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Poesía

El punto cubano

'Y yo le traje a mi hijo envuelto en mi propia blusa,/ desnudito, dormidito, en el sueño hacía aire./ Mi abuelo tomó al muchacho por los pies, dándole vueltas,/ yo gritaba horrorizada, yo me iba a morir del susto.'

Miami

 

Tengo un poder soberano

que me lo dio la sabana.

                 Celina González

 

Estuve días soñando con los muertos que más quiero.

Soñé con todos mis perros que se murieron de noche.

Soñé con todos aquellos que se murieron de hambre.

Yo tuve un perro llamado Mickey Mouse como el ratón.

Ese murió envenenado en el patio entre las matas.

Se comió todo el veneno que mi papá le había echado

a las más de cien millones de cucarachas que había.

Soñé con un hemofílico que fue mi novio en primaria.

Teníamos siete años y nos queríamos mucho

pero él se murió chiquito porque su sangre era mala.

Soñé con todos los gatos que me comí sin saberlo.

Era un periodo difícil, papá tuvo que matarlos.

Venía con esos gatos descuerados en su bolso

y le decía a mi abuela que eran pollos o conejos,

y mi abuela simulaba que eran pollos o conejos,

y mi madre simulaba que eran pollos o conejos,

y yo solo me comía la carne deliciosísima

con harina de maíz o con boniato picado.

Soñé con mi abuela mora más de cien días, más días

de los que nunca he soñado con cualquier cosa querible.

Soñé también con mi abuelo, el cascarrabia español

que me crió y me llevaba a la escuela en un caballo.

El esposo de la mora, pero no moro. Galicia

fue la tierra de su madre, otra vieja cascarrabia.

Se llamaba Angel Iglesias Novoa, para servirle.

Usaba un sombrero alón igualito al de Camilo.

Camilo fue un héroe bueno que mataron por reírse.

El avión donde ellos iban se cayó por Camagüey.

Desde entonces en octubre echamos flores al mar.

Pero en verdad lo mataron con un disparo de gracia.

En mi sueño casi nada parecía tener lógica.

Era lógico mi sueño, pero no que lo soñara.

Yo estaba muy temblorosa, quiero decir, en el sueño.

Debía decirle al hombre lo que venía a decirle.

Un hombre que había sido más comunista que Marx

y más marxista que Marx cuando Marx era un buen tipo.

Que todavía lo era, más comunista que el muro

antes de ser derribado, mucho más que cualquier muro.

Ese hombre era mi abuelo pero en el sueño era solo

un hombre súper extraño mirándose los zapatos.

Toda la noche frotando los zapatos con betún.

Así pasaban los hombres sus noches y sus mañanas.

Frotándolos con un paño embarrado de betún.

A mí me gustaba eso, yo también froté los míos

para ir a la escuela limpia y lustrada, con mi abuelo.

La del sueño no sabía cómo enunciar el mensaje.

La de afuera que era yo no la podía ayudar.

¿Cómo le digo a mi abuelo que una tarde parí un yankee?

¿Sentados en otomanes y llorando en octosílabos,

frente a una pared vacía a la que da el sol de frente?

En otra época el sol me parecía un insulto

y las paredes, por Dios, eran hombres sin vergüenza.

Entonces mi abuelo dijo ¡si serás desvergonzada!

A lo que yo interrogué ¿no querrías conocerlo?

Después la tarde siguió hacia un sendero de dudas:

Es solo un ser diminuto, su mollera sigue abierta,

amar a un hermoso yankee no será nunca traición.

¿Cómo le digo a mi abuelo que una tarde parí un yankee?

Que no fue naturalmente sino cesárea de urgencia

porque su ritmo cardíaco empezó a disminuir

y el obstetra entró de pronto y me dijo: hay que sacarlo.

¿Cómo le digo a mi abuelo que el niño nació en Mayami,

y que vivirá en Mayami y que crecerá en Mayami,

y que no hablará español, sino espanglish, un idioma

de bárbaros, de campeones, de familias de emigrantes.

¿Cómo le digo a mi abuelo que me he vuelto una emigrante?

Entonces mi abuelo dijo: tráeme a tu hijo, vejiga.

Y yo le traje a mi hijo envuelto en mi propia blusa,

desnudito, dormidito, en el sueño hacía aire.

Mi abuelo tomó al muchacho por los pies, dándole vueltas,

yo gritaba horrorizada, yo me iba a morir del susto.

Si sobrevive, es mi nieto, dijo mi abuelo mareado.

El muchacho abrió los ojos un par de veces, ¡me muero!

El muchacho estaba vivo y tenía tanta hambre

como los perros aquellos con los que tanto he soñado.

Lo acerqué a mi seno duro y el niño empezó a mamar.

Mamaba como un león medio muerto medio vivo.

Mamó hasta que se durmió de nuevo dentro de mí.

¿Cómo se llama mi nieto? y luego me desperté.

 


Legna Rodríguez Iglesias nació en Camagüey, en 1984. Entre sus últimos libros publicados, en distintos géneros, están Las analfabetas (Bokeh, Leiden, 2015), No sabe/no contesta (Ediciones La Palma, Madrid, 2015), Dame Spray (Hypermedia Ediciones, Madrid, 2016), Transtucé (Editorial Casa Vacía, College Station, 2017), Miami Century Fox (Premio Paz 2016, Akashic Books, Miami, 2017) y Mi novia preferida fue un bulldog francés (Alfaguara, Madrid, 2017).

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