La paz selectiva de Miguel Díaz-Canel

Cada vez nos adentramos más en un mundo donde el enfrentamiento entre bloques de países coloca en un segundo plano a cualquier otra consideración. En ese contexto se suelen condenar las violaciones a los derechos humanos y las agresiones a otras naciones por parte de los enemigos, pero se mira hacia  otro lado para no ver cuando esas fechorías son cometidas por los aliados.

Esa es la esencia de la política exterior del castrismo, y que por supuesto marcó la participación del mandatario Miguel Díaz-Canel en la recién finalizada Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), celebrada en San Vicente y las Granadinas.

Particular destaque en ese evento tuvo la conmemoración de los diez años de la Proclama de la América Latina y el Caribe como Zona de Paz. Con tal motivo el heredero de los Castro, durante una breve intervención, expresó que "la región y el mundo necesitan la paz". Sin embargo, Díaz-Canel eludió referirse a que dos de sus aliados, la organización palestina Hamas, y la Rusia de Putin, han avivado conflictos que ponen en peligro la paz mundial.

Al contrario, Díaz-Canel mencionó explícitamente las acciones de Israel en la franja de Gaza, calificándolas de criminales, y solicitó apoyo para Palestina. Pero no dijo que fue Hamas quien inició los ataques a la nación hebrea. Tampoco aseveró que la guerra en Europa se debe a la agresión rusa a Ucrania, y no al supuesto asedio a Rusia por parte de la OTAN. A la postre, el aspirante a mandamás cubano (claro, cuando Raúl Castro no esté, o se lo permita) debe de haber lamentado la inexistencia de consenso entre los miembros de la CELAC para condenar a Israel, o para exonerar de culpas a Rusia.

Y como casi siempre sucede tratándose de funcionarios castristas, el gobernante cubano no desaprovechó la oportunidad para emprenderla contra el Gobierno de EEUU. En su discurso oficial en esta cumbre afirmó que "Han transcurrido dos siglos desde la proclamación de la Doctrina Monroe, con la que EEUU advirtió al mundo que sería intocable su hegemonía en la región".

Para Díaz-Canel, se trata de una doctrina que pone en peligro la paz en nuestro hemisferio, por cuanto podría justificar la intervención de Washington en cualquier país de la región. Sin embargo, el jefe de Estado cubano nada dijo de la verdadera amenaza a la paz en América Latina que constituye el expansionismo ruso en la región.

Un expansionismo que en días recientes tuvo su momento culminante con la visita a Cuba, Venezuela y Nicaragua del general Nikólai Pátrushev, secretario del Consejo de Seguridad de Rusia, y perteneciente al círculo estrecho de colaboradores de Vladimir Putin.

En la capital nicaragüense el señor Pátrushev sostuvo un encuentro con representantes de los organismos de seguridad interior de las tres naciones antes mencionadas, así como también de Bolivia. En esa reunión, en la que estuvieron presentes, entre otros, Laureano Ortega Murillo —el hijo de los Ceausescu centroamericanos, y a todas luces el heredero del poder en Nicaragua— y Lázaro Alberto Álvarez Casas, ministro cubano del Interior, el funcionario ruso declaró: "Estamos dispuestos a prestar todo el apoyo necesario, pleno e integral, a nuestros amigos latinoamericanos".  

Sin dudas, son palabras preocupantes que denotan la intención del Kremlin de utilizar todos los medios, los económicos y hasta los militares, con tal de que sus aliados mantengan el poder en esas naciones latinoamericanas.    

Y mientras tanto, Díaz-Canel seguirá entreteniendo a la opinión pública con sus llamados a la paz, a la vez que encubre las intenciones guerreristas de su súper aliado.