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Béisbol

'El Duque' Hernández, a 19 años de su debut en Grandes Ligas

Tras semanas de travesía, donde jamás dejó atrás a un grupo de amigos que siempre le acompañaron, "El Duque" floreció y el premio a su valentía fue coronado con el glorioso uniforme de los Yankees de Nueva York.

La Habana

El 3 de junio de 1998 nació una historia en el béisbol de las Grandes Ligas: Orlando "El Duque" Hernández debutó con los Yankees de Nueva York. Cuando no pocos pensaban que de su brazo derecho no volverían a tirar strikes, el diestro dictó sentencia en el arte de lanzar, sentó cátedra en la asignatura de conquistar sueños y demostró que un buen competidor nunca se rinde.

A sus 32 años, "El Duque" aún tenía la fuerzas para treparse a la lomita de los martirios. Entonces asumió el desafío en los mejores años de los Yankees a finales del siglo XX, donde fue parte vital de tres anillos de Serie Mundial (1998, 1999 y 2000).

En Cuba, "El Duque" era un hombre feliz, contaba con tantos seguidores como amigos y victorias como batallas. Ganó 126 juegos y solo perdió 47, dejando en 1997 el mejor récord para cualquier lanzador en la Isla. Sin embargo, su carrera se vio apagada por el dedo de la injusticia, después de que su hermano menor, Livan Hernández, abandonara la selección nacional en Monterrey, México.

Fue un duro momento para el 26, pues las autoridades arremetieron contra él, alejándolo obligatoriamente de su pasión, cuando más brillaba en la cúspide con los Industriales. Fue una de las tantas pruebas que tuvo que pasar el natural de Villa Clara, pero no se dejó vencer, así que se lanzó a atravesar las 90 millas marítimas que lo separaban del sueño de volver al centro del diamante.

Y lo logró. Tras semanas de travesía, donde jamás dejó atrás a un grupo de amigos que siempre le acompañaron, "El Duque" floreció y el premio a su valentía fue coronado con el glorioso uniforme de los Yankees de Nueva York.

Entonces vinieron momentos duros, alejado de su madre e hijas, pero siempre mantuvo la fe en que tendría de nuevo a su familia para disfrutar sus triunfos. El día de su debut, banderas cubanas ondeaban en un abarrotado Yankee Stadium, donde lanzó ante Tampa Bay. En siete episodios solo permitió una carrera limpia y ponchó a siete. Ese fue el inicio de muchos momentos memorables, como su primera victoria en postemporada, ante los Indios de Cleveland en Jacobs Fields, y luego otra actuación corajuda en la Serie Mundial contra los Bravos de Atlanta.

El Duque llegó al más alto nivel del béisbol y ganó en su primer año, como mismo lo hizo su hermano Liván con los Marlins de la Florida en 1997. Tocó el cielo con los Yankees y, cuando parecía que sus habilidades se alejaban de la astucia, volvió a la lomita, con su elegante windup, la slider cortante y ese control maestro —más que velocidad suprema—, para ser una piedra angular en el campeonato de los Medias Blancas de Chicago de 2005.

Las palabras de Juan Nieves, su entrenador en aquellos años, dan fe de que Orlando Hernández no solo fue grande por sus estadísticas, sino por esa huella gigantesca que dejó con su sonrisa, su humildad y la consistencia de un guerrero que brilló siempre con luz propia.

"El Duque es uno de esos pitchers que uno tiene en la categoría de espectaculares. Hay buenos lanzadores, hay excelentes lanzadores, pero existen pitchers únicos en el arte de lanzar, y Orlando alcanzó ese título", expresó Nieves.

Orlando se despidió de los montículos un 30 de septiembre de 2007. Pero dejó escrita una historia digna de admirar, que puede servir de ejemplo para todos aquellos que luchan por no dejar atrás sus sueños.

"El Duque" es y será un ícono cubano, un jugador especial por sus condiciones como deportista y persona. Es por eso que, a 19 años de su debut en Grandes Ligas, aún trascienden sus hazañas, como viva muestra de majestuosidad y amor sin medida por el béisbol.

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