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Huracán Irma

Las muertes, la insensibilidad y la mezquindad destapadas por Irma

¿Cuántas personas perdieron la vida por falta de electricidad en los hospitales durante el azote de Irma?, se preguntan habaneros.

La Habana

En horas de la tarde-noche del sábado 9 de septiembre una llamada telefónica comunicó a Marlén que su padre había fallecido en el hospital Salvador Allende (la Covadonga). Ella tiene 65 años, reside en el Vedado y aún no se ha recuperado de un error de diagnóstico por el cual le practicaron una radical de mama, le extirparon ganglios y le suministraron dos sueros citostáticos de cuatro prescritos. A posteriori, en el Instituto de Oncología aclararon que nunca existió tumoración cancerígena que justificara tal procedimiento, pero sufrió la caída del cabello como estigma de los que padecen la enfermedad.

En compañía de su hijo salió a la calle cuando los vientos del huracán Irma hacían crujir los árboles, volaban objetos y los vidrios se despedazaban. Por el camino, no encontraron transporte para trasladarse al hospital, hasta que avistaron una ambulancia a la que le hicieron señas. Pidieron ayuda, pero se vieron obligados a pagar cinco CUC por el viaje.

Cuando llegaron al hospital "este era una boca de lobo", afirma Marlén. Solo había electricidad en el Cuerpo de Guardia y la Sala de Terapia Intensiva, porque el resto de los grupos electrógenos —según escuchó decir a los trabajadores— no tenían combustible.

El cadáver de su padre yacía sobre una camilla dentro de un cuarto sin climatización y sin luz eléctrica. Los familiares exigieron que se practicara la autopsia para saber la causa de muerte, pero la doctora que les atendía argumentó la imposibilidad de hacer una necropsia bajo tales condiciones y, a modo de consuelo, aseveró: "Pueden estar seguros de que él no sufrió, murió de un paro cardiaco".

Trasladar el cadáver a la funeraria fue una rocambolesca cruzada. "Todas las funerarias de La Habana estaban repletas de muertos, hubo una gran mortandad esa noche", comenta Marlén.

Varias horas más tarde lograron tenderlo en la funeraria de la Lisa y el cuerpo de su padre permaneció más de 24 horas en el ataúd. "Los empleados insistían en enterrarlo en el cementerio de la propia municipalidad —apunta— pero mi hijo metió tremendo 'bateo' para trasladarlo a Colón, porque no había transporte, ni combustible. Era el caos, la anarquía".

Los que conocen la historia de Marlén se preguntan cuántas personas perdieron la vida por falta de electricidad en los hospitales durante el azote de Irma. ¿A dónde va a parar el diesel destinado a los grupos electrógenos de los hospitales? ¿El Estado cubano aún continúa revendiendo combustible en el mercado extranjero y restringiendo las asignaciones a los organismos?

Para acrecentar la inquietud, según fuentes del sector de la Salud que solicitaron el anonimato, en el Cuerpo de Guardia del policlínico de 15 y 18, en el Vedado, se produjeron 175 defunciones en el período del 1 al 14 de septiembre, que incluye los cinco días de apagón por el azote de Irma.

La paradoja es que los fallecidos por falta de energía eléctrica en los hospitales no engrosaron la lista de víctimas del huracán reconocidas por la Defensa Civil.

La muerte de los otros

Acorde a las estadísticas oficiales, durante el paso del huracán Irma murieron diez personas; de los decesos, siete ocurrieron en la capital y resultó sorprendente que dos de las víctimas murieran aplastadas al caer un balcón sobre el ómnibus que les trasportaba.

Nieves, una anciana de 89 años, fue encontrada flotando, desnuda y sin vida, a la altura de la calle 3ra entre 8 y 6, en el Vedado. Sus vecinos detallan que al penetrar el mar la anciana entró en pánico, salió de su apartamento, cayó, se fracturó la cadera (según necropsia) y no pudo incorporarse. El percance ocurrió cuando la vecina que la asistía la dejó intempestivamente sola, para llegarse a su apartamento en el piso superior.

Cinco personas que se negaron a evacuarse sufrieron traumatismos mortales por el derrumbe de sus viviendas en precario estado constructivo. Otra víctima fue impactada por la brusca caída de un poste del tendido eléctrico mientras caminaba por la calle Egido, y el decimo fallecido se electrocutó al tratar de retirar su antena.

Pero en la Mesa Redonda, trasmitida en cadena radial el día 11 de septiembre, este infortunio exacerbó la irritación del moderador Randy Alonso y del segundo jefe del Estado Mayor de la Defensa Civil, coronel Luis Ángel Macareño, como si la cifra de muertos hubieran malogrado un juego de beisbol de cero hit cero carreras. Ambos tildaron a los cadáveres que yacían en la morgue de seres "imprudentes". Alonso incluso culpó a los aplastados en la guagua de disponer "tardíamente" sus evacuaciones.

La nota oficial no ofreció condolencias a los familiares de las víctimas. Nadie desde el Olimpo oficialista lamentó sus muertes. Ni siquiera el general-presidente Raúl Castro, quien apareció en la pantalla de los telerreceptores en la mañana del sexto día, después de que el criticado mandatario galo Emmanuel Macrón finalizara su viaje de ida y vuelta desde París a los territorios franceses de ultramar azotados por Irma.

La historia oficial

Otras de las insensibles bajezas corrieron a costa de los medios informativos oficialistas, que manipularon la magra información que llegaba al pueblo por medio de los receptores portátiles.

Los días 9, 10 y 11 varios periodistas de Radio Rebelde, Progreso y otras emisoras, hicieron entrevistas a trabajadores en lugares donde se acometían las recogida de desechos y cortes de árboles. Este reportero se personó inmediatamente en las direcciones citadas, comprobando in situ que no había nadie trabajando.

Desde la calle Línea a Malecón, miles de metros cúbicos de desechos, entre los que se incluían cárnicos y víveres podridos por la falta de energía eléctrica, permanecieron en la calle durante más de seis días, al mismo tiempo cargadores frontales, camiones y otros equipos —según sus operarios— estaban parados por falta de combustible.

Para empeorar la angustia, en medio del hedor, los damnificados también carecían de gas manufacturado para cocinar, no pocos hicieron caldosas en ollas populares o se contentaron con consumir las raciones de bazofia que la gastronomía estatal vendía a cinco pesos. También existen rumores de que algunas personas, en su mayoría ancianos, cocinaron y consumieron carne podrida durante esos días.

Patrullas de "boinas negras" protegidos con rodilleras, coderas y armados con pistolas Makarov patrullaban y observaban desafiantemente a los damnificados. Gabriel, de 22 años, cuenta que mientras filmaba con su teléfono móvil la detención de varios saqueadores, un oficial se le encimó para advertirle: "tienes dos opciones: o borras la filmación o te desbarato el móvil en la cabeza".

En un recorrido por la zona más siniestrada del Vedado (Línea a Malecón) se pudo comprobar que los daños causados en las redes de distribución eléctrica fueron mínimos, lo que hace injustificable la tardía reposición de la energía eléctrica, que dilató la zozobra de los damnificados.

El porqué el 85% de las baterías de grupos electrógenos no entregó energía al sistema nacional cuando más se necesitaba, y en la zona siniestrada del Vedado se hizo la luz cinco horas después del estallido de la rebelión de la Esquina de Toyo a Santa Catalina, son incógnitas que nunca tendrán respuesta oficial.

"Es indignante que los noticiarios alardeen de la rápida recuperación de los centros turísticos y la reparación de los daños en los hoteles, cuando los damnificados aún dormimos sobre colchones húmedos y pasamos mil trabajos para resolver comestibles", dijo Miguel de 67 años, dos días después de la reposición de la energía eléctrica.

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