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Editorial

Barack Obama ante el viaje a Cuba

En la Isla, el presidente norteamericano podrá hablarle a un pueblo que lo estima más que a sus propios gobernantes.

La Habana

Si como ha declarado, Barack Obama irá a Cuba a "promover el progreso y los esfuerzos que pueden mejorar la vida de los cubanos", el presidente estadounidense podría explotar un raro privilegio: hablar ante un pueblo que lo estima más que a sus propios gobernantes, un pueblo consciente de que quien frena el desarrollo del país no es él, sino los octogenarios al mando allí desde 1959.

Obama debería aprovechar esa popularidad y, siendo fiel a los valores sobre los que los Estados Unidos se han erigido como nación, transmitir de manera directa un mensaje prodemocrático que muchos cubanos sabrán admirar tras 57 años de dictadura.

Podría usar su capital político para reconocer a los luchadores por la democracia en la Isla, víctimas de constantes campañas represivas y de descrédito; para mostrar preocupación por los presos de conciencia y enarbolar el derecho a la libertad de expresión y de asociación. Asimismo, podría apelar a los jóvenes, emprendedores y funcionarios sometidos por un castrismo reconvertido en un excluyente capitalismo de Estado, y dirigirse a los líderes que deberán asumir más responsabilidades tras 2018, cuando según ha prometido, Raúl Castro dejará el poder.

El presidente norteamericano podría hacer énfasis en las ventajas de internet y la sociedad del conocimiento, y dejar claro que no es su país el obstáculo para el desarrollo de la conectividad en la Isla; resaltar las medidas tomadas por él mismo tras el 17-D, medidas que buscan beneficiar a los emprendedores privados y que han tenido escaso efecto por la falta de respuesta de La Habana. Debería exponer la necesidad de que las empresas norteamericanas contraten libremente a trabajadores cubanos, del fin del monopolio estatal de la importación, y de dotar a los emprendedores cubanos de personalidad jurídica y derechos equiparables a los de cualquier empresario en EEUU.

En concordancia con sus declaraciones de que solo iría a Cuba si pudiera reunirse con quien quisiera, Barack Obama debería conversar con opositores y miembros de la sociedad civil de la Isla.

Solo ese camino resultará beneficioso tanto para EEUU como para una Cuba democrática, próspera e inclusiva.

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