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Religión

La política, la religión y el hombre nuevo: al habla con Carlos Manuel de Céspedes

En esta entrevista inédita, monseñor de Céspedes habla de la crisis de valores actual, de Ernesto Guevara, de las UMAP, de la política hacia las diversidades sexuales y de las reformas del Gobierno.

Miami

Acaba de morir en La Habana a los 77 años de edad, monseñor Carlos Manuel de Céspedes, vicario de la Arquidiócesis deLa Habana y párroco de la Iglesia de San Agustín, en Marianao. Carlos Manuel de Céspedes era un hombre ilustrado, de linaje independentista y republicano. Soñaba con la reconciliación de todos los cubanos, creía en el perdón y el entendimiento, valores que tomaron cuerpo en la metáfora de la "Casa Cuba", que difundió a través de la revista Espacio Laical.

Pude hablar con él en dos ocasiones. La primera fue en Dallas, Texas, en 2003, durante un congreso de la Latin American Studies Association (LASA). El 22 de febrero de 2012 lo tuve delante una vez más. En esa ocasión sostuvimos una conversación muy corta en su despacho, de la cual sale este material. Me encontraba entonces trabajando en un proyecto sobre el concepto de "hombre nuevo", que tiene un alto contenido religioso y político, y me interesaba rastrear la historia de su uso e implementación en Cuba.

Este encuentro con monseñor Carlos Manuel de Céspedes tuvo sus altas y sus bajas, sobre todo en aquellos momentos en que mis preguntas parecieron irrumpir en su "zona de confort".  

Me gustaría saber su criterio acerca de la lectura que hizo Ernesto Guevara del concepto de hombre nuevo, que tiene cierta importancia en la tradición cristiana y en la narrativa bíblica.

Efectivamente, este concepto viene de Pablo, quien le dice a los paganos que se han convertido al cristianismo que ya son hombres nuevos. El hombre es nuevo en el mismo momento en que se ha bautizado. Por supuesto que hubo limitaciones políticas en la implementación del concepto en Cuba. El hombre nuevo para el Che, además de tener otros valores, era aquel capaz de dar su vida en la guerrilla, de trabajar en el campo, no el hombre que debía cuidar a un viejito en un asilo o ayudar desinteresadamente a un vecino ni nada de eso.

Ahí está el problema de la crisis de valores que vivimos hoy, porque fue un concepto que tenía un contenido histórico distinto al que se aplicó.

El hombre nuevo fue un concepto manipulado políticamente que, lejos de servir para el encuentro, sirvió para la confrontación. Por eso la Iglesia dejó de predicar sobre él, porque sino la gente iba a pensar que estábamos hablando de los hombres de la guerrilla.

Uno no le puede pedir al Che, que fue un hombre fabuloso, que tuviera una ética cristiana. El marxismo es un concepto humanista, pero no religioso.

Al triunfo de la Revolución Cubana puede percibirse en la ideología revolucionaria un interés por socavar la ascendencia de la Iglesia en las masas. ¿No le parece que la política se convirtió entonces en una nueva religión?

La fe religiosa y la política pueden coincidir en muchos aspectos. En el caso cubano, al menos en teoría, hay una línea ética que promueve el encuentro con los demás, la humildad, entre otras cosas. Pero para nosotros eso va mucho más allá. Para el cristiano la convicción de que todos los hombres son hermanos se basa en que hay un solo dios y es padre; y si se quiere actuar de manera coherente, hay que actuar como hermano y eso implica que hay respetar al que piensa distinto también.

Yo recuerdo en los inicios de la Revolución —creo que fue cuando la Conferencia Tricontinental— un afiche que se divulgó mucho en el que aparecía Jesucristo con un traje de guerrillero y un fusil al hombro. Eso a mí me pareció una grosería. En la época de Jesucristo no había fusiles pero tampoco él hubiera empuñado una espada, y cuando Pedro sacó una para defenderlo, le dijo que la guardara porque el que a espada mata, a espada muere.

Yo creo que la religión es la religión y la política es la política; y los grandes problemas han venido cuando estos campos han querido meterse en el terreno del otro. Yo tengo una anécdota de mi vida que te puede ilustrar esto que te digo. En mi casa éramos cinco hermanos, cuando mi madre sentía que nosotros nos fajábamos y le dábamos las quejas sobre si este o aquel había hecho esto o lo otro, ella siempre nos decía que cada uno hiciera pipi en su orinalito. "Respete el orinalito de los demás", decía.

Si cada uno se quedara en su ámbito, en su orinalito, no hubiera tantos problemas.

Como se sabe, en la Cuba de los años sesenta del siglo pasado el sujeto religioso fue considerado como uno de los enemigos políticos del hombre nuevo guevariano. Esto tuvo como trasfondo las contradicciones entre la Iglesia y el Gobierno, lo que provocó que muchos religiosos fueran enviados a programas de reeducación como las conocidas Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP)…

¡Lo de la UMAP pasó ya y de eso no voy a hablar! ¡Ni a ti ni a nadie! Lo que pasó si es mierda, y perdona la expresión, no se revuelve porque apesta. Yo por lo menos no la voy a remover. Ahí hubo de todo, malas actitudes, malas comprensiones; pero no hay que hablar de eso porque no va a volver a pasar. Por lo menos aquí no va a volver a pasar.

¿Pero usted no cree que sea importante reconstruir esa memoria?¿Cómo puede estar tan seguro de que no volverá a pasar?

¡Yo te dije sobre eso lo que yo creía, creo que es suficiente! Es cierto que a algunos de los que padecieron las UMAP les partieron la vida para siempre, otros guardan no digo rencor, pero sí amargura. Y hay otros que lo han aceptado y perdonado.

El cardenal Ortega estuvo en la UMAP y él habla de eso con mucha serenidad. Yo entiendo que hay que perdonarlo todo, pero también entiendo que olvidar no se puede. Hay cosas de las UMAP que no las sabemos, recuerda que en ese tiempo Cuba dependía de otros centros de poder con otras concepciones.

Yo le tengo mucha admiración al Che, pero sé que si hubiera convivido con él, sé que las discusiones hubieran sido fuertes y quién sabe, a lo mejor hubiera acabado yo en la UMAP también (se ríe).

¿Usted cree que con la crisis de la sociedad cubana, y el impacto que ha tenido en la subjetividad del pueblo cubano y sus valores, se pueda recuperar el concepto de hombre nuevo?

La aplicación de ese concepto desaparecerá el día en que se acabe la humanidad. Yo pienso que hoy más que nunca necesitamos la aplicación religiosa del concepto del hombre nuevo, poniendo énfasis en la generosidad, en el servicio público, en la renuncia al egoísmo. Pero no se trata de discursos, sino de ayudar a la gente a encontrar un camino.

Dentro del proceso de reformas que ha venido desarrollando Raúl Castro hay algunas políticas que se han estado revisando. Me refiero concretamente a las políticas con respecto a la homosexualidad y el respeto a la diversidad sexual. ¿Cuál es su opinión al respecto?

Yo estoy a favor del respeto a los homosexuales y a las lesbianas y hay que convivir con ellos. Eso es una cosa, pero ya promover la homosexualidad es otra cosa. Quizás eso se está haciendo por compensación, por todo aquello de los sesenta. Yo creo que la gente tiene que asumirse tal como es porque si no estaríamos mal, pero de ahí a promover…

Por ejemplo Enrique Pineda [Barnet] es amigo mío y me parece que la película La Bella del Alhambra es una de las mejores películas del cine cubano; pero ahora ha sacado Verde Verde que es una pena, la verdad.

¿Qué papel usted cree que pueda tener la Iglesia en el futuro de Cuba?

Yo no quiero hablar de eso, aunque sí creo que puede ayudar mucho en la solución de conflictos. Tratar de superarlos en torno a la mesa de negociaciones, interceder por las cosas que son buenas. Creo que tiene que fermentar la bondad, la reconciliación, el entendimiento, la compasión…

Percibo que ha obviado el término mediación…

No me gusta esa palabra porque tiene un contenido muy político. La iglesia no es mediadora, como lo puede ser el gobierno de España o cualquier otro. Prefiero hablar de fermento, que es un término evangélico, no de basura sino de cosas buenas.

¿Cómo percibe este momento histórico?

Es un momento esperanzador, aunque aún no se han resuelto la mayoría de los problemas que tiene Cuba; pero me parece que el camino que se está tomando no está mal. Se está yendo despacio porque lo otro sería el caos.

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