Back to top
Crítica

Disuadirlos

Cada vez más poetas y menos poesía. ¿Qué pasa con la poesía cubana?

Miami
Jorge Luis Borges.
Jorge Luis Borges. LITERATURA.ORG

No escampa. Hace unos tres años publiqué un artículo que me pareció pesimista, demasiado enérgico. Pero hoy sigue el aguacero. Lo titulé: "Poetas a dos por medio". Acabo de padecer más de lo mismo y en la misma publicación oficialista habanera. Por ello reproduzco con ligeros retoques lo que entonces escribí:

Borges previó la inundación, aunque la bufonada era de André Gide: "¿Qué hacer por los poetas jóvenes?"

"¡Disuadirlos!" —contestó.

Cinco centavos era dinero, pero poquito. Hoy la frase ha desaparecido: nada está a dos por cinco centavos del gaseoso peso cubano, salvo los poetas en los blogs. Una patada y debajo del sitio web brotan cuatro, en ocasiones hasta siete. ¿Qué pasa con la poesía cubana? ¿Por qué hemos perdido la capacidad de separar las "explosiones biográficas" de los caminos de la poesía?

También se cuenta que un "poeta" le entregó su cuaderno. Borges le preguntó el título. "Con la patria adentro". "¡Qué incómodo!" —respondió acongojado.

Dentro y fuera de Cuba, con o sin la patria adentro, hay una epidemia de "voces", en cualquier género literario. La academia tampoco se salva del torrente. Tampoco se libró de la lengua luciferina de Borges: "¿Cultura universitaria? Oxímoron".

El oxímoron —la "combinación en una misma estructura sintáctica de dos palabras o expresiones de significado opuesto, que originan un nuevo sentido"— cae como un silencio sonoro en el ciberespacio, aunque también sobre papel, lo mismo en Miami que en Holguín, en Pinar del Río que en Madrid o Ciudad de México.

He recibido invitaciones "poéticas" en cinco blogs, cuatro correos y una revista de abolengo. Juro que salvo un poema, el resto son homenajes a las agudezas de Borges. Y el legible, por cierto, no en la revista Unión.

En el blog que motiva estas líneas se reproducen dos textos —imposible llamarles poemas— de una "escritora" que, como por arte de trivialidad, ornada de cierta aura comercial, ha alcanzado que su nombre suene.

No castigo ni siquiera con una línea —¿verso?— de la susodicha. Una larga enumeración caótica, aderezada sin mucho ingenio con referencias intelectualoides, arma el depósito de palabras, no muy extenso, aunque me pareció infinito. No hay allí, traté inútilmente de encontrarla, ni una frase de valor metafórico. Pura descarga, sin electricidad. Puro jadeo afectivo, que como dijera Pound precede a veces al talento y al oficio para empantanarlo.

¿Entonces? ¿Qué está pasando? ¿Qué favorece la inundación de significados opuestos, de poesía antipoética, que nada tiene que ver con el fuerte poeta chileno Nicanor Parra?

"¡Ah! —me dirá un historiador de las letras—, siempre ha habido una cola de voces débiles, de epígonos y mediocres, de cursilones y bobalicones, de gente cuya vanidad galopante hasta los hace sentir poetas".

De acuerdo. Pero no tan larga. La cola cubana —homenaje al socialismo real— jamás se perdió en el horizonte como hoy. Nunca hubo tantos poetas éditos. ¿Por qué?

La neurosis de la soledad sonora, mundializada, da una causa, propiciada por los fascinantes adelantos electrónicos, que tanto disgustan a los poderes totalitarios. Hablamos más, oímos menos. Quisiéramos que nos entrevisten, despertar curiosidad, ser noticia de una tarde de domingo.

Los psiquiatras y sociólogos tienen aquí un enrevesado campo de investigación, aunque el sentido común da evidencias tangibles, que para los cubanos tienen el añadido de la dictadura y de la fragmentación, del insilio temeroso y el exilio lleno de incertidumbres y recuerdos que se borran.

El fenómeno, generalizado, quizás necesite como antídoto un mayor desarrollo de la logoterapia. Pondría en crisis la mayoría de los talleres literarios, seminarios de escritura creativa, blogs artísticos, agrupaciones musicales con pesadillas de textos "poéticos" o trovas cuyas letras desafían a los peores animadores de la radio criolla.

Pero hay algo más. Aparte de valoraciones oportunistas y de las agencias de lucro literario que casi siempre cobran en especie, hay una razón de engorro sentimental: nos da pena seguir el consejo de Borges, nos enrojece disuadirlos, decirles que se conviertan en buenos lectores, que aprovechen esa inclinación o vocación para aumentar su placer con la lectura de poemas potentes.

¿Debe favorecerse que la gente escriba? Claro que sí, y que pinte nenúfares, toque piano, recoja caracoles, actúe en el acto de fin de curso, baile tango e imite los pasos de Michel Jackson en Thriller ... Lo absurdo es la confusión entre el aficionado que goza alguna disciplina artística y la escala de valores que distingue a un pintor como Roberto Fabelo de alguien que emplea su ocio para engrandecer su existencia, que al practicar se hace un mejor espectador, como ocurre en los deportes.

Pero la creación literaria se acerca más al dramaturgo que al actor, al coreógrafo que al bailarín, al compositor que al director o intérprete... Comparte con los ejecutantes la sensibilidad y el talento, pero su acto creador tiene otra urdimbre artística.

La confusión, alimentada por vanidades y soberbias pródigas en adjetivos espectaculares, ha roto los diques. Se evita distinguir, sobre todo entre los autores medianeros. El resultado es un bosque amarillento donde apenas se ve un árbol sano.

Y huele peor cuando los argumentos son exógenos: multiculturalismo, géneros discriminados, minorías sexuales, disidencias o aquiescencias políticas, topologías, afanes generacionales... Hasta he oído quien defiende a un "poeta" porque fuma marihuana o porque un tío lo violó cuando niño...

Otros, más cultos, se esconden detrás del biombo deconstructivista, del relativismo como forma de la diversidad evaluativa, de la acusación de elitismo. Como si al lado de Martí y Casal se pudieran poner a los otros veinte poetas — hoy serían dos mil— modernistas cubanos de fines del siglo XIX.

El resultado está delante, entre reseñas laudatorias y silencios cómplices: cada día que pasa se publican más poemas, cada día que pasa se leen menos poemas. ¿Paradoja? ¡Qué va! A dos por medio no se distingue un mango de una piedra amarillenta.

En la poesía cubana actual, como en la de cualquier otro país de habla hispana, el canon duerme. Sueña que al despertarse haya más lectores que poetas.

Sin comentarios

Necesita crear una cuenta de usuario o iniciar sesión para comentar.