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Política

Una capital colmada de consignas

Si en los 90 se veía alguna publicidad comercial en las vallas propagandísticas habaneras, ahora solo aparecen consignas políticas.

La Habana

Entre los aspectos más atractivos y enajenantes del entorno de la capital cubana están —sin lugar a dudas— sus vallas propagandísticas. Si en la década del 90 en algunas de ellas se colocó publicidad comercial donde se promocionaban refrescos y cervezas nacionales, este intento por embellecer el entorno citadino fue rápidamente modificado y en su lugar aparecieron consignas y frases de corte propagandístico a tono con el interés gubernamental de impedir cualquier "relajamiento visual" de sus ciudadanos.

Es así que todavía muchos recuerdan aquellos carteles contra el embargo estadounidense donde no sé cuantos días de "bloqueo" equivalían a una cifra determinada de libretas o computadoras que no podíamos tener, o los inmensos carteles puestos cuando el presidente George W. Bush anunció un proyecto de transición democrática que, de implantarse, "nos iba a quitar hasta la sonrisa".

Cualquier visitante extranjero puede percatarse del permanente sacrificio que exige el régimen a sus ciudadanos cuando en plena Rampa habanera una valla bien grande con las imágenes de Guevara, Camilo y Julio Antonio Mella juntas, proclama: "Todo Por La Revolución".

O le será inevitable preguntarse quiénes son esos cinco rostros que en tiendas, bodegas o cualquier otro lugar público aparece reiteradamente exigiendo que sean liberados como si en ellos le fuera la vida a cada uno de los cubanos.

Abundan también en muchos lugares públicos frases de los hermanos Castro o aquella famosa consigna que conmina a salvar el socialismo o morir, como si viviéramos en un permanente estado de guerra. Hay de todo, y es inevitable toparse con ellas a diario. Algunas ofenden el sentido común de cualquier persona que conozca bien la realidad de la Isla, cuando intentan vender una imagen hace rato perdida. Como es el caso de una valla  muy colorida frente a la Biblioteca Nacional donde puede leerse: "La Revolución Es Una Hermosa E Indestructible Realidad".  

O cuando expresa en otra de muy atractivo diseño que el bloqueo (por embargo) estadounidense es el "Genocidio Más Largo De La Historia". 

Como a la propaganda no le interesa buscar la verdad sino tratar de imponer una visión maniquea de la realidad, no pude evitar buscar el significado de genocidio en el diccionario: "Exterminio sistemático de un grupo social por motivos de raza, religión o política". Es interesante observar cómo esa valla contradice el propio discurso del régimen quien se enorgullece de poder (mal)alimentar a todos sus ciudadanos y que proclama que en Cuba no hay desamparados ni mendigos. Cabría preguntarse entonces que grupo social o número de personas ha sido alguna vez exterminado por esa "política genocida" que es el embargo estadounidense.

Podría compilarse en un libro las variadísimas consignas, frases o imágenes que han inundado nuestras avenidas en las últimas décadas, pero a este periodista le llamó poderosamente la atención una de las tantas frases de Fidel Castro que abundan por la ciudad y que,  desde que la leí en una de las calles de la barriada de Luyanó junto a un busto de Martí,  no he podido olvidarla: "Hay Que Dejar De Ser, Antes De Dejar De Ser Revolucionario".

Esta, como tantas otras ideas y acciones de la larga vida de su autor, refleja nítidamente la acendrada vocación dictatorial de Castro, la cual sin pudor alguno se expone en la vía pública pues la calle y toda Cuba "es para los revolucionarios" y si no eres revolucionario es como si nunca hubieses existido, automáticamente el oficialismo te borra de la historia.

La más extensa e importante avenida de la ciudad, Rancho Boyeros, posee más de 20 vallas. En casi todas hay una frase política o una consigna ideológica que conmina al trabajo, la eficiencia, el orden, la lucha o a una batalla de cualquier tipo, no importa cuál. El problema es mantener a las personas entretenidas o sojuzgadas mentalmente con el único objetivo de mantener el orden represivo interno.

Ese es el fin último de las vallas en Cuba, aunque casi nadie a estas alturas crea en ellas.

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