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Poesía

Buscamos el orden

'Tantos cheques por cambiar y que no cambio./ Tantas cosas por decir a los vampiros que no digo./ Dejar ir los billetes,/ dejar sueltas las monedas en el suelo./ Sin monedas ni billetes/ puedo trasladarme a Alejandría.'

Woodstock

El orden, un contrato.
Los papeles con papeles.
El libro encima de la cama se mira con molestia
pero un tenis,
o un vaso con agua,
o un tenedor,
oh no, si eso sucede
mejor es que te detengas
que retires inmediatamente la incongruencia.
No debe estar ahí
pero está.
Libros en desorden, fustigados.
¿Y las plumas?
una anda en la cartera y la otra
detrás del salero abandonada.
En la cocina los trastos
se mezclan con el aire,
producen olor de días calurosos.
Un poco ansiosa
porque hasta ahora el orden fue mi vida,
una filosofía razonada.
Entrar en una casa y exclamar todo es tan perfecto.
Pasear por el museo y sonreír pensando
que tan equilibrado y bien planeado.
¿Qué sucedería
si el orden desistiera?
Primero, las moscas.
Se colarían no sé por dónde.
No hay ventanas abiertas
pero saldrán del basurero.
Se criarán en la comida que dejaste
en un plato de cartón.
Vivir en la inclemencia.
Vivir con la tinta
y el papel,
matar el orden.
Nadie comprende
porque aún no he leído sus libros,
sus novelas,
sus ensayos,
por qué no respondo a las llamadas
ni a las cartas.
Nadie sabe que el desorden,
ese marasmo de desarticulaciones
de cuentas,
de mandados,
de listas,
se acumula.
Conciertos
sinfonías y cuartetos
se pudren.
Tantos cheques por cambiar y que no cambio.
Tantas cosas por decir a los vampiros
que no digo.
Dejar ir los billetes,
dejar sueltas las monedas en el suelo.
Sin monedas ni billetes
puedo trasladarme a Alejandría.
Saludar a Hipatía,
tocar la nariz a los camellos.
Sin orden no tengo que contar el tiempo.
No compito con las bellas artes.
Sigo lo que diga mi acabado yo,
lo que diga mi deseo en las tinieblas.
El orden me recuerda tu rostro.
Me recuerda tu envidia.
Me recuerda tu labio manchado por la burla,
El orden me recuerda tu puntualidad
Las horas siempre en su sitio.
La ropa preparada de antemano,
colocada en una silla, planchada,
lista para mañana.
El ticket de la guagua.
Hasta la taza en espera del café
o ese desayuno servido
sin variación y estéril
en ese sitio llamado Puerto de la Autoridad,
El orden tiene su lenguaje,
el de las órdenes,
el de los militares,
el del control y la factura.
Prepara su uniforme
y el castigo.
Se transporta con bombas sin pilotos.
Arrasa porque es estricto.
Ve las cosas en grandes cantidades
al por mayor y en dos colores,
negro y blanco.
Todo lo que guarda es útil.
No hay plantas en su departamento
ni un perrito
y si acaso tiene algo
es un pájaro enterrado en una jaula.
Esa costumbre del orden,
ese encargarse de todo,
de poner rejas a los descubrimientos.
A todos nos encierra en un cuadrado
El nuevo orden del mundo:
perfecto, pura geometría
lo demás,
hay que botarlo.


Magali Alabau nació en Cienfuegos en 1945. Sus últimos libros publicados son Dos mujeres (Betania y Centro Cultural Cubano de Nueva York, Madrid, 2011) y Volver (Betania, Madrid, 2012).

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