Back to top
12 Piensan los 60

Díaz de Villegas: 'No hay absolutamente nada salvable del período castrista'

Néstor Díaz de Villegas, escritor, ensayista y crítico.

Madrid

¿Se puede hablar aún de Revolución en Cuba?

Pensar la Revolución como evento provisto de un final es el primer ardid revolucionario. No puede existir un momento último en la Revolución debido a que ella misma es "el Fin": hablaríamos entonces del "final del final" o de un tautológico fin del mundo del fin. En cambio, en L'Ordre et le Désordre, Maurras se refiere a un fin que comprende "cualquier estado no anárquico, todo lo que no se parezca a la vida política de la Francia [o la Cuba] revolucionaria del siglo pasado, toda felicidad sólida y todo logro durable que revelen un período de lucha concluida, coronado por alguna escala natural de superioridad e inferioridad". En nuestro caso, ese final feliz aún no ha sucedido.

La misma falacia finalista ocurre en las teorías de los nuevos historiadores que sitúan el memento mori en las distintas fases de institucionalización pautadas por los congresos del Partido. Semejante error solo puede ser resultado del efecto de lente que producen los años 80, seguidos del Período Especial, en la perspectiva de los nacidos en el primer decenio revolucionario.

¿Qué habría que salvar del período revolucionario?

No hay absolutamente nada salvable del período castrista. Si creyéramos que la "educación y la salud" son imprescindibles, estaríamos obligados a justificar la catástrofe en que se basan esos supuestos "avances". La idea de avance, con relación al castrismo, es el resultado de una operación de diversionismo histórico. Para nosotros, "prosperidad" (pro-sperare) es parte de la realidad contrafactual, otro aspecto de aquello que pudo-haber-sido.

¿Cómo clasificaría el momento actual de Cuba?

En su tercer viaje, Gulliver llegó a una isla que flotaba encima de otra isla. El nombre de la comarca flotante era Laputa. El estado actual de Cuba es laputense. La isla afincada en la tierra existe en libertad, crea riqueza, intercambia información, se organiza en partidos, condena la dictadura y rechaza la censura, etc., mientras que Laputa coexiste en un estado paralelo de distopía. Laputa no es real: si la desenchufan del Paquete, las recargas y las remesas, vagará a la deriva, condenada a la obsolescencia.

Sin comentarios

Necesita crear una cuenta de usuario o iniciar sesión para comentar.