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Política

Oro parece, plátano es

El castrismo podría darse el lujo de llamar a referendo para 'legitimar los cambios popularmente', y de paso proyectar una imagen de democracia.

La Habana

A propósito del V Pleno del Comité Central del Partido Comunista (PCC), me viene a la mente aquella adivinanza para niños que aparecía en los libros de las escuelas primarias de los años 50: "Oro parece, plata no es, quien no lo acierte bien tonto es", pues su discurso no es menos infantil, siendo muy fácil de identificar a pesar el intento escurridizo.

El reciente pleno, el último antes de que Raúl Castro haga entrega de la jefatura del Gobierno al civil Miguel Díaz-Canel, tuvo como novedad mayor la intervención del secretario del Consejo de Estado, Homero Acosta Álvarez, quien presentó un informe —previamente aprobado por el Buró Político— sobre los trabajos que realiza hace varios años una comisión designada para proponer cambios a la constitución en concordancia con la "actualización" raulista del modelo socioeconómico del castrismo.

Luego de significar que los "cambios"  ratificarán el "carácter irrevocable de nuestro socialismo y el papel dirigente del Partido en la sociedad cubana" —en el lenguaje parco, en el más puro estilo del general heredero—, agrega que la reforma recogerá las experiencias adquiridas en estos años de Revolución, particularmente en la organización y funcionamiento de los órganos del Poder Popular y el ejercicio de los derechos fundamentales de los ciudadanos.

Las palabras claves de su intervención, la semántica y la jerigonza tradicional castrista como "actualización", "reforma de la Constitución", "recoger las experiencias adquiridas" y otras sugieren claramente que las modificaciones en la Constitución serán pocas y acaso las de mayor significación, la aceptación de la propiedad privada, el reconocimiento de la explotación asalariadas por privados, el cooperativismo no agropecuario y las inversiones extranjeras, siempre sujetas a las múltiples limitaciones que establezcan las leyes complementarias.

En cuanto al funcionamiento de los órganos del Poder Popular, se incluirán las experiencias de las provincias de Artemisa y Mayabeque, las cuales no pasan de "mejoras" en los aspectos del control organizativo de datos sobre personas, viviendas, vehículos y terrenos.

Nada se menciona sobre la eventual separación de los cargos de presidente del Consejo de Estado y de Ministros, de manera que presumiblemente se mantendrá esa concentración de poder en una sola persona, lo cual es una necesidad del modelo estatalista.

Vale recordar el artículo 137 de la Constitución expresa:  "Esta Constitución sólo puede ser reformada, total o parcialmente, por la Asamblea Nacional del Poder Popular mediante acuerdo adoptado, en votación nominal, por una mayoría no inferior a las dos terceras partes del número total de sus integrantes".

Y agrega: "Si la reforma es total o se refiere a la integración y facultades de la Asamblea Nacional del Poder Popular o de su Consejo de Estado o a derechos y deberes consagrados en la Constitución, requiere, además, la ratificación por el voto favorable de la mayoría de los ciudadanos con derecho electoral, en referendo convocado al efecto por la propia Asamblea".

Como se tratará de una "reforma parcial" que no se referirá "a la integración y facultades de la Asamblea Nacional del Poder Popular o de su Consejo de Estado o a derechos y deberes consagrados en la Constitución", lo más probable es que solo sea discutida y aprobada por la Asamblea Nacional, sin ser sometida a referendo popular.

De esta forma el castrismo se ahorraría tener que enfrentar un referendo que pudiera constituirse en una amenaza, si la oposición y la disidencia lograran unirse en el voto, obtuvieran primero el derecho al voto de los emigrados y consiguieran  alguna garantía de control internacional imparcial y de transparencia en el conteo de votos.

Sin embargo, como estos tres factores siguen funcionando a favor del castrismo, su férreo control de la sociedad se lo permitiría y bien pudiera hasta darse el lujo de llamar a referendo para "legitimar los cambios popularmente", y de paso proyectar una imagen de democracia.

De manera que el pleno solo vino a ratificar lo que ya sabemos, sin mayores aportes ni cambios de significación alguna. En todo caso, como en la adivinanza es plátano, porque el oro no se ve por ningún lado.

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