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Opinión

Tarea Ordenamiento: el Gobierno goza con lo que Cuba sufre

Quien tenga dudas sobre si el castrismo considera éxito o fracaso la Tarea Ordenamiento, piense en el hombre detrás de ella, Marino Murillo. ¿Fue defenestrado y vive flaco y deprimido en un apartamento de micro, o está más obeso que nunca, en un carro climatizado con chofer?

La Habana
Marino Murillo.
Marino Murillo. CMKC

Cuando comenzó la Tarea Ordenamiento en 2021, sonaron alarmas por los flagrantes errores económicos de su concepción más que estuviera comenzándose en medio de la pandemia de Covid y la recesión económica mundial, y aunque había razones para la alarma, no era por los "errores", sino por la villanía de un plan que, lamentablemente, ha salido perfecto al castrismo.
 
Desde el comienzo fue fácil ver las "peculiaridades" de aquella reforma. Sin embargo, solo quienes creyeron que su verdadero objetivo era mejorar la economía cubana, consideraron esas peculiaridades como errores, y no como lo que eran: pasos para reducir gastos sociales y reflotar la empresa estatal socialista, creando inflación y prácticamente borrando al cuestapropismo, único sector privado legal en aquel entonces. El cuentapropismo le estaba haciendo competencia al Estado, como las cifras de contratación de mano de obra y de alojamiento de extranjeros demuestran.
 
El mecanismo de implementación de la Tarea Ordenamiento fue un shock monetario mediante un aumento sin precedentes de salarios y pensiones, acompañado de un incremento menor de los precios, lo que fortaleció el salario real constituyendo un efecto llamada hacia el sector estatal de la economía. Esto  golpeó al sector cuentapropista, haciendo que las Direcciones Municipales de Trabajo se llenaran de personas demandando empleo, como varios reportajes televisivos mostraron con el triunfalismo habitual.
 
Pero aquello fue un espejismo malintencionado. La ilusión monetaria inducida por el aumento abrupto de liquidez más la arbitraria asignación de precios momentáneamente favorables a salarios y pensiones era insostenible, porque la productividad en el caso cubano no depende de agregar más trabajadores al sistema o de estimularlos con mejores salarios, sino de introducir bienes de capital —tecnología, know-how— que multipliquen la cantidad de producto obtenido de cada trabajador. Y esto es algo que la Tarea Ordenamiento ni siquiera contempló.
 
Pronto, la inyección monetaria engendró una inflación que han tenido que "tragarse" exclusivamente los trabajadores, por tener sus remuneraciones congeladas. Mientras, los precios han escalado tanto que hoy los sueldos y pensiones rinden menos que antes de comenzada aquellas reformas. Con el agregado de que los subsidios han disminuido grandemente, condenando a un porciento enorme de cubanos a vivir en la más abyecta miseria y la desesperanza más profunda.
 
Como recuerda Merlys Gort, directora de Trabajo y Seguridad Social del municipio Pinar del Río, "a finales de 2020, previo al inicio de la Tarea Ordenamiento, se anunció que, con ella, confluirían dos factores que generarían una motivación adicional por el trabajo: el incremento salarial y la eliminación de subsidios y gratuidades excesivas… Con la llegada del llamado día cero, las plazas no alcanzaban (pero) con el tiempo una parte importante del sector estatal ha quedado otra vez con salarios muy por debajo del sector privado".
 
Dos años después, el panorama general es una inflación jamás vivida en Cuba, una moneda en picada absolutamente fuera de control, y un mercado laboral que expulsa en vez de captar trabajadores. Sin embargo, el espectáculo dantesco de la Cuba de hoy no debe considerarse un fracaso de la Tarea Ordenamiento, sino su objetivo logrado.
 
Mantener salarios y pensiones congelados a la vez que crear la segunda mayor inflación del mundo, ha servido al castrismo para hacer "rentables" a las empresas estatales socialistas por medio de abaratar la mano de obra. Lo que, además, ha logrado reducir las plantillas del sector estatal en un ajuste laboral que encubre despidos masivos, desapercibidos por la ausencia de sindicatos o representación política o mediática por parte del pueblo.
 
Mediante este ajuste laboral, el Gobierno ha logrado en estos dos años reducir de 500 a 278 las empresas en perdida contable, lo que, sin embargo, no es necesariamente positivo. Como el sistema económico cubano está desconectado del mercado internacional, las empresas estatales, aparte de mano de obra artificialmente barata, divisas cuyo valor no tiene respaldo real, subsidios en varios suministros, más trabajar en condiciones de monopolio, hacen que, aun no habiendo pérdidas contables, pueda estar mal utilizándose recursos que serían más eficientemente asignados si la economía cubana estuviese integrada a las cadenas internacionales de producción.
 
Si tenemos en cuenta que la productividad laboral (productos y servicios /recursos utilizados) de los trabajadores cubanos es de 1.620 dólares (27.000CUP) anuales, según Yovana Vega Mato, directora del Sistema Empresarial Estatal del Ministerio de Economía, y que ese es el dinero neto del cual el castrismo dispone para mantener durante un año al trabajador, a sus familiares y a los que no trabajan ni producen —como la plana mayor del PCC— entenderemos que no importa cuantas empresas estén o no en número rojos, porque el país como agregado lo está, ya que consume —lo poquísimo que consume— más de lo que logra producir.
 
Entonces, ¿no es mucho mejor para el castrismo que esos trabajadores emigren, y no solo dejen de ser una carga, sino que se conviertan en un activo para un régimen que entre pasaportes y otros trámites, recargas de ETECSA, renta de autos y gastos vacacionales, remesas y paquetería, más algún loco que invierta en una MIPYME, les sacará a cada emigrado anualmente bastante más que si estuvieran trabajando en Cuba?
 
Solo quien comprenda que la "economía" castrista no es una herramienta de prosperidad, sino un medio de control social y mantenimiento del poder, entenderá que la Tarea Ordenamiento ha sido un éxito convirtiendo el sistema asistencialista de Fidel Castro en uno de sálvese quien pueda, además, descapitalizando la carísima —con respecto a lo miserable del país— salud y educación pública; mientras el shock financiero presentado como un regalo para los trabajadores ha fermentado —como el Gobierno esperaba que pasara— en una inflación empobrecedora que creó las condiciones para que el castrismo exporte su mejor producto: cubanos.
 
Quien tenga dudas sobre si el castrismo considera éxito o fracaso la Tarea Ordenamiento, piense en el hombre detrás de ella, Marino Murillo. ¿Fue defenestrado y vive flaco y deprimido en un apartamento de micro, o está más obeso que nunca, en un carro climatizado con chofer y dirigiendo Tabacuba, una de las empresas que más dólares produce en el país? ¿Eso parece un premio o un castigo? Saque el lector sus propias conclusiones.

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2 comentarios

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Al obeso Murillo le deberían dar un pico y una pala para que arregle todos los huecos de la carretera central y al Gil otras para las 8 vias

Felicitaciones, análisis conciso y lúcido. Cumplieron sus objetivos, ni el llamado capitalismo salvaje.