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Zimbabue

¿Quién es Mnangagwa, el nuevo mandatario de Zimbabue?

El político septuagenario será investido el viernes como presidente tras la renuncia de Mugabe.

Harare

El actual vicepresidente Emmerson Mnangagwa será investido el viernes como presidente de Zimbabue después de la renuncia de Robert Mugabe tras cerca de cuatro décadas en el poder, reporta Reuters.

Mnangagwa, quien huyó del país después de que Mugabe lo destituyera dos semanas atrás, aterrizará en la base aérea de Manyame, en la capital Harare, este miércoles.

Está previsto que se reúna con el jefe del ejército, Constantino Chiwenga, y con funcionarios del partido gobernante y se espera que también se encuentre con "Mugabe para una sesión informativa", según el diario Newsday citado por la AP.

La ceremonia está prevista para el viernes y hasta entonces, el vicepresidente Phelekezela Mphoko, que se encuentra en Japón, actúa técnicamente como presidente en funciones, según aclararon expertos legales al diario estatal The Herald citado por EFE.

¿Quién es Mnangagwa?

Mnangagwa fue ministro de Justicia y Defensa y durante décadas fue el responsable de la mano dura en el Gobierno de Mugabe, lo que le valió el sobrenombre de "Cocodrilo".

De acuerdo con la BBC, Mnangagwa recibió entrenamiento militar en China y Egipto y fue torturado por las fuerzas de Rhodesia (antiguo nombre de Zimbabue bajo el dominio británico) en 1965 después de explotar un tren. Ayudó a dirigir la guerra de independencia en los 70 y se convirtió en jefe de los espías del país durante la guerra civil de los 80.

El político septuagenario es un veterano de la guerra de liberación que desarrolló fuertes lazos con el Ejército durante su etapa al frente del Ministerio de Defensa. Fue hasta los pasados días el número dos de Zimbabue.

Aunque ahora es visto como el salvador de la democracia zimbabuense y es vitoreado por los mismos que se manifiestan contra Mugabe, Mnangagwa tiene un pasado oscuro: como ministro de Seguridad tras la independencia en 1980 jugó un papel clave en la matanza de más de 20.000 miembros de la etnia Ndebele.

La llamada operación Gukurahundi, que muchos califican de genocidio, fue una purga étnica contra simpatizantes de la Unión del Pueblo Africano de Zimbabue (ZAPU), que se saldó con la fusión de la formación con la ZANU-PF y le valió a Mugabe su ascenso definitivo a la Presidencia, ya que hasta entonces gobernaba como primer ministro.

Además, se le ha acusado de planear ataques contra simpatizantes de la oposición en las elecciones de 2008. En aquel entonces, recuerda BBC, "las organizaciones militares y de seguridad del Estado lanzaron una campaña de violencia contra los partidarios de la oposición, dejando cientos de muertos y forzando a miles a dejar sus hogares".

A pesar de esto, Mnangagwa aseguró que en los últimos tiempos se había vuelto "suave como la lana". En el funeral de su hermano, en 2010, dijo: "Para los que fuimos instruidos para destruir y matar y hemos visto la luz en los últimos años de nuestras vidas, nuestra recompensa está en el cielo".

Sin embargo, el nuevo presidente de Zimbabue habría tenido entre ceja y ceja otra recompensa más terrenal: su nombre ha estado vinculado desde hace años a posibles pactos y conspiraciones para acabar con el reinado de Mugabe y ascender así a la Jefatura de Estado.

Estas teorías, unidas a las que lo situaban como un paciente aspirante a sucesor del exjefe de Estado, de 93 años, tras su muerte, desencadenaron la ira de Grace Mugabe, que también soñaba con heredar la presidencia de manos de su marido.

Después de conseguir en 2014 una vicepresidencia que creía ganada, Grace Mugabe inició una campaña pública de desprestigio contra él hasta tal punto que la primera dama se tomó como una amenaza velada una foto publicada en tono jovial en la que Mnangagwa sostenía una taza con la inscripción: "Yo soy el jefe".

La campaña tuvo un punto de inflexión cuando Mnangagwa fue hospitalizado de urgencia con síntomas de haber sido envenenado tras un mitin de Grace Mugabe, lo que el entonces vicepresidente consideró como un intento de asesinato.

Precisamente, la destitución de Mnangagwa (un incondicional del partido y veterano de guerra a quien se había opuesto Grace Mugabe con la vista puesta en ocupar la vicepresidencia) fue el detonante del paso al frente de las Fuerzas Armadas y del golpe de Estado que terminó con el Gobierno de Mugabe.

El dictador, de 93 años, superó tácticamente a sus rivales durante décadas, pero en sus últimas semanas en el poder cometió errores de cálculo que culminaron con su caída. Se equivocó al marginar a su brazo derecho para posicionar a su esposa, Grace, como su sucesora. No anticipó que el despedido vicepresidente Mnangagwa lo derrocaría de manera rápida y hábil.

Pero Mnangagwa había pasado años aprendiendo del propio Mugabe cómo adueñarse del poder y consolidarlo.

En la actual crisis política, Mnangagwa ha empleado un lenguaje inclusivo. En un comunicado previo a la dimisión de Mugabe, señaló que todos los zimbabuenses deben trabajar juntos para que la nación avance.

De 'temible reputación'

Mnangagwa, nacido en Zvishavane, pertenece al subgrupo karanga dentro de la mayoritaria comunidad shona.

"Los karanga son el grupo más grande dentro de los shona y algunos creen que ha llegado su turno en el poder, tras 37 años de dominación por parte del grupo zezuru, al que pertenece Mugabe", explica BBC.

Según un informe de Naciones Unidas de 2011, Mnagagwa era visto como el "arquitecto de las actividades comerciales del Zanu-PF".

"Es un hombre muy cruel, muy cruel", dijo un veterano de la guerra de independencia de Zimbabue que trabajó con él durante muchos años.

Otro miembro de Zanu-PF dijo según refiere BBC: "Tú crees que Mugabe es malo, pero ¿has pensado que quien venga después de él podría ser aun peor?".

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