Back to top
Crítica

Los poemas escritos por otros de Dolan Mor

A la manera de Fernando Pessoa, Dolan Mor ha hecho desaparecer el yo, tragado por la multitud de personalidades literarias que se ha creado. Ahora un volumen recopila todos esos libros suyos que son de otros.

Zaragoza

Cuentan que la primera vez que el escritor José Régio, impulsor e ideólogo del segundo modernismo portugués, tenía pensado encontrarse con Fernando Pessoa, este apareció, como de costumbre, con algunas horas de retraso, declarando ser Álvaro de Campos y disculpando a Pessoa por no haber podido acudir a la cita.

Es bien sabido que Pessoa llegó a fabricarse nada menos que setenta y dos heterónimos a lo largo de su vida; pero quizás Ophélia Queiroz, quien en algún momento mantuvo una relación amorosa con alguno de esos 72 Pessoas, le regaló el más significativo: Ferdinand Personne. En francés, el sustantivo "personne" significa "persona", pero también, como pronombre indefinido, "nadie". De alguna manera, el poeta portugués, al haber creado tantísimas personalidades literarias, había matado al yo o, cuando menos, lo había hecho desaparecer tragado por la multitud.

Algo así parece haberse propuesto el cubano Dolan Mor con su sempiterno proyecto poético que ahora, felizmente, se recopila en Poemas míos escritos por otros. El título es casi un remedo, un guiño o un homenaje a aquellas versiones en euskera de poesía universal que fue Izkiriaturik aurkitu ditudan ene poemak (Poemas míos que he encontrado ya escritos, Pamiela, 1985) de Joseba Sarrionandia.

La obra de Dolan Mor parte del subterfugio de la heteronimia para intentar asaltar diferentes espacios poéticos que tienen en el enigma de la identidad y en la indagación del lenguaje dos de sus cuestiones más destacables.

Desde su mismo título, Poemas míos escritos por otros parece obedecer a la sentencia rimbaudiana de "Yo es otro" y resulta, por extensión, producto de la fascinación por la máscara autoral, por los juegos especulares (en Espejo Basho los poemas pueden leerse como reflejados en el azogue), por la confusión entre realidad y ficción, por el ocultismo y el esoterismo, por el encriptamiento y el desentrañamiento del lenguaje.

Si los dos primeros libros de Mor (El plagio de Bosternag y Seda para tu cuello) arremetían contra un falso malditismo abusando de la amplificación —habitualmente irónica— de voces miméticas como, por ejemplo, las de Antonin Artaud o Leopoldo María Panero, los tres siguientes (Nabokov’s Butterflies, Los  poemas clonados de Anny Bould y El libro bipolar) se abren camino hacia un ciclo más narrativo, donde el teleobjetivo del francotirador paródico se cierne sobre aquellos que intentan imitar en vano el realismo norteamericano con raíces en Raymond Carver, Bukowski y la mal asimilada literatura beat.

Por el contrario, La novia de Wittgenstein y El idiota entre las hierbas inauguran una etapa que denominaríamos "del lenguaje". En el primero de esos libros, de evidente calado metapoético, el autor deja a un lado el recurso de la ironía hacia terceros para indagar en la propia naturaleza poética. Es un único y larguísimo poema fragmentado de más de setecientos versos que redunda en pensamientos filosóficos y lingüísticos (a la sombra están Jakobson, Blanchot, Saussure, Heidegger, Derrida, Barthes o Aristóteles) y que, finalmente, parece rendirse a la dictadura del silencio, es decir, a ese último orden totalitario que amortaja al propio lenguaje poético.

El idiota entre las hierbas, aun siendo quizás ellibro más autobiográfico del autor, conquista nuevas cotas de experimentación. Dolan Mor termina de arrojar la última palada de tierra sobre esas leyes aristotélicas que plantean cómo debe ser un poema y qué material es susceptible de usarse en su construcción. Pero además de romper con los géneros, Mor acaba con las reglas ortográficas y gramaticales, juega desenfrenadamente con las aliteraciones ("de labio velosino belo al vino", "la venia de venal vamos vejuino", "labro en liebre la libra de oro"), inventa nuevos vocablos ("gardeniano", "clitoral", "celdanieve", "trasgueado"), forja identidades imposibles cercanas a la cosificación o el animismo, altera las fronteras temporales y especiales, etc. En resumen, un prodigio de libertad y de valentía en el libre uso de materiales.

En los restantes "libros del lenguaje" (Inversiones, Música Enchiniadis, Espejo Basho, La motonieve, Bajo los tilos, Cámara doble y La dispersión) el autor aún parece ir más allá de las posibilidades: los poemas ya no solo se leen sino que además se miran. Asistimos a un despliegue de artefactos poético-visuales donde el grafismo cobra un sentido extra: grafías árabes, chinas y japonesas conviven con escrituras especulares y poemas que se leen al revés, de abajo a arriba y de derecha a izquierda.

Poemas míos escritos por otros se cierra con El pabellón dorado, que anuncia una nueva etapa hacia un ciclo "del pensamiento". Son poemas más contenidos, más simbólicos, afinados y purificados por una ligera brisa zen, y donde se alude al destino fatal del ser humano. Cabe suponer que los siguientes poemarios de Dolan Mor caminarán por esa senda. Aguardaremos, y espero que no mucho.

Decía el escritor, editor y crítico literario Maurice Nadeau que "la poesía no necesita de caballeros que busquen cortejarla, sino de jovenzuelos dispuestos a violarla". Y esta misma cita que otro outsider, el poeta peruano Mario Montalbetti, tomó prestada para su revista Nubetonta como declaración de intenciones, serviría también a nuestro poeta cubano. A estas alturas el lector ya ha podido percatarse de que Dolan Mor intenta algo parecido: violar, quebrantar, desordenar (con el mismo orden metódico y sistemático de cualquier científico) las reglas poéticas desde el lenguaje y la anonimia. Al fin y al cabo, parece moverle la misma acuciante curiosidad del niño que destripa su caballito de cartón para ver de qué está hecho su interior.

En este sentido, Poemas míos escritos por otros tiene mucho, muchísimo que enseñarnos. Hay ahí un proyecto de obra total tan ambicioso como brillante. Sin duda, una de las más grandes y arriesgadas empresas poéticas de este tiempo. Así me parece verlo.


Dolan Mor, Poemas míos escritos por otros (Aduana Vieja, Valencia, 2012).

Algunos poemas recopilados en ese libro: La Yamabruja, Schuster ordena los fragmentos después de y Después de Heráclito.

Sin comentarios

Necesita crear una cuenta de usuario o iniciar sesión para comentar.