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Política

Argentina, el posible retorno de Cristina Fernández

La recesión económica que atraviesa el país propicia repuntes de popularidad a la exmandataria.

Madrid

"Me llaman populista, pero generamos millones de puestos de trabajo", dijo el pasado jueves la expresidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner durante la presentación de su libro, Sinceramente, en Buenos Aires.

Sinceramente llegó a las librerías hace un par de semanas y, con más de 300.000 ejemplares vendidos, se ha convertido en el fenómeno editorial de los últimos años en Argentina. La obra, una suma de reflexiones sobre los años de gobierno de Fernández, sobre la política argentina y la situación actual del país, es sin dudas un libro de campaña.

Sin embargo, la exmandataria no ha anunciado su participación en las elecciones presidenciales que se celebrarán a fines de octubre de este año. De pretender lanzarse nuevamente al ruedo, tiene hasta el 22 de junio, fecha de cierre de las listas, para oficializar su candidatura.

En las últimas semanas las encuestas vienen dando a Cristina Fernández como la vencedora de la primera vuelta de las presidenciales. Los sondeos ponen así de manifiesto el protagonismo de la expresidenta en el escenario político local, pese a estar procesada en una decena de casos de corrupción y ser la figura que mayor polarización suscita en la sociedad argentina.

Razones de la vigencia 

Indudablemente, el descalabro económico que ha experimentado el país austral en el último año contribuye al reflote político de Fernández de Kirchner. 

La economía argentina conoció una profunda recesión en 2018 (con una contracción de un 3% del PIB), una devaluación vertiginosa de la moneda –el dólar se cotiza actualmente cerca de los 50 pesos cuando a principios de 2018 no superaba los 19– y una inflación que rondaría el 50%, la más importante de la región después de la de Venezuela.

Por si fuera poco, el rescate pactado el año pasado con el FMI se ha acompañado naturalmente de medidas de ajuste: reducción en un 50% de las inversiones previstas en obras públicas, profundización de los recortes de los subsidios al transporte y a los servicios públicos, eliminación de ministerios y de puestos en la función pública.

Todo esto se ha traducido en un desmoronamiento de la producción industrial y del consumo y en un aumento de la pobreza que alcanza al 32% de los argentinos.

Tras la llegada al poder en diciembre de 2015 de Mauricio Macri, quien contaba con el aval de los mercados internacionales, pocos en el tablero político auguraban un desenlace económico semejante y el oficialismo logró recabar un amplio apoyo para la puesta en marcha de sus políticas, incluyendo al peronismo no kirchnerista.

El kirchnerismo fue la única gran fuerza política en oponerse frontalmente y desde el inicio al programa del Gobierno de Macri. En el actual contexto de crisis, Cristina Fernández está cosechando los frutos de esa estrategia.

En cierta medida, en las horas bajas que atraviesa el oficialismo la ciudadanía busca refugio en quien representaría el negativo de Macri, es decir, Fernández de Kirchner. Esta encarna toda una serie de políticas consideradas generalmente ajenas al Gobierno actual: limitaciones al mercado, redistribución de las riquezas, mayor inversión pública en educación y salud.

Recientemente, con el objetivo de paliar las consecuencias de la crisis, el Gobierno de Macri ha adoptado ciertas medidas asociadas tradicionalmente al kirchnerismo: control de precios para productos alimenticios básicos, congelación de las tarifas del gas, el agua y la electricidad, beneficios impositivos para las pequeñas y medianas empresas, aumento de ayudas a las familias más empobrecidas.

No es de descartar que este paquete de medidas de urgencia haya repercutido en parte del electorado como una legitimación de la gestión de Fernández.

Apuesta electoral de alto riesgo

Otro elemento determinante en la persistencia de Cristina Fernández como figura protagónica de la política argentina desde que dejara el poder en 2015, es la propia estrategia diseñada por el oficialismo para mantenerla presente.

Un eje de esta estrategia ha consistido en usar a Fernández como causa de los altibajos económicos acaecidos durante la actual legislatura. En una primera etapa, adjudicándolos a la herencia legada por su Gobierno, luego a la corrupción que caracterizó al periodo kirchnerista, y en los últimos tiempos insistiendo en que los mercados ven con temor el posible retorno de la exmandataria.

Esto probablemente se esté revelando a la larga contraproducente. Por una parte, en el plano interior, la apelación continua a la figura de Fernández en lugar de repetir los réditos iniciales contribuiría actualmente a asentar la imagen de víctima del Gobierno con que la exmandataria busca explicar sus enredos judiciales.

Por otra parte, en el plano exterior, termina por funcionar como una profecía autocumplida, ya que los inversionistas extranjeros, en parte condicionados por el propio discurso del oficialismo, se mantienen distantes del mercado argentino debido a la incertidumbre política del futuro inmediato, profundizando el mal paso de la economía argentina.

El otro eje en el cual el oficialismo creyó que la vigencia de Fernández sería funcional concierne el ámbito electoral. 

La expresidenta ha sido en los últimos años la figura política con mayor desaprobación en la ciudadanía. Si bien su base electoral es importante, rondando el 30%, desde el Gobierno siempre se ha barajado que sería la rival ideal con quien competir en una segunda vuelta, ya que no lograría romper un techo del 40-45%, asegurando la reelección de Macri.

Sin embargo, las encuestas han ido mostrando una inversión de esta tendencia desde que la crisis económica comenzara a arreciar a mediados de 2018. Actualmente, Mauricio Macri superaría en desaprobación a Cristina Fernández y esta lo aventajaría nueve puntos en una segunda vuelta.

De mantenerse estas intenciones de voto, y de presentarse la exmandataria a las presidenciales de octubre, el oficialismo habría hecho todo este tiempo una apuesta de altísimo riesgo.

Aun así, la carrera tiene todavía largo recorrido antes de llegar a la primera vuelta. Si finalmente Cristina Fernández se presenta, su gestión presidencial, sobre todo durante el último mandato, volverá a ser revisada con lupa, dejando en evidencia sus fallos: falta de inversión en infraestructura, inflación, deficiencia de las políticas energéticas, repunte de la pobreza, corrupción. Y no menos importante será el curso de los juicios que la expresidenta tiene pendientes.

También queda por ver hasta qué punto logra despegar Alternativa Federal, el bloque del peronismo no kirchnerista que intenta situarse como una alternativa tanto al kirchnerismo como al macrismo, pero que, por lo pronto, y según los sondeos, no lograría colarse en una segunda vuelta, donde sí tendría serias opciones.

Curiosamente, en esta contienda electoral Cristina Fernández y Mauricio Macri consideran que la presencia del otro es su mejor baza.  

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