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Arquitectura

Recordando el gran Auditorium de La Habana

Con dolor y nostalgia se observa su avanzado deterioro, la pérdida de un escenario donde se fomentó la mejor tradición de la música de concierto e instituciones como Pro-Arte Musical y la Orquesta Sinfónica Nacional.

Madrid
Auditorium, La Habana.
Auditorium, La Habana. Wikipedia

La intensa actividad cultural que ha acompañado los teatros cubanos hace irrazonable ponderar uno sobre otro. En conjunto, certifican la riqueza cultural de una isla que ha acunado el arte en sus más diversas manifestaciones, lo que tuvo un impacto muy positivo, opacado hoy por la exigua cartelera, el éxodo de artistas, el deterioro, cierre y paulatina pérdida de instalaciones. 

El Auditorium de La Habana, fue de los espacios más entrañables del último siglo. Este excelente teatro del que resulta difícil resumir la lista de artistas y compañías nacionales y extranjeras que presentó, perfiló la vida cultural capitalina desde su inauguración en 1928. Y esto se debe a que formó parte de una poderosa sociedad cultural, Pro-Arte Musical, la cual fomentó el desarrollo de la música, la ópera, el ballet, el teatro, el cine y la literatura.

Fundada en 1918, esta sociedad logró asentarse sobre tres líneas de trabajo fundamentales: el fomento de la actividad artística, la divulgación y la docencia. Entre 1923 y 1961, editó una revista homónima que contribuyó a la promoción cultural del contexto artístico nacional y extranjero y al desarrollo de la musicología, publicando trabajos de autores fundamentales como Edgardo Martín, María Teresa Linares, Argeliers León, Luis de Soto, Medardo Vitier, entre otros.

A partir de 1931 auspició cursos de ballet, guitarra y declamación con un excelente claustro y en estrecha relación con el Conservatorio Internacional de Música de María Jones de Castro, que posibilitó el intercambio de experiencias para profesores y alumnos. También tuvo sus propias agrupaciones corales. En estas escuelas se formaron artistas cubanos de notable trayectoria profesional como los hermanos Fernando, Alberto y Alicia Alonso en ballet; Isaac Nicola, Margarita Lecuona y Augusto Cóndom en guitarra; Eugenio Florit, Hortensia Gelabert, María Julia Casanova y Olga de Blanck en declamación. Asimismo el pianista concertista Jorge Bolet obtuvo una importante beca de esta institución.

Con la programación de festivales y conciertos, Pro-Arte Musical trajo al público cubano eventos de calidad, favoreciendo la presentación de artistas consagrados y amateurs. "Por la Patria y por el Arte, es nuestra divisa", escribió su primera directora, María Teresa García Montes de Giberga, en 1929. A ella se debió el carácter de esta sociedad a lo largo de su trayectoria, así como la construcción de una sala propia.

Durante los primeros diez años la Sociedad realizó sus eventos en la Sala Espadero de la calle Galiano, y sobre todo en el Teatro Nacional (hoy Alicia Alonso) y en el Payret. Entre 1925 y 1927 compraron el amplio lote de esquina de Calzada y D, donde los arquitectos Ángel Moenck y Nicolás Quintana, construyeron el hermoso inmueble neorrenacentista de tres plantas que obtuvo el Premio Anual de Fachadas Artísticas del Club Rotario de La Habana. La obra fue financiada con los ingresos obtenidos de los abonos de membresía y temporadas de concierto y ópera, así como por la emisión de bonos que se hizo a tal efecto. Celebraban en ella el uso de materiales producidos por la industria cubana.

Fue muy elogiado por su excelente acústica y aislamiento de la sala. Según publicó la revista Musicalia en 1928, "por primera vez en un teatro de La Habana, se hace el maravilloso silencio". En general, el edificio tenía un amplio teatro con platea, primer balcón y tertulia; una sala de conferencias también utilizada para espectáculos, una biblioteca de estilo gótico Tudor, un salón de juntas, oficinas y un café. A este último se tenía acceso por la calle D. La entrada de esquina conducía por la hermosa escalera de mármol a las dependencias de la Sociedad en la segunda planta, y a la sala principal se accedía por las puertas de Calzada.

Se dice que entonces la Sociedad concertó con las líneas de autobuses que hicieran parada en el Auditorium, garantizando el transporte público a la entrada y salida de los espectáculos. Con los años se mantuvieron las inversiones en el mejoramiento técnico de la sala, en la década del 50 ya tenía aire acondicionado, y también había habilitado un espacio para la exposición y venta de pintura contemporánea.

Fue protagonista de estrenos mundiales de canto lírico, y entre los tantos artistas de prestigio internacional que lo visitaron es imposible dejar de mencionar algunos como Serguéi Prokófiev, Ígor Stravinski, Pablo Casals, Heitor Villa-Lobos, Andrés Segovia, Herbert von Karajan y Arthur Rubinstein. Pro-Arte Musical también organizaba recitales de poesía y conciertos juveniles con fines vocacionales, así como conciertos en instituciones penales, de caridad y asilos de ancianos. Por la importancia de su labor, fue la primera institución en recibir la Orden Nacional de Mérito Carlos Manuel de Céspedes.

Sin embargo, en 1961 el Auditorium y el edificio contiguo de Calzada 510 fueron nacionalizados. Sin teatro y con muchos de sus miembros en el exilio, Pro-Arte Musical se extinguió y con ella su revista y sus escuelas. El Auditorium siguió funcionando con una programación variada y en especial como sede de la Orquesta Sinfónica Nacional (1959). Entonces se le llamó Teatro Amadeo Roldán.

El 30 de junio de 1977 un incendio destruyó el interior del inmueble, una pérdida profundamente sentida por la sociedad habanera. En la década del 80 se elaboró un proyecto de reconstrucción en colaboración con especialistas de la antigua RDA, donde también se compró el mobiliario y el sistema de aire acondicionado. Con la crisis de 1990 el proyecto se detuvo y no fue hasta 1999 que el teatro pudo reinaugurarse.

Se conoce que esta intervención estuvo llena de desaciertos que dañaron estructuralmente el inmueble. Se hicieron continuas modificaciones a pie de obra para enmendar errores, y se traficó ilegalmente con los materiales de construcción que fueron a parar a muchas viviendas vecinas. En este momento el equipamiento de aire acondicionado alemán estaba descatalogado, con lo cual para las primeras roturas no existían piezas de repuesto. Así que pronto comenzaron los problemas de humedades, los ascensores clausurados, los baños tupidos, etc.

De la antigua sala principal se hicieron dos, una sobre otra: la Roldán y la Caturla. La segunda era pequeña y se concibió como un teatro arena dedicado a conciertos de cámara y de jazz. El escenario de la Sala Roldán se acondicionó con tres plataformas permanentes ideales para el emplazamiento de la Orquesta Sinfónica pero de difícil adaptación para otro tipo de espectáculo, principalmente danzario. Con esta misma intención se instaló un sistema de luces planas y un equipamiento de sonido de gran calidad pero de pocas posibilidades, consecuente con una programación de conciertos acústicos. Estuvo en proyecto la adición de un órgano que nunca llegó a efectuarse.

Con una excelente acústica para música sinfónica, coral y de cámara, volvió a ofrecer durante una década conciertos únicos en el panorama cultural cubano, siendo visitada por músicos de relevancia internacional como Claudio Abbado, John Williams, George Martin, Ivan Lins, Michel Legrand, Nicola Piovani, Herbie Hancock y Gustavo Dudamel, entre muchos otros.

El edificio también incluyó una sala de audiciones con todos los formatos de audio, enlazada con todas las cabinas, desde las que podían grabarse los conciertos. En la cubierta se habilitó el bar Opus, donde se transmitía en vivo los conciertos de sala; sin embargo, duró poco.  

El Auditorium cerró nuevamente en 2010, incapaz de dar cabida en la misma sede a sus propios trabajadores, los de la Sinfónica Nacional y los del Centro Nacional de Música de Concierto. Con dolor y nostalgia se observa su avanzado deterioro, la pérdida de un escenario donde durante casi un siglo se fomentó la mejor tradición de la música de concierto y se fraguaron los mejores momentos de instituciones excepcionales para Cuba como Pro-Arte Musical y la Orquesta Sinfónica Nacional.

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4 comentarios

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Por supuesto que hay una fascinante relación entre El acoso y la Heroica, desde la admiración y el profundo conocimiento que el melómano Carpentier tenía de Beethoven. La heroica lucha contra la dictadura de Machado...

Apunto que la novela corta "El acoso" de Alejo Carpentier se desarrolla en parte al lado, en el parque, mientras en el inolvidable teatro se ejecutaba la sinfonía No. 3, "Eroica" (Heroica en español) de Beethoven. Felicitaciones a Yaneli Leal por sus reportajes semanales de nuestra mejor arquitectura. Un primo arquitecto me dice que no tiene salvación, mejor aprovechar el terreno y erigir uno nuevo, cuando Pro Arte renazca...

Lo de los verdeolivos es poner regueton en los cayos para exiliados estomacales,pasear tanques por la Plaza y construir hoteles.Nunca les ha interesado la cultura, se ve en la música actual y en el lenguaje de los " vulcanologos"recien llegados.

Profile picture for user Ana J. Faya

Pro Arte sin duda fue una entidad cultural de consideración en Cuba, pero no llegaba a toda la sociedad. Después del 59, el Amadeo abrió sus puertas para todos, en él se dieron muchos y variados conciertos, y también se vivió el deterioro del edificio, sobre todo después del incendio y su renovación. Es hoy expresión del cambio de prioridades del régimen y del consustancial deterioro de muchas instalaciones al servicio de la población.