Dibuja primero una jaula
con la puerta abierta,
dibuja después el cielo
o una nube, algo bello,
algo útil para el tigre.
Apoya después el papel contra un árbol.
En un jardín, en un soto
o en un bosque escóndete tras el árbol.
No digas nada, no muevas siquiera tus ojos.
A veces el tigre llega al instante,
pero puede que tarde meses
antes de que se decida.
No te desanimes por la ausencia de sus alas.
Espera el oro de sus patas o la noche en su lomo
con paciencia de orfebre.
Espera si es necesario durante años.
La celeridad o la tardanza
en la llegada del tigre,
el tiempo que esperes, no tiene nada que ver
con la calidad del dibujo.
Cuando el tigre llegue (si llega)
observa el más profundo silencio.
Espera que el tigre entre en la jaula
y una vez que haya entrado
sella suavemente la puerta con tus ojos.
Después borra con agua, uno a uno, todos los barrotes,
pero cuidado no apagues, sin querer, alguna llama del tigre.
Acto seguido, haz el retrato también del árbol,
escoge la rama más bella para posar al tigre.
Dibuja el follaje a la luz de su sombra
y la seda del viento,
el polvo encendido del sol
y el ruido de los insectos en la hierba bajo el calor estival.
Al final, espera dormido
a que el tigre hable.
Si el tigre no habla, ni vuela, mala señal.
Señal de que el dibujo es malo.
Pero si habla, la señal es positiva.
Señal de que puedes firmar la obra terminada.
Entonces, arráncale con delicadeza
una pluma a las alas del tigre
y escribe tu nombre
en una esquina del papel.
Dolan Mor nació en Pinar del Río, en 1968. Su último libro es Poemas míos escritos por otros (Aduana Vieja, Valencia, 2012), publicado en dos volúmenes.