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Política

TLCAN, un acuerdo contrarreloj

El acuerdo entre México y EEUU pone fin a dos años de incertidumbre en las relaciones económicas entre ambos países.

Madrid

"Era mejor dar concesiones a no tener nada", zanjó Gustavo de Hoyos, presidente de la Confederación Patronal de la República Mexicana (COPARMEX), tras el anuncio del acuerdo alcanzado esta semana por México y EEUU en el marco de negociaciones bilaterales para actualizar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).  

Y es que en los dos últimos años el TLCAN ha estado continuamente en peligro de cancelación. 

A tan solo unos minutos de haber asumido la presidencia, retomando uno de los leitmotiv de su campaña electoral, Donald Trump había insistido en la necesidad de renegociar el tratado o bien en dar por terminado dicho acuerdo si México y Canadá se negaban a modificarlo.

Desde entonces el mandatario estadounidense no ha dejado de criticar los efectos negativos que el TLCAN tendría sobre la economía de EEUU: deslocalización de empresas, pérdida de empleos, déficit comercial.

Para México el libre comercio con sus vecinos del norte representa una cuestión crucial. La economía mexicana, en efecto, es sumamente dependiente del sector externo y, en particular, de los intercambios con su principal socio comercial, EEUU: 81,7% de sus exportaciones son destinadas al mercado estadounidense, lo cual corresponde a un 26% del PIB, y la mitad de la inversión extranjera directa procede de la primera economía mundial.

Esto revela, como señala Raúl Rodríguez Cortés en El Universal, debilidades estructurales de la economía mexicana, que difícilmente pueden ser remediadas a corto plazo. Por una parte, el hecho de que cuatro quintas partes de las exportaciones dependan de un solo mercado y, por otra, que su competitividad internacional se base en salarios bajos y no en la solidez del mercado interno. 

De ahí la importancia, para México, de mantener por ahora el TLCAN en vida.

Puntos de fricción

Entre los puntos clave del acuerdo se encuentra el plazo de expiración del tratado. EEUU proponía una cláusula de terminación automática, que significaba el fin del tratado cada cinco años si así lo deseara alguno de los miembros. 

Finalmente, el acuerdo tendrá una vigencia inicial de 16 años y al sexto año será revisado. Independientemente de los resultados de la revisión, los firmantes tendrán 10 años más para seguir negociando y buscando soluciones a sus posibles controversias, sin que haya amenaza de ruptura definitiva durante ese lapso.

Las reglas de origen del sector automotriz era otro de los aspectos candentes de la negociación, puesto que la industria automovilística representa uno de los principales rubros de la economía mexicana, siendo México el séptimo productor de vehículos del mundo.

EEUU exigía que el 85% de las partes de un auto procedieran de los países del TLCAN. A lo que México se oponía, arguyendo que semejante tasa afectaría la competitividad de su industria. El acuerdo final fija que el componente de contenido regional en los automóviles pase de 62,5% a 75%.

También se requiere que 40% a 45% del contenido de un auto debe estar fabricado por empleados que ganen al menos 16 dólares por hora trabajada. Así, junto al cierre de la brecha salarial que propicia la deslocalización de empresas estadounidenses y canadienses hacia México, se busca incentivar la producción en EEUU.

Por último, los negociadores mexicanos lograron mantener en cero los aranceles en productos agrícolas y que en materia energética primara la soberanía nacional y, por tanto, la preponderancia del Estado mexicano para regir el sector, si bien dieron señales de que el país sigue abierto a la inversión extranjera en el mismo.

Agenda política

En realidad, una vez vislumbradas las posibilidades de un acuerdo, ambas partes tenían urgencia en cerrarlo.

El equipo negociador mexicano, compuesto por delegados del Gobierno en funciones y del futuro mandatario, buscaba finalizar las negociaciones en el plazo más breve para poder tramitar la aprobación del acuerdo por el cuerpo legislativo antes de la llegada a la presidencia, en diciembre, de Andrés Manuel López Obrador.

Para el nuevo Gobierno es fundamental transmitir la certidumbre a los inversionistas y a los mercados de que el TLCAN sigue vivo.

Algo que se traduciría, según Raúl Rodríguez Cortés, en un aumento de las inversiones extranjeras y en al menos un punto porcentual más en el crecimiento del PIB.

"Esto incidiría favorablemente en los planes de Andrés Manuel López Obrador para la atracción de inversión privada en sus proyectos de infraestructura."

Por su parte, la Administración Trump también juega contra reloj. El pacto con México le ha permitido entablar esta misma semana una ronda de negociaciones con Canadá, el otro miembro del TLCAN, con el objetivo de alcanzar un acuerdo lo antes posible.

Aquí cada hora cuenta, pues, según el desenlace de las conversaciones con Canadá, el Congreso de EEUU deberá aprobar en un plazo de 90 días un acuerdo bilateral con México o una actualización del TLCAN en su integridad.

Un fracaso de las negociaciones con Canadá acarrearía una intensa oposición en el Poder Legislativo estadounidense y pondría en riesgo la aprobación del acuerdo bilateral antes del cierre de la legislatura mexicana, privando a la Casa Blanca de un argumento de peso para las elecciones de medio término en noviembre.

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