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Política

De Pancho Villa a Nicolás Maduro

Revolución mexicana, peronismo, castrismo, bolivarianismo: las falacias de los programas políticos que populistas de diversa índole nos vendieron por más de un siglo.

Ginebra

Mucho se ha hablado de la "década perdida" de América Latina para referirse a los años 80 del siglo pasado y atribuir a las políticas de estimulación del mercado calificadas de "neoliberales" —muy en boga en esos tiempos en la región y en el mundo en general— la causa de la crisis económica, el pobre desempeño y el aumento de las desigualdades que se registraron en esa época en nuestra región.

Fenómeno curioso, pues mientras en América Latina atribuíamos las vicisitudes que ensombrecieron la economía del continente al auge de esas políticas y a la globalización de la economía que las acompañó, esas mismas políticas y esa misma globalización sacaban de la pobreza a millones de seres humanos en el mundo (en particular en Asia) y daban a los países de Europa del Este el dinamismo económico que nunca tuvieron durante las décadas de socialismo al que esos países habían estado previamente sometidos.

Las políticas neoliberales permitieron igualmente superar la estanflación (estancamiento con inflación) de los años 70, así como el letargo económico y el desempleo masivo en Gran Bretaña en los tiempos de Margaret Thatcher y, años más tarde, en la Alemania dirigida por el socialdemócrata Gerhard Schroeder.

Indiscutiblemente, hubo grandes fallas en la puesta en práctica en América Latina de las políticas en cuestión. Fallas que tuvieron mucho que ver con la corrupción y la malversación de fondos públicos a las que las privatizaciones de la época dieron lugar. Pero en vez de atacar dichas fallas con un reforzamiento de la institucionalidad democrática y del imperio de la ley, una gran parte de los sectores que se movilizaron en contra de esa corrupción cifraron sus esperanzas en la variante "bolivariana" —patrocinada por Hugo Chávez bajo la inspiración de Fidel Castro— de un populismo que, a lo largo de todo un siglo que comienza en 1910 con la Revolución Mexicana, ha venido ejerciendo de manera constante su hechizo seductor en nuestro continente.

El huracán político que fue la Revolución Mexicana —simbolizada en su época heroica por el popular y legendario Pancho Villa— se proponía eliminar, con toda la razón del mundo, las arcaicas estructuras oligárquicas que, como en el resto de la América Latina, permanecían vigentes en México y mantenían a ese gran país en el atraso económico y social. Para ello, había que hacer frente a los designios continuistas del dictador de turno, Porfirio Díaz, y sacarlo del poder como efectivamente se logró.

Ahora bien, en vez de introducir y fortalecer los mecanismos esenciales de una auténtica democracia, en particular la separación e independencia de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, así como la vigencia del Estado de derecho, la Revolución Mexicana auspició la concentración del poder en un solo partido: el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Tal concentración hizo posible la nacionalización del petróleo, la expropiación de tierras y, no menos importante, la instauración de un Estado proteccionista, corrupto y omnipresente. El PRI logró mantenerse ininterrumpidamente en el poder durante 71 años, transformando a la Revolución Mexicana en lo que Mario Vargas Llosa calificó de "dictadura perfecta".

Peronismo, castrismo, bolivarianismo

A la Revolución Mexicana le siguió el "justicialismo" en Argentina y el cautivante discurso a favor de los "descamisados" de su líder, el general Juan Domingo Perón, discurso de inspiración fascista que podría resumirse de la siguiente manera: "Dadnos el poder, todo el poder, y Evita y yo le quitaremos a la oligarquía los instrumentos que utiliza, en contubernio con EEUU, para manteneros en la dependencia y la pobreza".

Expropiaciones, controles de precios y de tasas de cambio, proteccionismo comercial, demonización de la clase empresarial (llevando al incendio en 1953 del Jockey Club de Buenos Aires por una masa teledirigida), en resumen, todo el arsenal del estatismo y de la demagogia fue utilizado en la Argentina de Perón.

Como resultado de las políticas del justicialismo, Argentina perdió su lugar entre los diez países más ricos y prósperos del mundo a inicios del siglo XX (por encima de Francia, Alemania e Italia), transformándose en una economía mediocre.

La misma espiral de fracaso y decadencia ha tenido lugar, con creces, en la Cuba de los hermanos Castro. De tercer país del continente en términos de PIB per cápita antes de la toma del poder por Fidel en 1959, el régimen socialista ha colocado a ese país a la zaga de las economías de la región y solo ha podido sobrevivir mediante la astronómica ayuda económica y financiera recibida, primero de la Unión Soviética y luego de la Venezuela chavista.

En Venezuela, el huracán populista ha causado estragos aun más espectaculares. Pues siendo ni más ni menos el país con las mayores reservas de petróleo del mundo, Venezuela se encuentra hoy sumida en la miseria, la hiperinflación y la bancarrota financiera.

Hoy no queda más remedio que constatar las falacias de los programas políticos que populistas de diversa índole nos vendieron por más de un siglo.

Nos vendieron que la separación de poderes era un estorbo para llevar a cabo la revolución que el continente necesitaba, que se podía, y se debía, restringir e incluso desmantelar los mecanismos inherentes a toda democracia una vez tomado el poder para así "blindar y defender la revolución" (léase: instaurar una dictadura). Es así como pueblos decepcionados por gobiernos venales y corruptos le dieron todo el poder a un partido (el PRI) o a un caudillo (Perón, Castro, Chávez), y ahora no logran salir del atolladero en que los han sumido esos partidos y caudillos.

Nos vendieron igualmente la tesis de que la nacionalización de nuestros recursos naturales y la expropiación de tierras y grandes plantaciones agrícolas era una condición indispensable para impulsar el desarrollo económico de nuestros países y garantizar una distribución más justa de la riqueza.

Con el tiempo, México se ha percatado de que la nacionalización del petróleo no ha contribuido a una utilización más rentable y provechosa de ese recurso. De ahí los amagos de privatización de la empresa estatal de petróleo (PEMEX) que, posteriormente a los 71 años de dominación de la "dictadura perfecta", se han puesto sobre la mesa de negociación sin lograr concretizarse.

En Cuba, para salir del monocultivo y la dependencia, al castrismo no se le ocurrió nada mejor que destruir el principal renglón de exportación anterior a la Revolución, es decir, la producción azucarera. Y cuando Fidel trató de enmendar semejante desacierto, dictaminando que el año 1969-1970 sería el de la "zafra de los diez millones", el intento fracasó. Como ahora están fracasando las llamadas "actualizaciones" que su hermano Raúl trata de introducir con el propósito de conciliar lo inconciliable, es decir, combinar las leyes del mercado con la ortodoxia marxista en su más rancia y rígida acepción.

Más catastrófico aun es lo que está pasando en Venezuela, único país de la OPEP al borde de la bancarrota financiera, donde la producción de petróleo en manos del Estado castrochavista ha descendido a su nivel más bajo de los últimos 30 años, y donde hombres, mujeres y niños luchan día tras día por encontrar alimentos, medicinas y otros artículos de primera necesidad.

Nos vendieron, además, blandiendo el libro Las venas abiertas de la América Latina del uruguayo Eduardo Galeano, la tesis de que el "extractivismo", es decir, la explotación intensa de los recursos mineros como motor de desarrollo, era una aviesa maniobra urdida por las potencias coloniales y el "imperio" para mantenernos en el subdesarrollo. Eso fue antes de que, en 2007, el muy revolucionario y socialista Hugo Chávez diese su imprimátur al extractivismo al defender su "socialismo petrolero" basado en dicha explotación. Eso también fue antes de que, en 2012, el muy bolivariano y a la sazón presidente de Ecuador Rafael Correa declarara: "¿Dónde está en el Manifiesto Comunista el no a la minería? ¿Qué teoría socialista dijo no a la minería?".

Y como nuestros revolucionarios, cual veletas, no titubean en cambiar de discurso según las circunstancias, después de haber aplaudido el "socialismo petrolero" de Chávez, hoy —encabezados por ese gran timonel del chavismo que es el actual presidente venezolano, Nicolás Maduro— culpan al "rentismo petrolero" (una nueva forma de referirse al extractivismo) por la caótica situación económica y la bancarrota financiera a que la "revolución bolivariana" ha llevado a Venezuela.

Corrupción, prostitución, neoesclavismo

Nos vendieron finalmente el mito de que entregarle el poder al partido revolucionario o al líder providencial serviría para acabar con la corrupción. Hoy, con las revelaciones de los Papeles de Panamá y los escándalos en torno a las firmas brasileñas Petrobras y Odebrecht, contemplamos airados los múltiples casos de corrupción en que se ven involucrados dirigentes "revolucionarios" de primer orden. Según el ranking de Transparencia Internacional, Venezuela es la nación más corrupta de América Latina y figura entre las diez primeras a nivel mundial.

Por culpa de la crápula castrochavista, hoy hay en Cuba y Venezuela millones de hombres y mujeres que lloran de impotencia y viven en la indigencia. Hay cubanas y cubanos con diplomas universitarios que, para sobrevivir, se prostituyen en las calles y playas de la isla roja (de lo que Fidel se jactó al afirmar que "nuestras prostitutas son las más cultas del mundo"); al igual que, por razones similares, venezolanas y venezolanos exiliados se ven obligados a ejercer esa ingrata actividad en más de una capital de América Latina.

Hay más familias enlutadas por los fusilamientos y asesinatos del castrismo que por los de Augusto Pinochet (lo que es mucho decir). Hay miles de médicos cubanos enviados por el castrismo al exterior que han preferido renunciar e incluso abandonar su profesión antes que seguir aceptando que el régimen de su país les mutile una parte sustancial del salario ganado con el sudor de su frente. Hay Damas de Blanco a quienes las tropas de choque del castrismo les asestan golpizas públicas con una tenebrosa asiduidad. Hay candidatos opositores (en Venezuela) o independientes (en Cuba) que son inhabilitados sistemáticamente para impedirles recabar el apoyo popular. Hay prisioneros políticos torturados en las cárceles de Cuba y Venezuela por el simple hecho de disentir o protestar.

Que quede claro: aquí no se afirma que el populismo en sus diversas variantes es la causa de todos los males de nuestro continente. Las dictaduras militares de derecha y los líderes corruptos presuntamente defensores del Estado de derecho y de la democracia cargan con una enorme cuota de responsabilidad por nuestro rezago económico y social. Lo que aquí sí se afirma, y sin ambages, es que el populismo en sus diversas variantes es culpable de haber usurpado los anhelos de progreso y prosperidad de nuestros pueblos, haciéndoles creer a lo largo de un siglo entero en panaceas políticas que han resultado ser una grosera fullería.

A cambio, pues, de esa pacotilla empobrecedora y mortífera que nos vendieron con el nombre de "Revolución", nosotros les aportamos ingenuamente lo más preciado que poseíamos, es decir: nuestra rebeldía, nuestra esperanza, nuestra ilusión.

Infame trueque. Burda estafa, por la que esos bandoleros criminales y muchos de sus obtusos defensores serán tarde o temprano condenados al repudio eterno por el tribunal que, con seguridad, las futuras generaciones de latinoamericanos erigirán para juzgarlos.

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