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12 Piensan los 60

'Hay una carencia de expectativa' en una Cuba 'próspera, más justa, mejor'

Ana Julia Faya, analista y consultora política.

Madrid

¿Se puede hablar aún de Revolución en Cuba?

Desde los años 60 del pasado siglo, tanto Fidel como Raúl Castro, y ahora el presidente designado, Miguel Díaz-Canel, han vaciado el concepto de revolución de significado real al emplearlo en su retórica para referirse al régimen imperante en Cuba. De hecho lo han convertido en un simple recurso, que les resulta de relativa utilidad para intentar mantener el apoyo de la izquierda dispersa por este mundo, y también el consenso doméstico, a pesar de que para las nuevas generaciones ese concepto sea prácticamente nada, y para las dos generaciones que apoyaron masivamente el proceso del 59 signifique solo una remembranza.

Además de ser un asunto de sentido común, en El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte aprendí que las revoluciones son procesos sociales finitos. Cuba no ha sido excepción. Todas las drásticas transformaciones sociales, políticas y económicas que constituyeron la Revolución cubana, tuvieron lugar apresuradamente en los dos primeros años de poder revolucionario.

Cuando en 1965 se creó la UMAP y en 1968 se dio el gran puntillazo contra toda la propiedad privada, ya la Revolución se había transformado en contrarrevolución en el poder. Parafraseando ese mismo texto de Carlos Marx: En la "revolución" de hoy, la resurrección de los muertos —Fidel Castro, Che— sirve para glorificar las actuales campañas, para exagerar en la fantasía la misión que los gobernantes se trazan y no para modificar su cumplimiento ante la realidad, para mantener el espíritu de una supuesta revolución que vaga como un espectro.

¿Qué habría que salvar del período revolucionario?

En la construcción de una nueva Cuba se debiera rescatar de esos años iniciales, si no los objetivos políticos e ideológicos, o la represión y exclusión de quienes se oponían al proceso, sí la esperanza colectiva, el espíritu generalizado en la sociedad de querer contribuir a levantar una Cuba próspera, más justa, mejor. Hay una carencia de esa expectativa hoy en la sicología social de Cuba.

Pienso también que en un nuevo proyecto de república no se debería prescindir de articular políticas sociales, como las que institucionalmente el poder revolucionario formuló contra la discriminación racial y de la mujer en la sociedad, y que por el carácter mismo del régimen, la ausencia de una prensa y medios libres, así como de la representación de esos sectores en una sociedad civil dinámica, esos propósitos no han avanzado suficientemente o incluso han sufrido reversiones.

A su vez, un modelo eficiente de gobernabilidad deberá contener el acceso universal de la población a la educación, la enseñanza artística, y el acceso universal a los servicios básicos de salud.

¿Cómo clasificaría el momento actual de Cuba?

Aunque sin el apellido Castro, Cuba vive la continuación en el poder de un régimen totalitario, represivo y violador de los derechos humanos, que con el nuevo proyecto de Constitución busca perpetuarse. Mientras exista ese régimen, cualquier cambio será limitado y no podrá alcanzarse un pleno desarrollo político, económico y social en el país.

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