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Opinión

Un quinquenio gris y medio siglo negro

Por sus ataques al pensamiento independiente, el período 'revolucionario' quedará como la etapa más contraproducente en la historia de la nación.

La Habana

Recientemente, el último jueves de la revista Temas, correspondiente al mes de julio, abordó los años 70 e, irremediablemente, salió a relucir el llamado "quinquenio gris". No me extiendo en lo allí ocurrido pues la revista tiene sus mecanismos de publicidad y solicita a los invitados no adelantarse a los mismos.

Sin embargo, aprovecho la ocasión para recordar que la censura al arte, la cultura, la política y en general al pensamiento diferente al detentado por la elite gobernante, no fue solamente una característica de los primeros años 70. Ha estado presente desde los primeros días de 1959, cuando comenzó la represión violenta e indiscriminada contra "chivatos" y batistianos y se extendió a todos los que de alguna manera no compartieran las políticas que intentaba el "gobierno revolucionario".

Todo lo que vino después se asocia con una profundización de la Revolución, según sus defensores, cuando en verdad estuvimos desde entonces frente a la imposición de un modo de pensar y gobernar centralizado desde las posiciones tradicionales del campamento, donde todo pensamiento discordante era considerado traición y la democracia una desviación contrarrevolucionaria y burguesa.

Así, durante los primeros años de más de medio siglo de "gobierno revolucionario", lo mismo fueron acusados de traidores los antiguos combatientes revolucionarios que se opusieron a Fidel Castro y a su grupo desde los primeros meses del 59 por no restaurar la Constitución del 40 y la institucionalidad democrática, que los que mostraban desacuerdo con el corte filocomunista que estaban tomando las medidas impulsadas por Fidel y su gente, o los comunistas después.

Cayeron en el saco de traidores, contrarrevolucionarios y enemigos desde viejos aliados como el ex Presidente Carlos Prío —que había financiado el yate Granma y había pedido a Fidel la pronta celebración de elecciones democráticas—, muchos auténticos, otros del MNR que aportaron sus armas y ortodoxos, el mismo Presidente Manuel Urrutia por "obstaculizar" los decretos revolucionarios, el Comandante Hubert Matos por manifestarle  al Jefe de la revolución en carta personal su preocupación por el avance de las posiciones "comunistas", hasta varios viejos comunistas que desplegaron una ofensiva para copar el poder con la anuencia de Fidel, acusados más tarde de "sectarismo" y años después de "micro fraccionarios" al servicio de la URSS, aliada principal gracias a la cual subsistió el entuerto "socialista".

Los años 60 se caracterizaron por el enfrentamiento incluso militar contra las fuerzas que se oponían a las leyes como la Reforma Agraria, las cuales fueron concentrando en manos del Estado siempre bajo la dirección y administración de la misma elite gobernante, encabezada por Fidel, todo el control de la economía y la política del país.

Todas aquellas leyes que decretaban la "nacionalización" —debería decirse estatización— de tierras, fabricas, empresas, inmuebles, bienes de todo tipo que se hicieron en nombre de la revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes, resultaron en la concentración de todo el poder político y económico en manos de un hombre y su grupo de allegados, y cuando la oposición nacional e internacional crecía, le pusieron como nombre "socialismo" para granjearse el respaldo de los trabajadores y del entonces llamado "campo socialista", la Unión Soviética y el movimiento revolucionario mundial del momento.

Fue aquella concentración del poder político y económico lo que a lo largo de este medio siglo generó oposición y críticas desde todos los ángulos y estratos de la sociedad, especialmente de los intelectuales y la cultura en general, lo que ha convertido a todos estos años en verdaderamente traumáticos para todo el pensamiento diferente.

No fue, por tanto, un "quinquenio gris", ha sido medio siglo negro para el pensamiento cubano, cercenado, coartado, perseguido, apresado, manipulado hasta nuestros días por quienes han hecho todo lo posible por mantenerse en el poder en nombre de la revolución, la clase obrera y el socialismo que nunca ha existido, porque nunca los trabajadores han sido dueños de los medios de producción que ahora el estado-partido-gobierno pretende compartir con el capital extranjero, específicamente norteamericano, para poder continuar explotando a los asalariados cubanos y seguir disfrutando de las "mieles del poder".

Y ese ultraje al pensamiento político cubano, a la cultura cubana en general, está llegando a su fin, no porque sus detentadores principales estén concluyendo su ciclo de vida, sino porque el modelo socioeconómico en que se apoyaba ya es insostenible desde todo punto de vista y especialmente, porque su antiimperialismo, que tanta popularidad le ofrecía interna y externamente, se ha "desmerengado", atropellado por las necesidades de dinero e inversiones que pueda proporcionar el "imperialismo" —otrora enemigo acérrimo y mortal— ante la incapacidad y el despilfarro del estatalismo asalariado y su burocracia para mantener siquiera niveles mínimos en sus dos principales caballos de batalla, la salud y la educación al alcance de todos.

La máxima maquiavélica de usar el enemigo externo y si no existe inventarlo para unir el principado en torno al regente, ha caído en coma.

Por su parte, la intelectualidad y la cultura cubanas, por mucho que el fidelismo, disfrazado de socialismo, ha tratado de aplastar cuando no se ha amoldado a sus intereses, se renueva y fortalece con recursos mayoritariamente autogestionados por ella misma fuera del Estado y el país.

Si quinquenios atrás era la burocracia a través de su Ministerio de Cultura la que sostenía económicamente en lo fundamental sus actividades, ya una gran parte del sector se sostiene de sus propios esfuerzos, y es esa independencia la que le ha permitido ampliar paulatinamente su discurso y actuar con mayor libertad frente al Estado opresor.

Aunque será la historia la que dicte el veredicto final, por todo su accionar objetivo, este período "revolucionario" probablemente quede como la etapa más contraproducente del devenir de la nación. El fin del medio siglo negro para el pensamiento, la intelectualidad y la cultura cubanos ya es cuestión de tiempo. El quinquenio gris quedará como otro mal recuerdo de esta etapa "revolucionaria" que nunca deberá volver a ocurrir.

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