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Salud

'Colirios de agua hervida y mucha higiene', el único alivio a la conjuntivitis en Santiago

'La epidemia está en el ambiente. La sequía, el polvo y el intenso calor son sus causas', es la explicación que da Salud Pública.

Santiago de Cuba

A la hija de 4 años de Javier le dio un dolor de oído en plena madrugada. Su padre intentó calmarla con algunos remedios caseros. Finalmente, ante sus gritos de dolor, decidió llevarla al Hospital Infantil Sur, conocido como La Colonia. Allí la medicaron y lograron estabilizarla. Al día siguiente la niña despertó con los "ojos pegados".

Javier volvió con su hija al hospital en la mañana. El diagnóstico, conjuntivitis viral. La medicina prescrita por los doctores, fomentos de agua hervida tibia y mucha higiene.

Yunaika fue a visitar a su sobrino en el mismo hospital. Al salir, le comenzó un ardor en los ojos. Esa misma noche se dirigió al Hospital Clínico Quirúrgico Juan Bruno Zayas. Su diagnóstico, conjuntivitis hemorrágica. La medicación, la misma: fomentos de agua hervida y unas  gotas florales bajo la lengua.

La conjuntivitis es la epidemia veraniega que asola la ciudad de Santiago de Cuba. En medio del Festival del Caribe y los preparativos del carnaval, las autoridades sanitarias insisten en la higiene como factor principal para su prevención.

La enfermedad, sin embargo, una vez que infecta al habitante de una vivienda, usualmente contagia a los demás. No es raro ver en algunos hogares a todos los familiares enfermos, incluso se extiende a casas o apartamentos adyacentes.

"Es muy difícil contener el contagio dentro de la casa. Los doctores te dicen que tienes que lavar las sábanas y fundas todos los días, pero con la escasez de agua, lo más que uno hace es darle una lavadita a las fundas", dice Yunaika.

Para la doctora especialista en Medicina General Integral del consultorio de Javier,  "la epidemia está en el ambiente. La sequía, el polvo y el intenso calor son sus causas".

Se trata de la misma explicación que ofrece de forma oficial el Ministerio de Salud Pública.

"Las curas con fomento de agua son lo mejor", argumenta la doctora. "Los colirios, como el Cloranfenicol, son para aliviar las molestias, pero no se recetan porque no hay. Todos los antihistamínicos están en falta", concluye.

La falta de medicamentos en las farmacias es común, pero la situación se ha acentuado en los últimos tiempos, según se han quejado pacientes y hasta los propios médicos.

A Javier le resultó una odisea tratar a su niña.​ "No tenía apósitos o algodón para limpiarle los ojos, porque el algodón está regulado por la libreta para la menstruación de las mujeres. Gracias a mi mamá, que compró vendas, hicimos los fomentos", cuenta.

Pero con las malas manipulaciones iniciales, se contagiaron él y otros miembros del grupo familiar. Yaimara es otro caso.

"Salí con mi niña al parque y cuando regresamos tenía los ojos rojos", señala. "Me contaminé yo, y mi mamá también".

Ella sí pudo "conseguir" Cloranfenicol. Se lo recetaron porque, en el momento de su consulta, estaba "en existencia" en la farmacia del Clínico, hospital que, junto a La Colonia, son las  instituciones sanitarias encargadas de atender la epidemia.

Luisito, de 57 años, se contagió por su hijo y no fue al hospital para tratarse. Para él resultaba inútil acudir a una instalación médica, casi en la periferia de la ciudad, a que le prescribieran un método de agua hervida.

Siguiendo consejos de la medicina popular, hirvió la flor de vicaria para hacer fomentos. Como resultado, casi se queda ciego.

"Me hizo una reacción alérgica", dice. "Perdí momentáneamente la visión de un ojo. En cuanto cambié para el agua sola, mejoré", pero extraña el alivio que pueda ofrecerle un colirio.

"Hay que tener huevos para aguantar la picazón y la arenilla sin restregarse los ojos. Fueron seis días de tortura", lamenta.

Concluye que la higiene es fundamental, pero sin agua y con una sola sábana tuvo que "inventar".

"Cogí una camisa vieja, la ripié en pedazos que utilizaba para envolverme la cabeza cuando me ponía el fomento. Los trapos recogían el agua que salía de las gasas. Al otro día los lavaba y los ponía al sol, que de lo fuerte que está, mata todos los microbios", concluye.

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