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Cine

Un lobo en Japón y una lección de cine

Carlos Machado Quintela filma en Japón, con actores japoneses, y consigue hacer un excelente filme de aliento nacional.

La Habana

La proyección de la cinta Los lobos del este, del exitoso realizador cubano Carlos Machado Quintela ha sido una de las atracciones del Festival de Cine de La Habana. Un público complacido con esta obra del director de La obra del siglo (2015) elogió la excelente factura del filme que se presenta como parte de las exhibiciones fuera de competencia en la sala de 23 y 12.

Se trata del primer filme de ficción realizado por un cubano en Japón. Para Quintela, que había obtenido mención en el Festival de Cine de Nara, fue la oportunidad de hacer una película sin financiamiento cubano, con actores y equipamiento nipones y hablada en ese idioma.

Con un guion a seis manos, del propio director, Abel Arcos y Fabián Suárez, el filme se desarrolla en la región de Higashi-Yoshino, una pequeña comunidad donde al parecer los lobos han sido exterminados por los cazadores.

El célebre actor japonés Fuji Tatsuya interpreta a uno de esos cazadores que vive obsesionado por las historias delirantes de los lobos en la región, los cuales cree que no desaparecieron del todo. Los recuerdos de sus viajes a Cuba, el amor del pasado, y su trabajo como miembro de la Asociación de Cazadores de la aldea, serán las únicas preocupaciones que lo llevarán a intensas jornadas pernoctando en el bosque, en busca de la presencia del último sobreviviente de los lobos.

La historia desarrolla, desde esta perspectiva, un excelente tratamiento de los conflictos existenciales del protagonista, que emprende un viaje de aprendizaje y de reconocimiento de sus valores morales y éticos, en los cuales es posible notar referencias cinematográficos de Akira Kurosawa (Dersu Uzala), Shohei Imamura (La anguila), pero principalmente del filme La novia de Cuba (1967), de Kazuo Kuroki, la primera película japonesa rodada en la Isla, de la cual Quintela retoma imágenes para recrear la historia del personaje Akira, cuatro o cinco décadas después.

Coproducida por Japón, Cuba, Suiza y Brasil, el filme contó con el trabajo de Naomi Kawase, una de las más exitosas realizadoras niponas del momento (Suzaku, de 1996, y El bosque de luto, de 2007), Yutaka Yamazaki en la dirección de fotografía y la impecable actuación de Tatsuya Fuji, conocido como el actor vivo más importante de su país y notable por su participación en filmes como El imperio de los sentidos (1976) y El imperio de la pasión (1978), del reconocido realizador nipón Nagisa Oshima.

Demorados y largos planos secuencia, preferentemente en las tomas en exteriores para resaltar la majestuosidad de una naturaleza en su estado más salvaje, la ruptura con la tradicional exposición lineal del drama fílmico, el énfasis en el muestrario de ritos y costumbres de la región, así como un desempeño histriónico de Tatsuya Fuji realmente fuera de serie, hacen del filme una obra maestra que demuestra la madurez conceptual y estilística en la poética de Carlos Quintela, a mi juicio, el más interesante de los realizadores cubanos vivos en este momento.

Quintela ha conseguido un filme sin ambiciosas pretensiones, pero con resultados estéticos excelentes. Con Los lobos del este, la producción fílmica de este realizador ha transitado un camino de riesgos y experimentación que, desde La piscina (2011) y La obra del siglo (2015), ya anunciaba un cambio de vector, lamentablemente todavía no valorado lo suficiente en la filmografía cubana de esta hora.

Esta, su más reciente película, sabe ser, pese a su producción japonesa, un filme de aliento y espíritu nacional, y una lección de cine que permanecerá, quiérase o no, como una obra de culto.

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