Ha sido un Primero de Mayo con desfile, pero sin discurso desde la tribuna de la Plaza de la Revolución de La Habana. El año pasado sí lo hubo y estuvo a cargo de Ulises Guilarte de Nacimiento, secretario general de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC). Este año, sin embargo, se conformaron con una grabación de Fidel Castro.
Fue tradición creada por el difunto líder aprovechar la ocasión para emitir propaganda y agitación, ejercer didactismo sobre las masas y puntualizar lo que hubiera que puntualizar acerca de política internacional.
Entendido como uno de los ritos políticos del régimen cubano, sobran razones para que este Primero de Mayo el oficialismo cubano hubiera planeado un discurso. Pues la situación económica y política de la Isla depende de lo que ocurra en Venezuela, de lo que lleva ocurriendo en los últimos meses y de los acontecimientos más recientes, y porque Cuba entra ahora en una crisis económica dentro de la usual crisis que es la economía revolucionaria.
Resulta explicable que estos dos temas no movilizaran la oratoria de la dirigencia cubana, que intenta convencer al mundo de su nula implicación en la supervivencia del régimen de Nicolás Maduro y que ha exigido a sus funcionarios que eviten la mención de un nuevo "Periodo Especial".
Lo que sí resulta extraño es que, habiendo recibido ayer por parte del presidente estadounidense Donald Trump la peor amenaza que Washington haya dirigido al régimen de la Isla, Miguel Díaz-Canel no respondiera en un discurso y no explicara al pueblo reunido en la Plaza de la Revolución cuál es la posición gubernamental.
La Administración Trump ha activado el Título III de la Ley Helms-Burton como nunca antes ocurriera y acaba de avisar en un tuit presidencial de que podría pasar a un embargo "total y completo" y, mientras tanto, en La Habana parecen estar tan estupefactos y paralizados que no consiguen ordenar un discurso al respecto.