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Poesía

Nikita

'Toca aquí./ En este sitio debí tener/ un corazón./ Y también debí tener/ madre o algo./ Otra vida tal vez/ para caminar juntas/ por la reserva forestal/ y tragar oxígeno.'

Buenos Aires

I

Tuve una escuela.
Las mujeres eran de trapo.
Los hombres de papel.
Temprano en la mañana
el preceptor venía
y nos recortaba.
Dos tijeras
made in China
entraban con hambre
y sin pudor.

Contra el fondo sepia
nos desprendíamos luego.

Jugábamos al number one.
A quién se recomponía
entero.

Toca aquí.
En este sitio debí tener
un corazón.
Y también debí tener
madre o algo.
Otra vida tal vez
para caminar juntas
por la reserva forestal
y tragar oxígeno.

Nada me pidas.
Me dan miedo tus huesos.
Son demasiado reales.
Necesitan calcio.
Y se oxidan.

Para batir el récord
en busca de la luz y el polvo
aquí dejo mis huellas.
Nada me importa. Me voy
a la biblioteca, el lugar del crimen.
O tal vez me voy con el francotirador,
sonámbulo y de libre circulación
por las azoteas.

 

II

En todo disparo hay una fuerza que avanza.
Otra que retrocede.
Detrás de la mirilla estoy
observando la putrefacción de las flores.
Más letales que el cañón.


María Elena Hernández Caballero nació en La Habana, en 1967. Sus últimos libros de poesía publicados son Electroshock-Palabras (Argentina, 2001) y La rama se parte (Ediciones Torremozas, S.L., Madrid, 2013), del cual procede este poema.

Otros poemas de ese libro: Era viejaYo también tengo un caballo de Troya y Cioran decae.

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