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Sociedad

'Atados' a las drogas y con miedo a la cárcel

Drogodependientes cubanos se quejan de que médicos, la Policía y los tribunales los tratan como presuntos traficantes.

La Habana

Orestes lleva cinco de sus 24 años de edad enganchado a "la piedra" y admite que necesita ayuda profesional para desintoxicarse. Pero su verdadero temor es que un problema de salud se convierta en un problema con la Justicia.

"Aquí en Cuba los consumidores son tratados como delincuentes y no es fácil asumir el riesgo de abrirte con un psiquiatra que después pueda informar a la Policía", dice.

"La piedra", también llamada popularmente "canto", es conocida en el mundo como crack y se obtiene mediante el procedimiento de secar la pasta base de hoja de coca, para después diluirla en una solución de amonia precipitada con éter. Esta mezcla se calienta, se filtra y, una vez seca, se convierte en rocas blancas.

En opinión de Marcos, de 30 años y quien trabaja en una agencia de seguridad y protección, el uso extendido de la piedra en la Isla comenzó "durante la gran crisis de la marihuana, por los años 90".

"Yo era un adolescente y empezaba a experimentar con la hierba, pero debido al gardeo policial conseguirla de buena calidad era un lujo, lo único que se encontraba era 'pangola'", como los consumidores llaman a la marihuana de baja calidad. "Los precios se dispararon y la gente empezó a mezclar la 'pangola' con 'el canto' para lograr un buen prende", recuerda.

Los jóvenes consultados consideraron que la única droga de uso extendido que ha mantenido su precio regularmente estable durante dos décadas es "la piedra". Con una dosis —que puede costar entre cinco y 10 CUC— mezclada en "pangola" pueden fumar hasta tres personas, afirman.

Al menos la mitad de una treintena de jóvenes que viven enganchados con "el canto" reconocieron, al igual que Orestes, que necesitan ayuda especializada para lograr una desintoxicación exitosa. Pero también dijeron temer que ello suponga un riesgo.

"En la práctica, tanto para un médico como para la Policía y los tribunales, un consumidor es un posible traficante. No hacen distinciones y hasta te coaccionan para que delates al jíbaro [vendedor de drogas]. De lo contrario puedes ser procesado como cómplice de tráfico", advierte Juan David, estudiante universitario.

Lograr la confidencialidad de un especialista de Salud Pública en temas relacionados con el consumo de drogas "requiere de relaciones", afirma Tania, madre un joven de 19 años de edad enganchado a "la piedra" y el metilfenidato, un medicamento fuertemente controlado por el Ministerio de Salud Pública (MINSAP).

"Gracias a una amistad especializada en Psiquiatría puedo atender a mi hijo como lo que es, un enfermo. Él es buen estudiante, no anda ni en pandillerismo ni en delincuencias, pero en este país las cosas son del demonio", alega Tania y se queja de que un consumidor de drogas sea tratado "como un miembro del cártel de Medellín".

El Artículo 191 del Código Penal sanciona la "tenencia de drogas estupefacientes, sustancias sicotrópicas u otras de efectos similares sin la debida autorización o prescripción facultativa". Las condenas oscilan entre uno y tres años de privación de libertad, en dependencia del tipo droga ocupada al consumidor.

Por otra parte, el Decreto-Ley 232/2003 también incluye al consumidor en su Artículo 1, inciso a), donde se dispone, además de la privación de libertad, la confiscación o la pérdida del respectivo derecho a las viviendas o locales, para cualquier ciudadano relacionado con las drogas ilícitas.

No solo consumen los jóvenes

A pesar de que las autoridades del sistema de Salud Pública insisten en relacionar el consumo de drogas mayormente entre la población joven, no pocos testimonios alertan que en las llamadas edades medias, entre los 40 y los 50 años, existen altos niveles de consumo de estupefacientes, sicofármacos y marihuana.

Cló, realizadora audiovisual de 42 años de edad y madre de dos hijos, fue procesada en 2015 por tenencia de drogas al ocupársele un cigarrillo de marihuana a la salida de una obra teatral.

"Fue amargo. Por un simple porro me hicieron atravesar una experiencia terrible. Dos días detenida y mis hijos solos en la casa. En el juicio el fiscal me pedía un año de cárcel, sin importarle mi aval, mi conducta social y mi trabajo. Todo porque me negué a delatar a quien me lo vendió", relata.

Cló tampoco confía en instituciones médicas adonde, presuntamente, un ciudadano podría acudir en busca de ayuda en caso de drogodependencia.

Ni siquiera en las Casas de Orientación de la Mujer y la Familia (COMF), una entidad que surgió en 1990 por iniciativa de la fallecida Vilma Espín a partir de un estudio sobre las experiencias de la antigua República Democrática Alemana (RDA).

En esos lugares, gestionados por la oficialista Federación de Mujeres Cubanas (FMC), además se capacitan, según refleja la estatal Ecured, dirigentes de base y activistas en temas como alcoholismo, droga e infecciones de transmisión sexual.

Ninguna institución cubana tiene a disposición pública datos sobre elconsumo de drogas en la población, cuáles son las más utilizadas ni cuáles son los contextos o la incidencia en grupos etarios determinados.

Enrique, escritor y poeta de 45 años de edad, revela que desde los 17 años mantiene lo que describe como una "relación cultural" con el trihexifenidilo, un psicofármaco controlado por el MINSAP. Asegura que su consumo, a excepción de su propia salud, nunca ha perjudicado su entorno familiar, laboral ni social.

No se considera dependiente de otras drogas, como la marihuana, que dice consumir solo en ocasiones.

"En este país, para las autoridades médicas y judiciales la diferencia entre un enfermo y un delincuente es el poder adquisitivo", opina. "Quienes se pueden costear una desintoxicación en centros médicos vedados para el pueblo son pacientes drogodependientes. El cubano de a pie tendría que convencer a un tribunal para lograr conmutar una pena de cárcel por el internamiento en un centro psiquiátrico, pero arrastrarías el resto de la vida un antecedente penal".

Con la anterior perspectiva concuerda Alberto, un productor de espectáculos de 46 años de edad. A su juicio, "todos esos jóvenes enganchados al 'canto' experimentan cómo se trata a un consumidor".

"Enfrentan un problema en la familia cuando esta no quiere apoyarlos, mientras al otro lado lo único que ven es la cárcel. Muchos viven ese círculo vicioso, sin nadie que pueda orientarlos en su miedo".

Tanto Enrique como Cló y Alberto creen que la proliferación de drogas altamente tóxicas y peligrosas, que los jóvenes llaman "químicos", es directamente proporcional a las medidas que el Gobierno cubano impone sin distinciones entre un consumidor y un sujeto que trafica.

"El riesgo que supone tanto vender como comprar marihuana aumenta su precio. Al aumentar los precios, el consumidor recurre a los 'químicos' intentando igualar el prende y se estanca en esa ecuación", dice Alberto.

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