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Deportes

Pistas sin arcilla, piscinas secas

Las instalaciones deportivas habaneras se derrumban a la vista de todos. ¿Volverán a funcionar alguna vez?

La Habana

El campeón olímpico de 110 metros con vallas, Dayron Robles, se ha quejado reiteradamente de las malas condiciones para entrenar que tienen los atletas de alto rendimiento en su sede, el Estadio Panamericano, al este de La Habana.

No es para menos. El recinto, construido demasiado cerca del mar, ha sido pasto del salitre y del desfalco de rateros nocturnos y trabajadores del lugar, que por cargar, han desvalijado almacenes y desmontado piezas de mármol de las paredes, lámparas fluorescentes, tubos de la cerca y equipamientos del gimnasio.

Si el Estadio Panamericano da grima, una obra edificada en 1991 a raíz de los juegos continentales efectuados en La Habana, atrás no se quedan otros recintos, utilizados en el entrenamiento de los probables participantes en los venideros juegos olímpicos de Londres 2012.

Frente al Capitolio Nacional se encuentra la sala Kid Chocolate, una céntrica instalación deportiva donde se efectúan carteles de boxeo de primer nivel, juegos de la liga de voly nacional o de fútbol sala.

Su aspecto constructivo es lamentable. El techo es un coladero cuando llueve. Los baños, sucios y destartalados, están tupidos. Sus ventanales de madera piden a gritos una reparación general .

Por su parte, el Estadio Latinoamericano, insignia del béisbol cubano, no se salva del abandono. Inaugurado el 26 de octubre de 1946, el viejo Stadium del Cerro vive sus peores momentos.

Su terreno necesita un levantamiento que mejore el drenaje. Un chubasco de mediana intensidad basta para suspender los partido. El césped ha perdido verdor y se notan claros y ondulaciones en el sector de los jardines. Cuando una pelota bateada de foul cae en el ruinoso techo, este desprende una espesa herrumbre que baña a los aficionados.

Sigamos el recorrido por la sala José Ramón Fonst, en la avenida Rancho Boyeros, frente a la terminal de ómnibus nacionales. El recinto se encuentra repleto de filtraciones que han provocado daños al tabloncillo de juego.

Incluso la Ciudad Deportiva, un coloso circular con capacidad para 14 mil espectadores construido en 1958 por el gobierno de Fulgencio Batista, al tener dañado sus equipos de climatización, no fue homologado por la Federación Internacional de Voleibol para que la selección nacional efectuara sus partidos durante la pasada Liga Mundial.

Cuando se camina por los alrededores del Cerro Pelado, centro de entrenamiento de deportistas de alto rendimiento, se observa el deterioro avanzado de los apartamentos donde residen los atletas, así como las malas condiciones de adiestramiento en muchas salas.

Solo los terrenos aledaños a la Ciudad Deportiva se salvan del desastre. El estadio Santiago Changa Mederos y el colindante campo para niños de la categoría 11-12 años, figuran entre las mejores —y pocas— instalaciones deportivas de La Habana.

Si los centros en que entrenan estrellas como los campeones olímpicos Dayron Robles o Mijaíl López están despedazándose, qué decir de los terrenos donde la población va a correr, hacer ejercicios o a practicar algún deporte .

El Ciro Frías, en la Calzada de Bejucal, en Arroyo Naranjo, es un centro multideportivo que parece haber sido devastado por un huracán. Su piscina está atiborrada de fango y desechos sólidos. Hace años no se practica natación. Sus directivos desconocen si algún día vuelva a funcionar la alberca. Siendo optimistas, se diría que es improbable.

El presupuesto estatal no contempla dinero para su reparación. No solo es la piscina. La yerba crecida impide practicar con normalidad el béisbol o el fútbol. Más allá, el viento se llevó la arcilla de la pista de atletismo, dejándola en puro concreto. Y la sala de judo y lucha se puede venir abajo en cualquier momento.

Si visitamos el Eduardo Saborit, en la 5ta Avenida de Miramar, o el CVD Martí en el Vedado, encontramos situaciones iguales o peores. Así y todo, cuando cae la tarde cientos de jóvenes, balones y pelotas en mano, acuden al lugar a practicar baloncesto, béisbol y sobre todo fútbol, el deporte de moda entre niños y muchachos.

Decir que el antiguo Pontón, colindante con los municipios Cerro y Centro Habana, es un centro deportivo, es puro eufemismo. A día de hoy, los terrenos de béisbol y la pista de atletismo han desaparecido, debido a un drenaje pluvial efectuado por empresas de acueductos de la ciudad.

De esos mal cuidados campos beisboleros, surgieron peloteros como Enrique Díaz, el rey del hit, o el formidable paracorto Rolando Verde. En la actualidad, sus terrenos son un inmenso patatal. Y su piscina está definitivamente clausurada.

Por una razón u otra, en La Habana han desaparecido más de 50 terrenos de béisbol. Cientos de canchas de baloncesto se encuentran sin aro. Y los artículos deportivos hay que comprarlos en moneda dura.

Si uno quiere ejercitarse y tiene dinero, puede recurrir a los gimnasios privados que como florecen por doquier en la ciudad. Cuestan entre 5 y 20 cuc al mes y poseen equipamiento moderno y de calidad.

Aquellos años en que un orgulloso Comandante Único se refocilaba y a los cuatros vientos decía que el deporte era derecho del pueblo, han pasado a la historia. Ahora practicar deportes en la isla es un suplicio. Y costoso.

Incluso los campeones olímpicos sufren lo suyo debido a las precarias condiciones de entrenamiento. Pregúntenle a Dayron Robles.

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