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Urbanismo

La expansión urbana de La Habana (II)

'El Vedado es esa gran utopía urbana hecha realidad, que gracias a la decisión coordinada de varios propietarios permitió extender el mismo trazado en una amplia superficie.'

Madrid
El Vedado en vista aérea.
El Vedado en vista aérea. istock

Los planos de ciudad forman parte habitual de nuestra vida. Han sido la guía imprescindible del viajero, acompañándole en distintos formatos y proporcionándole una amplia perspectiva del espacio donde está. Hoy continuamos revisando el de La Habana con el objetivo de entender mejor la ciudad.

A primera vista, llama poderosamente la atención la gran área de perfecto cuadriculado que completa el norte, entre el río Almendares y el conjunto compacto y semirregular de Centro Habana y La Habana Vieja. El Vedado (1859-1860) es esa gran utopía urbana hecha realidad, que gracias a la decisión coordinada de varios propietarios permitió extender el mismo trazado en una amplia superficie de 156 hectáreas.

En este barrio se asumió la planificación urbana como un ejercicio que debía dar solución a la higiene, el confort, el transporte y la fácil orientación en el espacio habitado. Para ello se crearon manzanas de 100x100 metros, nombradas con números y letras en una lógica consecución. Se dispuso obligatorio el uso de portal de cuatro metros y jardín de cinco metros, por lo cual entre fachadas queda un espacio libre de 26 metros, si se suman ambos jardines, las dos aceras de cuatro metros con arbolado y la calle de ocho metros. Si se observa, las únicas irregularidades del trazado están condicionadas por el cruce de la calle Línea a partir de D, y por el límite sur de las fincas, que luego se cosió a las nuevas urbanizaciones que rellenaron la zona.

Algunas viviendas se construyeron en tira, es decir con paredes medianeras, pero no fue el modelo habitual, ya que tanto en El Carmelo como en El Vedado (unificados bajo el segundo nombre) predominó el uso de pasillos laterales de 1,5 metros. Las vías perpendiculares al mar están orientadas 45 grados respecto al norte para favorecer el flujo de los vientos. Se diseñaron además ocho parques, dos avenidas con paseos arbolados, y la calle Línea para la conexión expedita con La Habana Vieja a través del tranvía. Posteriormente, la calle 23 también asumió ese carácter.

Todo ello hizo de El Vedado un barrio moderno, regular, con un porciento importante de espacios abiertos y vegetación, que contribuyó notablemente al confort y la higiene. Durante la República no se logró urbanizar otro terreno de tales proporciones en la capital, por lo cual El Vedado es el área más grande, perfecta y regular de La Habana. Sus lecciones fueron aplicadas inmediatamente en otros repartos proyectados a finales del XIX como Santos Suárez, Ferrer y Salazar (inicios de Lawton), y De la Cruz (inicios de La Víbora).

Esto no quiere decir que en lo adelante se copiaran exactamente todas las regulaciones de El Vedado, pero sí se tuvo muy en cuenta la importancia de una adecuada planificación para concebir barrios mejor ventilados y ordenados, por lo que se normalizó la retícula regular con una proporción variable en la amplitud de la calle y la acera, y el uso indistinto de jardín, portal y pasillos laterales en cada reparto. De hecho, uno de los aspectos que durante el siglo XX marcó la diferencia entre los barrios de mayor y menor realce fue, además de la arquitectura, la regulación de espacios abiertos y ajardinados más amplios, tanto en el espacio público como en el privado, así como la cantidad de áreas verdes. Entre los más bondadosos estuvieron Miramar (1911) y otros repartos del actual municipio Playa.

Ejemplos excepcionales fueron algunos como Playas de Marianao (Náutico), La Coronela (Atabey) y muy especialmente Country Club (1914), hoy Cubanacán, donde las viviendas quedaron más separadas entre sí, rodeadas por inmensos jardines. Desde el plano puede observarse que las calles rectas fueron sustituidas por atractivas vías curvas que establecen una diferenciación muy peculiar al interior de la urbanización.

Durante la primera mitad del siglo XX, La Habana completó casi toda el área urbanizada que muestran los planos actuales. Como puede observarse, este proceso se hizo a retazos. Los distintos fragmentos que definen cada urbanización se conectan a la vecina permitiendo la circulación continua. En cada caso las irregularidades están asociadas a lo construido previamente y a los límites de cada propiedad, que pueden adivinarse precisamente por las costuras visibles entre los distintos fragmentos.

Si se toma un plano de carreteras de esa época, se verá que algunos nombres respondían al del propietario del terreno. Otros se refieren a las características topográficas y a las espectaculares visuales, como Buena Vista, Bella Vista, Vista Alegre, Miraflores, Miramar, Altahabana y Mirador de Lawton. En cuanto a las calles, casi todos los repartos del oeste emplearon una nomenclatura numérica, mientras que los del sur en su mayoría nombraron tradicionalmente sus calles.

En este intenso proceso privado de especulación inmobiliaria acaecido en 60 años, la inactividad estatal dificultó la ejecución de un trazado vial eficiente, salvado en parte por la ejecución de algunas avenidas de significación al interior de la ciudad como Vía Blanca, Santa Catalina, Boyeros, Vento, Dolores, Acosta, 5ta Avenida, 31, 41, 60, 70, 84, entre otras que aún hoy constituyen vías primarias de circulación.

Después de 1959 se asentaron grandes cambios en el panorama constructivo habanero por los nuevos planes sociales y de desarrollo industrial que no tuvieron en la capital sus más extendidas proyecciones. A nivel de superficie urbana la ciudad conservó en esencia su composición anterior, viviendo un proceso de completamiento o relleno de los solares que quedaron vacíos con obras de vivienda social. Las nuevas inserciones respondieron a una necesidad práctica inmobiliaria y no cuidaron del diseño y carácter original de los repartos existentes, elevando y redistribuyendo de manera adversa la densidad poblacional.

Las urbanizaciones más significativas de este periodo fueron realizadas en la zona este de La Habana, que desde la década de 1950 había quedado como una atractiva área de expansión inmobiliaria, favorecida por la terminación del túnel de la bahía en 1958. Allí se hicieron la Unidad Vecinal no.1 (1959-1961), hoy Camilo Cienfuegos, y Alamar (1971). Estas urbanizaciones representan lo mejor y peor que en materia urbana se concibió después del triunfo de la Revolución, pero de ello hablaremos la semana próxima.

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3 comentarios

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Profile picture for user Ana J. Faya

Precisa esa calificación de "lo mejor y lo peor" de los barrios creados al este de La Habana después del 59. Un barrio horrendo por el diseño de los apartamentos y del conjunto de edificios, y también por los pésimos materiales de construcción utilizados, es la zona de edificios prefabricados en el barrio de La Timba, aledaño a la Plaza de la Revolución. Pienso que es "lo peor de lo peor" creado tras el triunfo de la revolución. Estoy segura de que Yaneli se referirá a eso en su próxima entrega.

Precioso artículo!!!

Apuntaría cómo los sectores pudientes de la sociedad fueron desplazándose al oeste, tal como se refleja en el mapa de la ciudad, hasta La Coronela, tras el Biltmore. Ahí llegó la revolución del 59 y el castro-comunismo, que "congeló" el proceso urbanístico hacia el oeste.