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Urbanismo

Adiós a la última fachada del hotel Trotcha

El huracán Irma se llevó el último vestigio del primer hospedaje de lujo abierto en El Vedado.

La Habana

El último segmento de fachada auténtica del hotel Trotcha —el primer hospedaje de lujo erigido en la barriada capitalina del Vedado— colapsó tras la penetración del mar y la fuerza de los vientos del huracán Irma que azotó la capital el pasado 9 de septiembre.

Según atestiguan algunos vecinos, el pedazo de frontis localizado en las calles Calzada y 2 en el Vedado, el cual resistió durante 131 años los maltratos de los okupas, un devastador incendio, la erosión del tiempo y la dejadez del Gobierno, se desplomó dejando únicamente en pie sendas columnas, que, días después (el 24 de septiembre), fueron derribadas por una brigada de demoliciones.

Las ruinas preservadas quizás con "el supuesto objetivo de incorporarles a un futuro proyecto de restauración y modernización", formaban parte de un parque de aproximadamente 2.500 metros cuadrados de superficie, con céspedes, bancos y atajos adonde los chamaquitos juegan y los transeúntes cortan camino.

Con la partida de la última volqueta cargada de escombros, se esfumó el vestigio material que testificaba el amorío entre Mazzantini el torero y la actriz Sarah Bernhardt, al igual que el hospedaje de sendas celebridades como Julián del CasalRubén Darío (otras referencias aseveran que el nicaragüense solo visitó la estancia), también albergó las sedes del primer Gobierno interventor norteamericano; la primera Administración de Correos y el primer Tribunal Supremo de la República.

La historia del afamado hotel arrancó en 1880 cuando Buenaventura Trotcha, un emprendedor catalán, compró medio acre de terreno al Conde de Pozos Dulces en la parcelación conocida por "el Carmelo del Vedado" con el propósito de erigirse un caserón cercano al mar.

Don Ventura —como le llamaban sus allegados y amigos— contrató a prestigiosos arquitectos e ingenieros de la época y se obsesionó a tal punto con la obra que invitaba a sus amigos a contemplar la construcción mientras escanciaban vinos a las sombras de los árboles. Entre otras solicitaciones favorables al inmueble, el afanoso catalán logró que una hidroconductora conectada al canal de Albear abasteciera al Vedado.

La residencia fue inaugurada en 1886 y como su dueño acostumbraba a gozar de las degustaciones de comidas españolas, cubanas, criollas y copas de los mejores vinos, resolvió acondicionar algunos salones y jardines para dar riendas sueltas a sus fetecunes. La estancia también fue anfitriona de la Sociedad del Vedado, un club social fundado por él.

Según las crónicas de la época, el inmueble fue ampliado con dos niveles, en cuya planta baja se instaló una mesa de billar, restaurante, biblioteca y otras salas de estar. La planta alta, a la que se accedía por una escalera de mármol blanco —presumiblemente de Carrara— con barandas y columnatas de hierro fundido, conducían al guardarropía y al escenario, mientras un gigantesco espejo cubría una pared desde el piso hasta el techo.

Estimulado por el auge y crecimiento del Vedado, en 1890 la estancia toma categoría de hotel con la construcción de 20 habitaciones y una suite matrimonial —todas de madera— repartidas en dos niveles y equipadas con servicios sanitarios, baños comunes, cocina, bar-restaurante y jardines. La cubierta era de tejas francesas, ventanales y vitrales policromados de medio punto, balaustradas de hierro fundido en los balcones, además de falsos techos de madera enyesada.

En 1902 volvió a ser ampliado con otro bloque de dos plantas llamado El Edén, y en 1904 se hizo la tercera y última ampliación de otro bloque de tres plantas con la entonces novedosa técnica de paredes de carga y cubierta de viga y losa. Dicho objeto se ubicó en el extremo norte de la propiedad y se le bautizó con el nombre de Washington.

Julián del Casal describió elogiosamente el jardín del Hotel Trotcha, poblado de plantas y arbustos floridos, senderos pavimentados con arena al estilo inglés y cuatro holgadas glorietas, comparando su estilo con la hotelería de otras ciudades balnearios como Niza, Cannes y San Sebastián.

El Trotcha funcionó como hotel hasta el crack del 29, desde entonces fue convertido en casa de huéspedes, estatus que le hizo perder su esplendor. A partir de 1959 los okupas lo convirtieron en una cuartería y, a mediados de la década del 80, un incendio devastó la casi totalidad del inmueble, dejando solamente utilizable el bloque conocido por Washington, que hacia 1997 fue desalojado de okupas —en su mayoría procedentes de las provincias orientales—. Luego se demolió para evitar posteriores invasiones.

El último reducto del Hotel Trotcha se desplomó porque nunca fue reforzado con puntales de acero y otras soluciones constructivas, como se ha hecho con las fachadas de otros inmuebles emblemáticos de la ciudad, tales como el hotel Packard (Cárcel y Prado) y el Gran Hotel (Zulueta y Teniente Rey).

La reciente desaparición física de un testigo histórico como el hotel Trotcha representa un vivo ejemplo de cómo el ciclón Castro ha sido el más persistente y desastroso de todos los que azotaron la Isla.

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