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Política

Al Shabab, el telón de fondo del secuestro de los médicos cubanos

La milicia islamista, que opera en Somalia y en Kenia, es uno de los grupos terroristas más cruentos en la actualidad.

Madrid

"Kenia es oficialmente a partir de ahora una zona de guerra", emitió en un comunicado en 2014 Harakat Al Shabab Al Moudjahidin –el Movimiento de los Jóvenes Combatientes en árabe–, más conocido como Al Shabab.

Esta es la milicia terrorista somalí que supuestamente habría secuestrado la semana pasada a dos médicos cubanos en el condado de Mandera, en el norte de Kenia, cerca de la frontera con Somalia.

Los dos galenos forman parte de los 100 médicos cubanos que arribaron a Kenia en junio del año pasado en medio de críticas del gremio local.

Al Shabab, uno de los grupos terroristas más activos en el continente africano, cuenta con dos ramas interconectadas, una en Somalia y otra en Kenia, que operan con total autonomía. La rama somalí, por ejemplo, suele también intervenir en Kenia. Un dispositivo que dificulta saber cuál de los grupos realiza las acciones. A esto se añade la existencia de múltiples facciones en el seno de la milicia.

Se estima que el número de combatientes de Al Shabab oscila entre 5.000 y 9.000. Entre ellos hay originarios de los países árabes y de Pakistán.

El secuestro podría tener como objetivo la búsqueda de financiación para la milicia, mediante la obtención de un rescate. Pero, de todos modos, se enmarca en la estrategia de desestabilización de la sociedad keniana que impulsan los combatientes islamistas desde que el Ejército de Nairobi intervino en el conflicto civil somalí en detrimento de Al Shabab.

Una lucha en dos frentes

El grupo persigue una lucha basada esencialmente en dos frentes. Por una parte, mantiene una guerra de desgaste en territorio somalí contras las tropas gubernamentales y de la Misión de la Unión Africana en Somalia (AMISOM, por sus siglas en inglés), a través de continuos ataques, a la vez que atenta contra el personal de las organizaciones humanitarias presentes en el país e incluso contra la prensa.

Por otra parte, como represalia contra la intervención de las tropas kenianas en el conflicto somalí, mantiene una política de terror en Kenia, donde en la última década ha perpetrado numerosos atentados, entre ellos el del centro comercial Westgate en Nairobi, en septiembre de 2013, que dejó cerca de 70 muertos, y el de la Universidad de Garissa, en abril de 2015, que se llevó la vida de 148 personas.

El 15 de enero pasado un comando del grupo terrorista atacó un hotel en la capital keniana, dejando un saldo de 21 muertos.

La milicia somalí es uno de los grupos terroristas más letales en la actualidad.

La estrategia de Al Shabab en Kenia va más allá de la simple represalia. Con un 11% de la población de confesión musulmana, en un país mayoritariamente cristiano, y con una importante comunidad somalí (cerca de dos millones de personas para una población total de 42 millones de habitantes), la milicia islamista intenta una agudización del sectarismo en la sociedad keniana, buscando una respuesta de las autoridades que tienda a marginalizar y a criminalizar a la comunidad musulmana, lo cual se revertiría en un apoyo al grupo terrorista.

Estas peculiaridades hacen del norte de Kenia una región que entra, a la par de Somalia, en los planes de Al Shabab de instaurar la aplicación de la versión más rigurosa de la sharía, la ley islámica.

Tradicionalmente, la financiación del grupo procede de la extorsión de comerciantes, del cobro de impuestos ilegales, del contrabando de carbón vegetal y también de fondos recaudados por la diáspora somalí. Tampoco hay que descartar al principal mecenas del terrorismo islamista, Arabia Saudita.

Una historia de violencia

Al Shabab se creó en 2006 a raíz de la entrada de tropas etíopes en Somalia con el fin de apoyar al Gobierno Federal de Transición, el liderazgo reconocido por la comunidad internacional entre 2004 y 2012, tras más de una década de guerra civil. 

El Ejecutivo somalí se enfrentaba entonces a la Unión de los Tribunales Islámicos, una coalición de grupos islamistas que buscaban imponer la aplicación de la sharía, la ley islámica, como base jurídica en todo el territorio nacional, y de la que Al Shabab se convertiría en el ala más radical.

Durante la ocupación etíope, entre 2006 y 2008, Al Shabab gozó de un fuerte apoyo popular por su oposición a las tropas extranjeras, entre las que también se contaban, a partir de 2007, la AMISOM, encargada por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas de apoyar al Gobierno Federal de Transición.

Con el retiro de las tropas etíopes, en 2008, Al Shabab, que había jurado lealtad a Al Qaeda, conoció un rápido auge y durante casi tres años logró controlar dos tercios del territorio somalí. 

La intervención de las tropas kenianas, a principios de esta década, en respaldo a la AMISOM dio un vuelco a la situación y Al Shabab perdió el dominio de la capital, Mogadiscio, en 2011, y de su bastión, la ciudad portuaria de Kismayo, en 2012.

Aun así, Al Shabab mantiene el control de vastas zonas rurales del sur de Somalia, un país arrasado por casi tres décadas de guerra civil y en el que las instituciones del Estado son prácticamente inexistentes.

Es en este contexto que los médicos cubanos desarrollaban su labor en el condado de Mandera. 

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