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Sociedad

'¿A cuánto está la libra de medallas?'

Un exparacaidista cubano en la cola de la carnicería.

La Habana

Jacinto Villafruela, un exoficial de tropas especiales, casi se desmayó en la cola de la carnicería de Jaimanitas por su precario estado de salud, pero nadie le brindó ayuda.

"No es falta de humanidad", comentó Kile, que sudaba bajo el sol, también desesperado porque la cola no avanzaba. "No podemos darnos el lujo de perder la cola para llevarlo al hospital. Que aguante como un verdadero 'comecandela'".

"Con hijos y nietos que saben que está enfermo, tiene que hacer los mandados de la casa. Ese es el pago que le da su familia después de que los mantuvo tan bien cuando era oficial y gozaba de tantos privilegios", dijo otra mujer en la cola.

Muchos de los hombres que entregaron su vida a la revolución de Fidel Castro se encuentran hoy desamparados, deambulando por las calles de Cuba.

Villafruela fue paracaidista. Hoy tiene flácidos los brazos que una vez fueron musculosos y cargaron armamento militar. Con ellos se apoyó en un muro para sostenerse.

En el portal de la carnicería una silla de hierro sirve de alivio a los ancianos mientras esperan el turno. Cuando se vació, el paracaidista se arrojó sobre ella apartando a otra anciana que iba a sentarse. Estiró las piernas y murmuró incoherencias.

"Ahí donde lo ves fue uno de los 'comecandela' en África, con más de 200 saltos en misiones suicidas", dijo un vecino que lo conocía. "También fue un látigo como presidente del CDR. Me tenía hostigado. Según él, yo era un gusano porque no participaba en los trabajos voluntarios. Ahora, míralo".

En una ocasión el anciano se sintió tan mal que intentó colarse, pero la reacción de la cola lo obligó a regresar a la silla, quejándose de que se ha perdido la solidaridad entre cubanos.

"¡Nosotras también nos sentimos mal y de todas formas hacemos la cola!", dijeron varias ancianas, que enumeraron sus enfermedades y problemas.

Me acerqué al viejo a preguntarle por sus hazañas en las tropas de élite y contó que en sus tiempos de servicio saltaba de noche sobre el enemigo, y más de una vez cayó dentro del mismísimo campamento, causando muchas bajas y abriendo trechos para que las tropas de ataque penetraran.

"Pero aquello es cosa del pasado. Solo quedan los recuerdos", dijo.

Lamentó los altos precios del pescado, el huevo y las salchichas, y aseguró que todo el dinero de su retiro se esfumaría allí, en la carnicería.

"Yo quisiera saber a cómo está la libra de medallas —dijo—, porque tengo en la casa una gaveta llena. Y también a cómo pagarían la libra de diplomas y reconocimientos, de eso tengo un estante lleno".

Entre sus enfermedades, mencionó la hipertensión y la diabetes, y relató que perdió la visión del ojo derecho por una operación fallida en el hospital oftalmológico Pando Ferrer, de Marianao, porque el lente se corrió y le acabó con la córnea. Su otro ojo también requiere intervención quirúrgica, pero ya no quiere arriesgarse.

"Estoy en mi último 'salto' y esta vez creo que el paracaídas no va a abrir", dijo. "Voy a estrellarme contra esta realidad de la cola que no camina y los pocos pesos que tal vez no me alcancen para sacar la cuota de la libreta".

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