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El país que desapareció

Una calle señorial

Grandes mansiones, una de las siete maravillas de la ingeniería civil cubana y un parque donde roban los espejuelos a la estatua de John Lennon: calle 17, del Vedado.

La Habana

La calle 17, junto con Línea, fue una de las dos primeras calles que tuvo El Vedado. A diferencia de Línea, que debe su nombre no a un trazado lineal, sino a la línea del pequeño ferrocarril que unía El Vedado con el resto de la ciudad, 17 es una calle totalmente recta desde su comienzo frente al Malecón, donde se encuentra el monumento a las víctimas del Maine, hasta la calle 28, junto al río Almendares. Siempre fue una calle señorial, a cuyos lados fabricaron sus residencias importantes figuras de la Cuba Republicana. Alejo Carpentier la denominó "Galería de las Residencias Suntuosas".

Donde se inicia, en la calle O, aparecen dos edificios que se encuentran en dilatada reparación, y después de algunas viejas edificaciones venidas a menos, entre las calles N y M se yergue el hermoso edificio FOCSA, considerado una de las siete maravillas de la ingeniería civil cubana, que ocupa toda la manzana hasta la calle 19. El FOCSA fue el segundo edificio alto construido de hormigón en el mundo —el primero fue en Sao Paulo, Brasil, con 144 metros—, terminado en 1956, con 121 metros de altura sobre el nivel de la calle, 29 plantas, 373 apartamentos, incluyendo los 7 penthouses de la planta 29.

Soviéticos y venezolanos en el FOCSA

Abandonados sus apartamentos por sus propietarios en los primeros años del establecimiento del nuevo poder, fueron convertidos en alojamientos de los especialistas soviéticos que inundaron la Isla "para ayudar a construir el socialismo a 90 millas del Imperio". Esos especialistas, desconocedores en su país de tales comodidades y modernidad, maltrataron los espacios y los destruyeron. Y, al regresar ellos a su país y quedar vacíos los apartamentos, fueron saqueados, desapareciendo muebles sanitarios y de cocina, ventanas, puertas, sistemas eléctricos. Personas inescrupulosas cargaron con todo lo que podía transportarse, ante la mirada cómplice de las autoridades.

Mal restaurado apresuradamente, el FOCSA fue utilizado nuevamente como alojamiento, ahora de los venezolanos participantes en la denominada Operación Milagro, que eran traídos a Cuba para recibir atención médica. Al variarse el método por antieconómico y comenzar a realizar esos tratamientos en Venezuela mediante el envío de brigadas médicas, volvió a quedar vacío.

Fue sometido entonces a una nueva reparación, al parecer menos mala que la anterior. Sin embargo, en su basamento, donde al inaugurarse existieron importantes comercios, dos grandes estudios de televisión —el 17 y 19 de CMQ Televisión—, el restaurante El Emperador, un supermercado Minimax, un teatro de títeres, el cabaret Scherezada, librería, banco, boutiques y otros elegantes establecimientos, además de una gran piscina y dos niveles de parqueo bajo tierra, muestra bastante deterioro, descuido y suciedad.

Esos espacios han sufrido múltiples transformaciones, hasta con el agregado de absurdas rejas que, al anochecer,  cierran el acceso por los amplios pasillos interiores originales, antes iluminados y ahora oscuros y tenebrosos Por suerte, se mantiene el restaurante La Torre en lo alto del edificio, que una vez estuviera entre los más exclusivos de la ciudad. La piscina se encuentra totalmente clausurada, así como sus áreas de esparcimiento aledañas.

Tierra colorada en el Vedado

Enfrente del FOCSA quedan en pie algunas residencias de las primeras edificadas en la zona. Muestran, a pesar de los retoques y capas de pintura de los últimos tiempos, el efecto de años sin mantenimientos ni reparaciones. Unas se encuentran habitadas por familias y otras han sido convertidas en paladares o ciudadelas.

Cruzando la calle M, por la misma acera del FOCSA, encontramos el que fuera famoso restaurante El Conejito, debido a su cocina y a su original construcción de estilo inglés, edificado donde estuvo el comercio El Liro, dedicado a la venta de aves y huevos durante la República.

Más viejas edificaciones a uno y otro lado, con adaptaciones y agregados que rompen con los diseños originales y, en la esquina de la calle L, un garaje CUPET, que anuncia ser "su amigo las 24 horas del día", siempre y cuando se posean pesos convertibles, y la residencia que perteneciera al banquero José Ignacio Lezama.

Después de cruzar la calle, antes de llegar a K, está el que fuera hermoso y abastecido supermercado de 17 y K, utilizado el local principal para la venta de artículos industriales de las denominadas industrias locales —mal confeccionados y de baja calidad—, y el amplio parqueo como mercado agropecuario, con decenas de tarimas, demasiada tierra colorada y productos agrícolas con elevados precios, muy alejados de los bolsillos de los cubanos de a pie, además de abundantes vendedores callejeros ofreciendo sus artículos, que van desde caramelos caseros, paquetes de galletas, dulces, ristras de cebolla y cabezas de ajo hasta paquetes de leche en polvo, jabones y pasta dental Colgate y cuchillas de afeitar Gillete.

Esta conversión de un moderno supermercado en un deprimente mercado agropecuario, se inscribe en la denominada "ruralización" de La Habana, que llevan a cabo las autoridades. En la acera opuesta, cruzando K, permanece aún el club Karachi y los locales de Inmigración del Municipio Plaza, donde por años los cubanos esperaron en largas colas para obtener un permiso de salida y su correspondiente pasaporte para poder viajar al exterior, ahora más asequibles. A su lado, el garaje y taller de vehículos del Partido Comunista provincial, remozado y pintado con los colores de la bandera cubana. Enfrente, una bulliciosa escuela.

Varias grandes mansiones

Después de la calle J queda el policlínico La Rampa, donde, en su tercer piso, los conductores de vehículos deben hacerse los chequeos médicos y de la vista para obtener y mantener vigentes sus licencias de conducción. Enfrente, la Pizzería Fabio, el negocio privado de un viejo italiano, cuya autorización para instalarlo en una época en que no existían negocios privados y menos de extranjeros, la debe a la muerte casual de su hijo, mientras disfrutaba de "la dulce vida" cubana con sus amigos en el hotel Copacabana, al hacer explosión una bomba colocada en el lobby por un extranjero. El padre de la víctima se prestó luego al "juego oficial" de la lucha contra el terrorismo y por la paz, dando declaraciones y participando en entrevistas y actos de propaganda convocados al efecto por el Gobierno.

Hay a continuación viviendas antiguas, algunos edificios de la década del 50 y, en el número 301, la magnífica residencia de los marqueses de Avilés, construida en 1915 por el importante arquitecto norteamericano Thomas Hastings, una de las primeras edificadas en la calle 17, de elevado refinamiento y elegancia siguiendo los códigos del Beaux Arts. Después de abandonada por su dueños, fue convertida en la sede del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP), organización gubernamental encargada de organizar, dirigir, controlar y sufragar económicamente a los grupos de solidaridad con el Gobierno cubano y con sus causas, existentes en diferentes países, desde hace tiempo.

Tal institución está centrada en la lucha por la liberación, primero de los cinco espías, y ahora de los tres que quedan cumpliendo sanciones en cárceles norteamericanas, últimamente reforzada con el nombramiento como vicepresidente de uno de los espías liberados, después de cumplir su sanción.

Más adelante, en la esquina de la calle H, en el número 351, aparece la también magnífica residencia del banquero Juan Gelats, construida por los arquitectos Rafecas y Toñarely en 1920, con su hermosa escalinata a la entrada, hermosa escalera interior y amplios jardines. La residencia fue convertida en la sede de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), organización gubernamental que agrupa a los escritores y artistas afines al régimen, so pena de ser castigados o expulsados de la misma, si no cumplen con la camisa de fuerza de "dentro de la Revolución todo, fuera de la Revolución nada", promulgada en el temprano año de 1961.

Al igual que el ICAP, la UNEAC también ocupa otras edificaciones situadas en los alrededores de sus sedes principales. En 17 y H también se encontraba la vivienda de Eduardo R. Chibás, antes de que él se trasladara a residir en el edificio López Serrano.

Cruzando la Avenida de los Presidentes se encuentra el patio del que fuera el colegio Baldor, y enfrente un rústico parque donde estuviera una antigua bodega de los primeros años de la República. En la acera del colegio, otro deprimente mercado agropecuario más pequeño y sucio que el anterior, la única construcción de madera y tejas sobreviviente de tiempos pasados  y, más adelante, en la esquina de la calle E, el Centro Hebreo Sefardí, construido en 1951.

Después de cruzar la calle F, en el número 502, se alza la que fuera mansión de José Gómez Mena y después de María Luisa Gómez Mena, la condesa de Revilla Camargo, construida en 1927 por los arquitectos Francisco Centurión, Morales y Cía., con decoración interior de la casa Jansen de París, con pisos de mármol de Carrara, herrajes de bronce y oro y comedor con todas las paredes recubiertas de mármol, con ornamentación estilo Regency, carpintería exterior de cedro, realizada en Cuba por la firma Norabuena y Stuart, e interior de caoba, realizada en París.

La mansión fue transformada en el actual Museo Nacional de Artes Decorativas, el cual, por suerte, dispone de un magnífico especialista con conocimientos, iniciativa y valentía, que durante años ha cuidado y defendido las riquezas que atesora.

A continuación, en la acera opuesta, abre sus puertas la Oficina Nacional de Administración Tributaria (ONAT), donde cada cubana y cubano debe entregar parte de lo que gana al Estado para su sostenimiento. Viene a continuación el local del que fuera cabaret Sayonara, hoy convertido en una pobre bodega, el nuevo bar de propiedad privada Madrigal, el hospital de la antigua Fundación Marfán, que antes se dedicaba y hoy continúa dedicándose a la atención pediátrica, y el policlínico de la esquina de Paseo, conocido popularmente como Asclepio. En la acera de enfrente, en el número 702, el Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular.

Cruzando Paseo, vemos los jardines y la puerta de acceso a la mansión de Juan Baró y Catalina Lasa, diseñados por Forestier, un verdadero remanso de paz y de canto al amor entre un hombre y una mujer. Enfrente, la lujosa vivienda en la que se encuentra instalada la Embajada de la República Popular y Democrática de Corea, con tableros de propaganda a su entrada, mostrando los inmensos "logros" de la Corea bajo la égida del "gran líder" Kim Il Sung y de sus herederos.

A continuación, otras antiguas viviendas, más edificios de los años 50, el antiguo club Atelier, transformado ahora en El Submarino Amarillo, en honor a la emblemática canción de Los Beatles; el restaurante de la Alianza Francesa y el denominado parque de John Lennon, con una escultura del músico a tamaño natural sentado en un banco. Lennon (sin espejuelos, pues constantemente se los robaban, y ahora un custodio se los coloca, si usted desea retratarse junto a él) fue primero prohibido en Cuba y ahora aclamado, después de que quien lo prohibió asistiera a la inauguración del monumento.

Más adelante está la pizzería Pachi, un negocio privado exitoso. Enfrente, el restaurante Varsovia, en estado comatoso desde hace varios años, a la espera de que sea asignado a una "cooperativa no agropecuaria" para ser explotado. Después de la calle 12 hay un garaje y, enfrente, los deteriorados locales del antiguo Colegio Teresiano. Vienen luego más viviendas y, ya en la calle 26, un edificio alto construido hace algunos años, en medio de la fiebre del modelo constructivo yugoslavo, con algunos comercios en pesos convertibles en su planta baja.

Después de la calle 26 se alza un viejo edificio en estado deprimente, habitado por numerosas familias que, al crecer,  han dividido y subdividido sus apartamentos, tratando de buscar espacios para sus nuevos miembros. Y en la calle 28, junto al farallón del río, termina 17.

A pesar de haber perdido totalmente su señorío, la calle 17 continúa siendo una calle agradable de transitar, tanto a pie como en vehículo, pues mantiene bastante de su arbolado y, aunque muchas se hallan en estado deprimente, resulta interesante observar  las viejas residencias que la engalanaron durante los años republicanos.

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