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Economía

Deudas y deudas del cubano de a pie

El pueblo cubano está endeudado hasta el hueso. Con el Estado, entre ellos mismos. Se endeuda para poder malvivir.

La Habana

Contraer deudas es uno de los actos más ignominiosos que existen, pero endeudarse es parte del  mecanismo de subsistencia del hombre ideado a través de los siglos. En estos momentos el pueblo cubano está endeudado, hasta el hueso. Y no por la deuda externa, que esa es un problema del Gobierno... Hablo de la deuda que ha ido contrayendo la gente con el Estado, o endeudándose entre ellos mismos, y ahora son esclavos de los acreedores.

Con la "Batalla energética" se endeudó una gran parte del pueblo, que tuvo que entregar sus refrigeradores americanos o rusos por los nuevos chinos, que valían 5.675 pesos. Y el Banco Nacional acosa con sus inspectores casa por casa, haciendo pagar hasta al más pinto.

Menos a José Misael Chomat, residente del callejón de Jaimanitas, que jura que no va a pagar esa deuda del refrigerador chino. "Yo tenía un Philco americano de 1950 que jamás había pestañeado. No lo quería cambiar, pero la tercera vez vino  la presidente del CDR con  un técnico de refrigeración y un policía, junto a la trabajadora social, que era la que llenaba la planilla para dejarte endeudado. Traían un camión con viejos refrigeradores arriba, recogidos en otras casas, y  cuando dije que no iba a cambiar mi Philco, el policía dio un paso adelante y puso cara fea. La del CDR me dijo 'Lo nuevo es lo nuevo', y casi se llevaron mi  refrigerador a la fuerza. Recuerdo que el técnico le echó un  ojo a la máquina cuando la subían al camión y se asombró de que aún estuviera sellada de fábrica. ¿Tú crees que llegaría al almacén…?".

Dice Chomat que el banco le ha enviado varias citaciones y en la última lo amenazaba con llevarlo ante los tribunales. "Será mi propia guerra, hasta el fin, en honor de mi Philco. El HAIER chino ya se rompió, ¡y todavía quieren que les pague 5.675 pesos!"

Muchos cubanos como Chomat sufren esta deuda del HAIER con el Estado, como también  decenas de miles de familias se endeudaron con "Útiles de cocina", un módulo distribuido por núcleo que consistía en una olla reina, una olla arrocera, una hornilla eléctrica, un calentador de agua, un jarrón de leche y un set de menaje, por 1.500 pesos, a pagar a plazos.

Otra deuda  del pueblo es la adquirida a préstamos para reparación de viviendas. Ahora esas familias tienen por delante una vida de trabajo para pagar, un compromiso que los ahoga, los desconcierta, porque ya de por sí esta cara y dura la vida en Cuba y, además, ¿vivir endeudado?

El número de garroteros (prestamistas) se ha disparado en los barrios. Prestan dinero con  interés a sus vecinos y adquieren de  garantía joyas y electrodomésticos, que los dueños casi siempre  pierden al no poder recuperarlos. Muchos cubanos encuentran en esos garroteros una tabla de salvación para salir de apuros, pero después son una espada colgando sobre sus cabezas.

Un tipo de deuda dura que sufre el cubano es la comida. Los carniceros de los pueblos tienen su gente "a quien fiar" y de esta manera garantizan una venta diaria de carne de puerco. Las familias resuelven el  problema de la comida ese fin de semana y  cuando llega la hora, "cuesta el doble aquella carne… pero hay que  pagar, es un compromiso contraído, es nuestra palabra", dice Esteban, un padre de familia.

¿Y los presos del  alcohol… y  las drogas?  ¿Y las deudas morales… y las deudas de honor?  

Pero de todas las deudas que azotan al cubano hoy, la más dura es la ropa, por afectar a un mayor número de familias. Las "mulas" cubanas que viajan a Panamá, Ecuador o Perú  compran ropas al por mayor  que revenden en Cuba a precios de susto, constituyendo un negocio muy lucrativo. Un jeans que en el Albrook Mall de Panamá cuesta 2,99 dólares en La Habana cuesta ¡20 CUC! O sea, 25 dólares.

Las vendedoras van casa por casa enseñando su mercancía, probándoselas a los niños, metiéndosela por los ojos a los padres, comprometiéndolos ante sus hijos… y siempre vence  la imperiosa necesidad de calzar, vestir, lucir como manda Dios. "Después pasamos a cobrar", dicen las vendedoras, y se van.

Muchas son cristianas. Primero ministran el Evangelio y oran por las familias, por los niños, por los enfermos, piden bendición y progreso para esas casas, y que se suplan todas las necesidades, y luego sacan la ropa. Como si se hubiera obrado el milagro, aparecen los pantalones, las camisas, los abrigos, las sayas, las blusas.

Después que se marchan las negociantes, estos cubanos quedan en un desasosiego que ni les permite dormir tranquilos pensando qué inventar para, no solo acometer el duro día que se les viene encima, si no para poder pagar sus deudas.

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