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Artes plásticas

Espacio Aglutinador: la aventura de resistir

Hogar semipermanente para artistas talentosos, convertido ya en icono social y cultural, el espacio que fundado por Sandra Ceballos cumple 20 años de actividad incesante.

La Habana

Mostrar el panorama vasto, complejo e intenso de las artes visuales contemporáneas, con vértigo exhaustivo, riguroso, transparente, es el reto asumido por Espacio Aglutinador, desde hace dos desbordadas décadas, con nuevos proyectos independientes.

Porque independiente ha sido su labor de galería alternativa, underground. En momentos de incertidumbre e inseguridad, de advertencias, chantajes y represiones por parte de algunos funcionarios. Y han sido sus pilares hasta hoy la honestidad a la hora de acoger lo mejor, lo más experimental y fresco, obras de verdades mínimas, pero convincentes, de creadores que residen tanto dentro como fuera de Cuba.  

El sentido lúdico suaviza apenas la extrema crudeza de algunas de sus exhibiciones, amén de la valentía demostrada en años en que se viraba el país de revés, económica y moralmente, cuando, como escribe Sandra Ceballos en las palabras del catálogo por los diez años de creación de su espacio, "urgentes promociones de alumnos del ISA (Instituto Superior de Arte) eran indispensables para suplir el vacío y sobrepasar el espasmo que había dejado en el arte cubano, a finales de los 80 y principios de los 90, el numeroso éxodo de artistas hacia el extranjero. Para la mayoría de los integrantes de aquella generación que emergía, la meta o la cumbre era más importante que el propio proceso creativo y su resultado. Sus obras podrían haber parecido críticas, cínicas y/o comprometidas, pero la realidad era que muchas poseían una responsable dosis de cálculo que poco a poco se fue convirtiendo en un medio indispensable para sobrevivir".

Y continúa ella: "Engullir y divulgar rápidamente el trabajo de algunos de estos artistas, facilitar las ventas de sus obras, viajes al extranjero y exhibiciones a todos los niveles, fueron  métodos, muy eficaces, que utilizaron las autoridades culturales cubanas para establecer, con premura, a este grupo que fue, desacertadamente, llamado la mala hierba. Sin embargo, la censura institucional, obviando calidad, autenticidad, sensatez y talento, no eximió a los menos ambiciosos, a los artistas sin estrategias, a los para nada prácticos y por el contrario los redujo cada vez más a una ausencia total de opciones y de apoyo, por lo cual se hizo indispensable la existencia de un sitio no precisamente de tolerancia ni tampoco anarquista, pero sí que aglutinara de manera analítica, apasionada y, por qué no, intuitiva, buen arte; un lugar en donde los artistas fueran tratados con respeto, sinceridad y sin discriminación".

De la mano de Sandra Ceballos y Ezequiel Suárez surge Aglutinador, contándose como la primera expresión alternativa de este tipo, en 1994. Una pequeña vivienda devenida espacio de arte independiente, prácticamente sin antecedentes y puramente curatorial. Fue, desde un inicio, refugio de creadores, quienes se pronuncian por el cambio de paradigmas, relatos artísticos subvertidores de códigos y lenguajes. Empresa ambiciosa, atrevida para esos años de temores y horrores ―los 90―: por las paredes de esta casa han colgado sus cuadros y fotografías, proyectado sus videos, realizado instalaciones y manipulado ordenadores cientos de autores.

Con inspiración, libertad y talento, Espacio Aglutinador ha establecido hermosos vasos comunicantes con tres generaciones de pintores, grabadores, fotógrafos, diseñadores, escultores, performáticos… todas las técnicas, todos los contenidos: momentos, artistas, obras se podrían revivir en estas dos décadas de ejemplar labor de difusión.

Exposiciones —colectivas, personales—, becas de formación, proyectos individuales e investigación, subastas, curadurías sui géneris: como un relámpago en la intemperie cultural de estos años, Aglutinador ha sabido ser libre e impredecible al adentrarse con transparencia en el lenguaje silencioso de las artes mudas, que tienen su elocuencia fijada en imágenes, en gestos, en el registro de miradas al borde de lo visible.

Con financiamiento extranjero —Fundación Príncipe Claus, e Hivos, de Holanda; Embajada de Noruega, entre otros—, en época en que tales agenciamientos eran considerados una herejía, el espacio creció sin dogmas ni prejuicios, contracultura en su momento más álgido y hoy golpe de arte tolerado a duras penas.

Sorprende lo conseguido en su amplio espectro cambiante y plural, tanto por el número de obras expuestas, como por su envergadura en determinados casos, dado las personalidades artísticas que allí han confluido. De todo ha habido: desde muestras de indudable talla —Ana Mendieta, Lázaro Saavedra, René Quintana, Tania Bruguera, Sandra Ramos, Chago Armada, Alberto Casado, Bernardo Sarría, Maité Díaz, Pedro Álvarez, Benito Ortiz, Rocío García, Carlos Garaicoa, Hugo Azcuy, Rafael Zarza, Benito Ortiz,  Manuel Vidal, René Peña, Leandro Bonachea, Carlos Sarría, Luis Trápaga, Ernesto Javier Fernández, José Bedia, Julio Girona, Glexis Novoa, Manuel Vidal… y los propios fundadores del espacio, Sandra y Ezequiel— hasta otras que parecen dictadas "por la divina providencia".

Becas, provocaciones, coleccionistas

Las tendencias más significativas, las que luego han sido marca y moda de estilos cuajados de importantes autores han estado representadas aquí aunque dado el desequilibrio arbitrario impuesto por el espacio expositivo —la propia casa de sus fundadores— que obliga a ubicar las obras donde buenamente se pueda, desordenando lógicas de itinerarios para el espectador,  Aglutinador, en conjunto, ha sido incapaz de articular una jerarquización coherente y esclarecedora de la odisea de la plástica nacional.

"Rápidamente críticos y teóricos se colocaron, sin demasiadas reflexiones, a la defensiva de esta masa que suplía con suspicacia a los ausentes. Nuevos términos surgieron, palabras que, colocadas en hojas y lugares precisos, reforzaron toda aquella arquitectura fabricada de manera precoz que sirvió de experiencia irrepetible para los más sabios", reconoce Sandra Ceballos.

Llama la atención cómo las becas PERRO (irónicas siglas: Propuesta Experimental de Respuesta Rápida Organizada) en 2007-2008 correspondían a residencias de artistas seleccionados en provincias, alejados de la capital, por sus proyectos eclécticos "piezas que ilustran experiencias vividas, temores, relaciones humanas, reflexiones, dudas, búsquedas y algunas hechas, por qué no, por puro placer. Todas ellas fueron fabricadas bajo condiciones precarias, en lugares incómodos;  no fueron hechas en estudios-galerías, ni en talleres de artistas, ni en casas holgadas y frescas".

Carpinteros, soldadores, costureras, estudiantes de arte,  vecinos, colegas, amigos y familiares colaborarían con estos agraciados, quienes recibieron sus becas "y fragmentaron su vida cotidiana para, con vehemencia pero sobre todo con una escrupulosa obstinación, realizar sus obras".

Ocho artistas fueron financiados de esta suerte, entre ellos, Alberto Famadas de Art-Zurdo, con Agujeros Grises, inventario de los baches del poblado de Bejucal, fotografía y video-performance. Ernesto Fernández Magua, escultor de Trinidad, con Torre, escultura de alambrón, plancha de zinc y pintura. Juan Carlos Rodríguez, Pinar del Río, con la serie La Cosecha, instalación: paja de arroz, polvo de carbón, maíz, lienzo, vasijas de barro, madera, yute, cesta de bejuco. Kirenia Fernández, de Colón, Matanzas, con Eco, instalación (cinco módulos): lienzo, cedro, hilo, tejeduría, alforzados de gran formato. Pedro Ossés, Placetas, Santa Clara, pintor autodidacta, del grupo de Samuel Feijóo: serie de temperas sobre cartulina, obras de gran delicadeza en el dibujo, fantásticas crónicas. Israel Rondón, Trinidad, serie realizada con cinta de audio y café sobre lona, piezas de gran formato, dibujo.

Cada una de las propuestas fue financiada tanto en la producción como en la realización, y lo más significativo: se llevó a cabo la documentación detallada de todo el proceso de trabajo y sus resultados. En curaduría, la beca fue para el proyecto Ghost Posters (Memoria del fantasma), carteles o afiches sobre filmes que nunca se realizaron, de Agapito Martínez, Maribel Rivero y Eduardo Marín, especie de homenaje a cineastas y diseñadores, del Instituto del Arte y la Industria Cinematográfica (ICAIC), a su cartelística, revolución gráfica de los 60-70.  Se imprimieron 22 carpetas cada una con 50 ejemplares de cada prototipo.

Provocadora acción durante la X Bienal de La Habana: "¿Qué se pretende, se procura, se anhela, se solicita subastar? El pensamiento, las emociones, la coherencia, la incoherencia, la cordura, el sufrimiento, la fragilidad, las contradicciones, la valentía, la cobardía, el miedo, la intrepidez, las pasiones, la efusividad y las ideas, es decir: el Arte."

Consecuentes, se enfrentan al mercado, atrayendo coleccionistas, con 21 obras de artistas como Leandro Soto, Alejandro López, Glexis Novoa, Ernesto Leal, Giselle Victoria, Luis Trápaga, Sandra Ceballos, Ezequiel Suárez… entre otros.

Aquí y ahora

En entrevista concedida a la colega María Matienzo, Sandra Ceballos, desgrana sus proyectos futuros: comprar una casa para vivienda y dejar la de la calle 25 y 6, como galería; velar por su obra, tener su taller para que "quien quiera venir a ver mi trabajo, que venga". Porque toda la obra que produjo la artista hasta ahora ha sido vendida sin ser mostrada: Sandra tiene una obra de 1994 en la sala permanente del Museo Nacional de Bellas Artes y dos más en sus almacenes. Vetada por Casa de las Américas, pudo exponer en el Centro Wifredo Lam (exposición colectiva Ya sé leer, curada por Elvia Rosa Castro, Sandra Contreras y Margarita González) luego de cambiar su obra, a petición del Centro, que se negaba a exponer la original propuesta por ella: una imagen de Fidel Castro, uno de sus discursos. "Siempre he sido una persona bastante irreverente."

Proyectos como el Museo de Arte Maníaco (MAM) con artistas autodidactas y Curadores, come home!,  se mantienen en la mirada de Espacio Aglutinador, que se abre a la perspectiva de giras por provincias —Camagüey, Pinar del Río—, y también por la capital, en espacios alternativos, no siempre de arte. Promover, divulgar  y representar a creadores para  becas, residencias, concursos y eventos en el extranjero, tanto plásticos como curadores y críticos;  continuar con las becas PERRO, en fin, mucho trabajo se avecina, y  a pesar de la transitoriedad de la sede, "por el momento",  la dinámica promotora no cede un ápice: continúa en estado de gracia.

Como Nautilius sumergido, especie de hogar semipermanente para artistas talentosos y por ello, sospechosos, convertido en icono social, cultural, a Espacio Aglutinador le ha llegado la hora de la evaluación: que críticos y artistas se acerquen a su trayectoria, gloria local enfrentada a la mercancía en la era de copia global, fetiche, jeroglífico, especie de doble falsificación, espacio abierto, no a la instrumentalización del arte, por justa que sea la causa, sino abierto en el terreno estético, es decir, a las obras poseedoras de valores intrínsecos, que excitan por igual la contemplación y la imaginación, obras que trascienden el tema argumental, la idea de partida, por sus cualidades sensitivas, emotivas.

Frente a la pasividad, el egoísmo y el miedo, estos 20 años dan cuenta de un  lugar casi mítico,  un espacio con demasiada conciencia de sí mismo, la casa de la esquina de 25 y 6.

Una convocatoria será lanzada próximamente por Aglutinador-Brücke, la invitación estará abierta a artistas, espiritistas (arritualistas y ritualistas) y curadores que deseen colaborar con MAM bajo el título Brujas, pero también brujos… Continuará....

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