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Nicaragua

Opositores se dividen por diferencias en cómo enfrentar a Daniel Ortega

La división se produce cuando se vive un momento crítico en la lucha democrática de Nicaragua.

Madrid
Jesús Tefel celebrando su excarcelación en diciembre de 2019.
Jesús Tefel celebrando su excarcelación en diciembre de 2019. AFP

Las dos principales plataformas opositoras al régimen de Daniel Ortega han optado por separarse, dadas sus diferencias en cómo alcanzar el objetivo de que haya nuevas elecciones en Nicaragua y un cambio democrático.

Este 9 de enero, Jesús Tefel, de la Unidad Nacional Azul y Blanco, confirmó a periodistas en Managua que esta plataforma opositora ya no trabajará de forma conjunta con Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia, aunque aseveró que se mantendrán las buenas relaciones entre ambas instancias.

La división opositora se produce cuando justamente se vive un momento crítico en la lucha democrática de Nicaragua por la negativa de Ortega de abandonar el poder, junto a la cruda represión que se vivió entre los años 2018 y 2019.

De acuerdo con el analista nicaragüense Eliseo Núñez Morales están en el tapete diferencias sobre cómo alcanzar  el cambio democrático en el país centroamericano.

"Hacer piquetes, hacer un paro nacional indefinido, hacer elecciones, demandar sanciones, organizarse solo con los jóvenes, unir a los partidos tradicionales, esperar otra guerra civil como en la década de los 70", repasa Núñez Morales las estrategias discutidas en ambas plataformas opositoras variopintas.

A su juicio, en este momento en Nicaragua en el seno de la alternativa democrática al régimen de Ortega "hay tres grupos bien definidos: 1) los que creen en soluciones rápidas, se llame esto estallido social, conflicto violento o paro indefinido; 2) los que creen que hay que organizarse sin los partidos políticos tradicionales; 3) y los que creemos que la organización debe ser con un énfasis en los liderazgos emergentes, pero que no se debe excluir a nadie a priori".

La separación, según Tefel, obedece a "una decisión estratégica, vamos a tener el momento para anunciarlo. Se debe más a estrategias orgánicas que a cualquier tipo de conflicto, son procesos que se vienen haciendo desde hace meses, con el fin de hacer más clara la toma de decisiones".

La Alianza Cívica nació de un grupo de opositores reunidos por el Episcopado de Nicaragua en mayo 2018, para que representaran a la población nicaragüense en el primer diálogo nacional con Ortega. En esta plataforma convergen los sectores estudiantil, laboral, campesino, de la costa caribeña, académico, privado y político, y es el único movimiento opositor reconocido por la comunidad internacional como interlocutor de Ortega.

En tanto, la Unidad Nacional Azul y Blanco, la más amplia del país, se formó a mediados de 2018, cuando los líderes de los movimientos "autoconvocados" para protestar contra Ortega decidieron unirse, con el fin de hacer un frente común de opositores, luego de que algunos miembros de la Alianza Cívica fueron encarcelados o empujados al exilio.

En la Unidad se aglomeraron organizaciones feministas, partidos políticos de centro, disidentes sandinistas, diversas ONG dedicadas a temas sociales, líderes de la diáspora y jóvenes autoconvocados, entre otros.

Hasta ahora aunque ambas organizaciones se habían brindado apoyo mutuo y mostrado su interés en crear una "gran coalición" opositora, esto no llegó a materializarse.

Para Núñez Morales hay un círculo vicioso en la lucha democrática: "en la medida en que te divides, pierdes posibilidad de victoria, y en la medida en que pierdes posibilidad de victoria, también pierdes incentivos para mantener unido".

La unidad entre estas dos plataformas nicaragüenses duró 15 meses. En octubre de 2018 las dos grandes corrientes opositoras al presidente Daniel Ortega que se formaron tras la represión a las protestas que desde abril de ese año exigían el fin del mandato del sandinista.

Para analistas, esta decisión de separarse ambas plataformas alejará la solución a la crisis que en Nicaragua ha dejado 328 muertos por la ambición de Ortega de aferrarse al poder y cerrarse a negociar una salida pacífica.

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