempre es el mismo, nunca cambia la voz ni el punto de vista narrativos, las voces e ideas de sus interlocutores tenemos que imaginarlas (completarlas) los lectores, de modo que el límite entre monólogo y diálogo queda borroso, indefinido. Un solo personaje-narrador nos presta sus oídos para que escuchemos los que los otros podrían haber dicho, pensado u hecho. Este recurso estilístico-narrativo sitúa al lector en un territorio intermedio entre lo real y lo probable: "Bienvenido a su familia. Presentía que cuando Mariel se publicara usted vendría a compartir con nuestro Alcatraz inefable, bebería espejo con ron, salitre y marginalidad con ron en la roca, en la porosa roca de hielo dentro del vaso turbio". Este recurso técnico-estilístico, entre otros, hace de la novela de José Prats Sariol una obra donde lo lúdico compositivo y el rigor literario van de la mano.

Leer Mariel es escuchar el concerto grosso novelado de los derroteros histórico-políticos de una nación, de las vidas que han sido por y a pesar de tales rumbos. De igual forma, leer Mariel resulta una inmersión en los rigores compositivos y escriturales que toda pieza narrativa debería entrañar. Queda en las manos, ojos y oídos de los lectores esta muy cuidada "edición definitiva", para provocarles el dolor alegre y la carcajada agónica.  


José Prats Sariol, Mariel (Verbum, Madrid, 2014).

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