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Opinión

Hombre a todo, ¿y qué?

La valentía no constituye por sí sola una virtud, a no ser que vaya acompañada por la honorabilidad, el apego a lo justo y lo decente.

Miami

Por más serio que parezca el asunto, no he podido evitar una sonrisa cada vez que he notado, en estos últimos días, el particular hincapié con que nuestra gente se regodea en la posible cobardía mostrada por el Che Guevara ante la muerte.

Si echamos un vistazo al chorro de informaciones e imágenes sobre el Che (demasiadas para el buen gusto de cualquiera), que ha estado inundando las redes sociales, veremos enseguida cómo sobresalen las ya muy conocidas anécdotas y fotos acerca de sus últimos minutos de vida. Sobre todo aquello de no me maten, soy más útil vivo que muerto. Es como si no nos bastara con su tenebroso historial de asesino y con el modo, obviamente fascista, promovido por él para propagar el odio en tanto palanca de los sentimientos y las acciones humanas.

Aseguran, con razón, que la popularidad del Che, imperturbable y hasta quizá creciente, por más que se haya puesto en evidencia su psicopatía criminal, obedece a cierta manipulación masiva, muy bien enhebrada, según la cual los asesinos de la izquierda son héroes, mientras que los demás son monstruos. Mucho de cierto hay en ello. Porque los progres de Europa y de toda América, que constituyen millones, necesitan ese bulo para poder vivir en paz con sus conciencias.

Sin embargo, no es menos verdad que la leyenda del Che como hombre valiente, guapo entre los guapos (aunque con final abierto), arrastró siempre, y arrastra, la simpatía de multitudes, a veces incluso al margen de las filiaciones ideológicas. Entre los caribeños, pero muy particularmente entre los cubanos, ser "hombre a todo" —como acostumbramos a decir—, allana el camino y abre las puertas.  

Los guapos de los barrios habaneros, por lo general abusadores con los más débiles, maltratadores de las mujeres, y delincuentes de la peor laya, suelen ser enormemente populares y respetados.

En gran medida, la popularidad alcanzada por los viejos jefes de la revolución se debe, no a lo que han hecho concretamente por la gente, sino a su historia o su leyenda personal como valientes, aun cuando muchas de esas leyendas esperan aún por su confirmación histórica. Se conoce que algunos de los jefes mambises que fueron (son) verdaderos ídolos en sus regiones, fueron también muy déspotas, con abundantes pasajes oscuros en sus biografías y con acciones concretas que favorecieron el fracaso de las guerras independentistas.

Alberto Yarini, uno de los guapos más populares de toda nuestra historia, era un explotador de mujeres, y su índole de macho fino y elegante no alcanza para ocultar su sesgo salvaje.

Lo cortés no quita lo valiente, decimos comúnmente, pero igual podríamos decir que lo valiente no es sino una cualidad entre otras, y que ni siquiera alinea por sí sola como una virtud, a no ser que vaya acompañada por la honorabilidad, el apego a lo justo y lo decente. Y ya que es así, ¿qué importancia extra podría tener el posible amilanamiento del Che ante la muerte?

Creo que es en la novela Las palabras perdidas, de Jesús Díaz, donde se recrea una declaración de Roque Dalton, gran poeta y además hombre muy valiente, que se fugó espectacularmente de la cárcel para librarse del pelotón de fusilamiento. Pero cuando un periodista le pidió que narrase los pormenores de su fuga, Dalton respondió que las únicas fugas realizadas para el público eran las de Bach. He aquí a un "hombre a todo". Y conste que no solo por sus cojones.

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