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Salud

Muerte en Irandúa, tristeza en La Habana

La esposa de Eduardo Vázquez Roche, médico cubano fallecido en Brasil, cuenta su historia.

La Habana

Caridad Monaga Crespo no podrá olvidar el 2018. Durante los largos doce meses de ese año perdió a su mamá, a un hermano y a su esposo. Cuando me recibe en su casa apenas puede hablar. Cede la palabra a otro familiar. Aunque con el transcurso de los minutos recupera el aliento y comienza a articular frases.

A pesar de encontrarse a miles de kilómetros, supo que su esposo de más de dos décadas murió repentinamente el 5 de noviembre a las tres de la mañana, víctima de un edema pulmonar agudo. Eduardo Vázquez Roche se encontraba ese día y desde hacía dos años en la remota localidad de Irandúa, en el estado de Manaos, Brasil, como parte del programa Más Médicos, recientemente finalizado por decisión unilateral del Gobierno cubano.

"Cuando me enteré de su fallecimiento no lo podía creer. Nunca antes había presentado graves problemas de salud. Era hipertenso y diabético, pero su muerte, tan repentina, fue un golpe que aún no asimilo del todo", cuenta, aun muy compungida.

El cadáver demoró nueve días en ser trasladado hasta la capital de la Isla. Según cuenta Monaga Crespo, a sus manos solo llegó alguna ropa y un dinero de la venta del aire acondicionado que su esposo tenía en su habitación. "Fue muy duro reconocerlo y comprobar que sí, que había muerto. A su entierro asistieron cientos de personas que lo estimaban como médico y como ser humano".

"Sobre el resto de los pocos equipos que él había comprado, nos informaron que no era posible enviarlos. Incluso él desconocía y no le informaron que no le correspondía pagar su hospedaje durante la misión, sino que eso debía salir de la alcaldía de la ciudad. Él se costeaba todo allá con el salario que ganaba."

Aunque Vázquez Roche había sido en dos ocasiones director de un policlínico en Cuba, vio lo de enrolarse en el programa Más Médicos como única manera de prosperar. Por eso optó por volver a ser médico de familia, debido a que las autoridades no otorgan estas misiones a los directivos de unidades de salud.

"Recuerdo que cuando vino de vacaciones por primera vez había bajado de peso notablemente, debido a que realizaba largas caminatas entre lomas para ver a sus pacientes. Trabajaba cantidad, pues los únicos médicos de esa localidad eran él y otro cubano", añade Monaga Crespo.

"En Irandúa ambos vivían en una casa muy modesta, solo los separaba una pared. Ante la muerte de mi esposo, su compañero pidió terminar de inmediato la misión, pues no quería estar solo en un lugar tan inaccesible".

La muerte le impidió a Vázquez Roche enviarle a su mujer el dinero para que pudiera pagar el arreglo de un refrigerador y un ventilador que se les habían roto. "Él me decía que no sabía comprar, iba acumulando el dinero en una tarjeta para cuando terminara la misión hiciéramos las compras en Cuba. Ahora estoy en la gestión de poder recuperar ese dinero y haciendo los papeles para poder cobrar su pensión", señala.

Sin embargo, el tema monetario no es lo que más preocupa a Caridad Monaga, sino que la casa donde vive con los hijos y nietos de su esposo es lo que se conoce popularmente como "medio básico", cuyo propietario es el Ministerio de Salud Pública, que puede quitarla discrecionalmente en cualquier momento si el médico inquilino fallece o ya no trabaja para el Ministerio o una de sus dependencias.

A medida que entra en confianza, Monaga Crespo enseña fotos de su esposo, y los recuerdos vuelven a quitarle el habla.

Su historia es consecuencia de un gran engranaje preparado en secreto entre los gobiernos de Cuba y Brasil hace ya cinco años, para llevar miles de galenos cubanos a los campos brasileños bajo condiciones ilegales. DIARIO DE CUBA reveló los detalles en una investigación aún en marcha.

Tanto Vázquez Roche como su esposa desconocían todo esto. Su única aspiración era aspirar a vivir un poco mejor.

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